Pena de vida
Arcadi Espada, en su blog y en El Mundo. 26 de enero
Pena de vida
No le deseo la muerte a De Juana. Entre otras, por las sólidas razones que aportaba Richard Dawkins para oponerse a la ejecución de Sadam, y que se resumían en la plausibilidad de poder hacer prácticas con el Mal. En realidad, trato de no interrumpir el paso a nada que se mueva, si no es necesario para mi supervivencia. De ahí que me parezcan tan sorprendentes algunos entusiasmos sobre la eutanasia. La alternativa eutanásica al Sampedro o la Madeleine impedidos es nada. Esa nada que se escamotea cuando a la desaparición del cuerpo fracasado parece sobrevenirle la gloria. La gloria eutanásica, que por el momento y hasta que no se generalice la práctica es también gloria mediática póstuma. No obstante, pareciéndome la vida un asunto francamente respetable, no acabo de entender las razones que invoca el Estado para alimentar a De Juana contra su voluntad. Y mucho menos las de la Asociación de Víctimas del Terrorismo que impele al Estado a alimentarlo «para no convertirlo en un mártir»: no veo qué razones (y qué ley) hay para privar al terrorista de su derecho al martirio. No me convencen las alegaciones del Estado, en el sentido de que el preso está bajo su tutela y su deber es protegerlo, si no se protege al tiempo su derecho a la muerte, que, en el fondo, sólo supone la primacía de la libertad sobre la vida.
Por lo demás, en el derecho a la muerte están resumidas muchas otras claves del asunto sobre las que no suele repararse. Se asume, por ejemplo, que el terrorista ha dispuesto su huelga de hambre a causa de una condena que le parece injusta. Así es en parte, pero no sólo. La huelga de hambre es producto de esa condena, de muchos asesinatos y de casi dos décadas de cárcel. No es difícil comprender que un hombre que lleve todo eso sobre la espalda decida extinguirse y decida dar un contenido final de rebeldía política a su extinción. Está en su derecho a preferir la nada a De Juana Chaos. Creo que los jueces de la Audiencia que ayer se negaron a aligerar las condiciones de su privación de libertad, contrariando al fiscal, obraron correctamente. Detrás de esa huelga de hambre no está sólo lo que el implicado y sus aliados políticos proclaman sobre ella, es decir, la reacción a una sentencia judicial. La petición fiscal establecía un vínculo dislocado entre huelga y sentencia, y la huelga del preso es inseparable de su pena de vida y su futuro incierto, como lo sería en el caso de cualquier otro preso en situación comparable.
El resto sólo es política. Precio político, concretamente, aunque afecte a la negociación sobre los presos. El precio político, que deben pagar los gobiernos y no los jueces, se ve muy bien cuando se piensa que el chantaje real no es la muerte de De Juana, sino los accidentes trágicos.
(Coda: «El servicio al Estado no exonera a ningún funcionario de ninguna burocracia, ni a ningún ingeniero de laboratorio alguno de su responsabilidad como individuo». Alain Finkielkraut, La memoria vana.)
(Recodo) –Espasa, debo decirle que he resuelto el viejo dilema entre la libertad y la vida. –Es extraordinario. –Sin duda. Apunte: uno elige la vida cuando se trata de la propia y la libertad cuando es la de los otros.