La bestia y los demás.
Las grandes palabras son las mismas, muerte tras muerte. Son inevitables, así que hay que dejarlas pasar.
Pero a menudo las grandes palabras nos tapan el fondo del asunto: que unos tíos se arrogan el derecho a matar, para conseguir sus objetivos políticos. Ante lo que los demás podemos, o ponernos de frente, o ponernos en diversas posturas de perfil. Que se queden con las grandes y bonitas palabras, y con las proclamas de unidad, y que nos cuenten si han optado por decir NO a la bestia, o van a intentar confundirse con el paisaje. NO a la bestia con las leyes, NO a la bestia con la política, NO a la bestia con la educación, y NO a la bestia con todo el cuerpo. Hoy, y ayer, y mañana. No hay más.
La bestia es bestia no solo cuando mata, sino mientras se siga creyendo con el derecho de matar. Y, que se sepa, nunca ha dejado de creerse con tal derecho. Así que no hay gran diferencia entre hoy y ayer. Lo que va de novecientos y pico asesinados, a novecientos y pico más uno. Hoy habrá muchos que dirán las grandes palabras, pero las grandes palabras, no valen nada: es lo único que pueden decir. Lo que cuenta es la postura que cada cual tenía ante la bestia ayer, y la que tendrá mañana.