Cuando el fascio llama "españolismo" a la libertad lingüística, y el PSOE le aplaude.
Manda narices que llamar a alguien “españolista” sea acusarle de un pecado, pero llamarle “catalanista”, o por ahí, suponga adornarle con una virtud. Y resulta de aurora boreal que los autodenominados “progresistas” aplaudan la jugada. Pero el colmo es que los españoles elijan para su gobierno a quien se apunta a todo lo que suponga recortar la presencia y la existencia de su nación.
Pasan inadvertidos detalles grotescos como el cambio de nombre de los organismos nacionales españoles, para quitar la palabra nación de todo lo que se refiera a algo común de España. Como por ejemplo cambiar el Instituto Nacional de Meteorología por Agencia Estatal de Meteorología. O el Instituto Nacional de Empleo por Servicio Público de Empleo Estatal. Y así tantos. Pero si no pedimos explicaciones nadie nos explicará el motivo de gastarse un pastón, que podría servir para aliviar la no-crisis, en algo así. ¿Ha cambiado algo sustancial en los viejos “institutos”, para que ahora resulte imprescindible gastarse el dinero en que se llamen “agencia”, “servicio público”, o cualquier cosa que signifique lo mismo que instituto? Pues que lo expliquen. ¿O es que no tenemos una oposición capaz de preguntar, para que nos enteremos?
Porque si tenemos que enterarnos por nosotros mismos, o sea, deducirlo, lo único que podemos pensar es que el motivo del aparentemente absurdo gasto es sustituir el término “nacional” por el de “estatal”, y no el de “instituto” por “agencia”. Y lo único que podemos pensar es que no están locos y les da por cambiar los nombres sin ton ni son, sino que tienen un motivo de peso para hacerlo. Y que ese motivo no puede ser otro que acabar con la idea de que España sea una nación. Lo que coincide plenamente con los furibundos y muy falaces ataques que ha recibido el “Manifiesto por la lengua común”, insistendo en que no es necesario defender el español, cosa que el manifiesto no dice, e insistendo en ignorar que el manifiesto solo defiende la libertad de las personas a la hora de elegir entre los idiomas oficiales, usando el derecho que la constitución les concede.
No es inaceptable que alguien quiera cambiar su nacion por otra. Ni siquiera lo es que un partido llamado español quiera que España deje de ser una nación, para ser muchas naciones y muchas lenguas y muchas identidades y muchas lo_que_sea. Pero no es de recibo aceptar que lo hagan sin decir lo que están haciendo, para conseguir al final unos hechos consumados que no tengan vuelta atrás. Porque así no podremos discutir si nos interesa mantener la nación que tenemos, o sustituirla por una nacioncita tipo Vasquilandia Tremebunda o Catatonia Mafiosa, con sus preciosas lenguas marginales e irrelevantes, y muchas txapelas y barretinas como signos de identidad, o más bien de idiocia [–>].
Nos están llevando al huerto, y sin preguntarnos si ese huerto nos gusta. Por eso atacan todo lo que suponga que la gente pueda elegir. La libertad.
Sirva esto como una introducción / invitación al artículo, en ABC, de Carlos Martínez Gorriarán: No son las lenguas, es la libertad