11-M. El factor humano.
11-M. El factor humano (subnormal, al parecer).
Jamal Zougam vendía teléfonos móviles y sus complementos. Entiende muy bien como funciona un teléfomo móvil. Pero pretenden que sabiendo que es innecesaria la tarjeta SIM para que realice su función despertador (y active la bomba), se la dejó puesta en el aparato a modo de tarjeta de visita para que nadie dudara de la procedencia de la bomba.
Y para no complicar su identificación, no fué a comprarse esa tarjeta al Corte Inglés o a cualquier otro sitio que garantizara el anonimato, sino que usó una tarjeta comecializada a través de su chiringuito.
Es indudable que buscaba la cárcel, y lo consiguió. Porque desde la madrugada del día 12 supo que había aparecido su mochila bomba en la comisaría de Vallecas, y que habían rescatado el teléfono que llevaba la tarjeta vendida en su tienda. Pero el gran terrorista de Al Qaeda, con redes de contactos por el mundo entero, y 7.000 € en casa, no escapó, no se escondió, sino que esperó pacientemente haciendo su vida normal hasta que consiguió que vinieran a detenerle, al medidía del 13.
Basel Galyoun vivía en la famosa casa posada de Virgen del Coro. Era por ello un sospechoso habitual de la policía,
después de que la mujer despechada del casero denunciara que allí de visionaban vídeos de Al Qaeda en unas reuniones terribles. Durante todo un año de vigilancia policial (que seguía en pie el 11 de marzo de 2004) la policía había conseguido averiguar que allí se realizaban peligrosos cánticos (es como rezan los musulmanes, sean radicales o normalitos) y que se veían sombras en las paredes. Aunque lamentablemente los vídeos nunca aparecieron, y ni siquiera había un aparato donde se pudieran ver.
Y como sospechoso habitual fue detenido después de los atentados e interrogado. Y fue puesto en libertad. -¿Se escapó el ágil terrorista, aprovechando las afamadas redes de Al Qaeda, etc? No. Estaba preocupado buscando trabajo y siguió con ello.
Le detuvieron una segunda vez, y por segunda vez le soltaron. -¿Se escapó esta vez? No. Acababa de encontrar un trabajo, y se dedicó a él.
Y la tercera vez fueron a buscarle a la obra en la que ya trabajaba, y le detuvieron para siempre.
Fouad El Morabit vivía en la misma fatídica casa que Basel Galyoun. No fue detenido las primeras veces, pero vio las detenciones de Basel, y tampoco pensó en escaparse al ver que las sospechas caían sobre su compañero de célula terrorista. Así que inevitablemente, también acabó detenido. El padre del joven Fouad es notario en Marruecos, tiene buenos recursos. Pues tampoco usó estos recursos, ni las redes, etc, para escapar a tiempo.
Cuando fue interrogado, le pregutaron por todo tipo de otros sospechosos habituales, y entre ellos habitantes anteriores de Virgen del Coro. Y él con toda sencilez confesó: -Ah, sí, Asrih Rifaat, que se suele pasar de vez en cuando, precisamente durmió en el piso la noche del 11 al 12 de marzo.
Nadie sabía entonces nada de Rifaat, aparte de ser sospechoso habitual por haber vivido en Virgen del Coro. Pero cuando al poco murió en el estallido de Leganés, todo quedó claro: los del piso culpables y miembros de la célula terrorista, puesto que Rifaat había dormido allí después del atentado, nada menos.
Tampoco se escapó Mohammed Almalah, casero de Virgen del Coro, y tuvo la paciencia de esperar hasta el verano de 2005 para ser detenido.
Rafa Zouhier. Un lío el de este pájaro y confidente policial. Demasiado para contar su historia. Pero no nos interesan los detalles, vamos al factor humano:
Hemos oído en el juicio la grabación de una conversación entre Zouhier y “Victor”, su controlador de la Guardia Civil, pocos días después del 11 de marzo. En ella es Zouhier el que se empeña en contarle al policía la importancia de Jamal Ahmidan, el “Chino”. Que se ha enterado que tiene detonadores y armas, y extrañas relaciones en el norte. Que tiene muy mala pinta y puede tener relación con los atentados. Que ha averiguado la calle y la manzana donde vive. Que tienen que investigarle.
-Tío, que te lo digo yo, que tiene armas y detonadores, que es gente peligrosa.
-
Vale, vale. ¿Tu sabes su teléfono?
-
¿Su teléfono? No
-
Pues averigua el teléfono, cualquier teléfono, aunque sea uno que ha usado antes de ahora.
-
Vale, ya pregunto por ahí. ¿Pero no queréis que os enseñe donde vive? Es que te digo que esto es serio, tío, que te lo digo yo.
-
Tu tranqui. Consíguenos un teléfono. De momento eso es lo que importa.
-Vale, vale.
Y así oímos a Rafa Zouhier empeñado en señalar al autor más oficial de entre los supuestos autores del 11-M, al parecer sin comprender que como él mismo era miembro de la banda, al señalar al jefe, se estaba señalando también, y poniéndose en peligro, en vez de escaparse usando las famosas redes. Una epidemia de factor humano.
Por no insistir demasiado en el muy conocido factor humano de Jamal Ahmidan, el “Chino”, molestándose despues de los atentados en denunciar que le habían robado unas cabras, y celebrando la muy islamista fiesta de San José en la guarida de Morata, con su mujer, hijo y suegros, y preocupándose por un buen futuro en general con psicina nueva y nuevas obras en la guarida, para los años venideros.
¿Alguna posibilidad de que los moritos no supieran en realidad que formaban una banda terrorista y que estaban cometiendo atentados?
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Una anácdota al margen: la acusación, y la investigación policial, está basada principalísimamente en las llamadas telefónicas atribuídas a los muertos de Leganés, y las respectivas situaciones geográficas de los teléfonos con los que llamaban. Un genio el agente “Victor”, por tanto. Desde el primer segundo se dió cuenta que lo importante era el teléfono del Chino, cualquier teléfono, pero no donde vivía, y mucho menos aún detenerle. Y el caso es que nunca le detuvieron. Pero los teléfonos a él atribuídos acabaron formando el esqueleto de la increíble historia que después nos contaron.
Merecida la condecoración posterior, Victor.