Coros y danzas, costumbres y bestias.
Foto: ICAL, a través de 20minutos.es.
Parece ser que en Tordesillas hay una peculiar fiesta llamada “Toro de la Vega”, sin ninguna relación con nuestra querida ViceVogue. Consiste en que un montón de lanceros, unos 70 a caballo y muchos más a pie, acosan a un toro de lidia con largas varas hasta que, llegados a un punto donde ya está permitido, le dan muerte a lanzadas, según ciertas normas de preferencia, por las cuales el primero que le ha herido de gravedad tiene derecho a “rematar”. Momento que vemos en la foto de arriba, de ICAL.
Este año el “heroe” fue el denominado “El cañero”. Según contó El Norte de Castilla:
El ganadero salmantino José Ángel 'Cañero' hirió de muerte al astado en el costado izquierdo antes de rematarle a pie en una zona arenosa junto al pinar Miles de personas siguieron un torneo que se prolongó durante media hora y en el que solo un mozo de 26 años sufrió un revolcón en la salida del puente. [--->>]La alegre fiesta viene celebrándose desde el siglo XVI. Suponemos que tan larga tradición debe de servir de disculpa moral a los participantes. Pero, puestos a ello, ¿que tal si rescatamos el circo romano, ya metidos en amar las "fiestas ancestrales", y en darles carta de aceptabilidad? Ojo, no es que pidamos que empiecen las prohibiciones. Solamente pedimos que la gente considere la posibilidad de sopesar si debe cortarse un pelín ante la práctica de salvajadas así.
No nos mueve el amor a la noble bestia. Nos nueve el respeto que creemos que el humano debería de sentir hacia sí mismo, para poder tenerse por no-bestia.
°¿°