Que no se prive nadie: ahora, Henry Kamen (y otros)
Carlos Martínez Gorriarán
Será para que no le acusen de pensamiento único, pero ayer el diario El Mundo también publicó un artículo contra el Manifiesto por la Lengua Común, y firmado por un prestigioso hispanista e historiador, Henry Kamen, especialista en los siglos XVI y XVII (cosa que se hace notar en su artículo, me temo). No sé si será por esa deformación profesional de algunos historiadores que les hace tan perspicaces respecto al pasado como obtusos respecto al presente, pero Henry Kamen ¡tampoco se ha leído el manifiesto! Adelantaré que su crítica no tiene nada que ver con los rebuznos de Suso de Toro –que cree que queremos exterminarle y sin embargo sigue suelto por ahí, habiendo gente mucho menos paranoica ingresada en centros de atención psíquica-, o con las idioteces de Ramón Zallo, que anda animando a la gente… ¡a aprender su lengua! (que por supuesto, no es la que sabe, sino la que debería saber, la propia que no tienen pero les dicta el nacionalismo: santo cielo, y es catedrático de Comunicación…)
La contra-argumentación de Kamen va más en la línea de Branchadell, sólo que a mayor altura, lo que tampoco es difícil. Pero lo más asombroso es que Kamen tampoco haya leído el Manifiesto sobre el que opina con donosura. Sólo así puede entenderse que escriba cosas como esta que cito (el énfasis es mío): “Por todo lo que he leído sobre él hasta ahora, la principal petición del Manifiesto es que una ley proclame el castellano como único idioma oficial de España”. Ya ven el disparate, cuando lo que dice es que se respete rigurosamente el artículo 3 de la Constitución que establece la cooficialidad de lenguas en las comunidades bilingües, garantizando el derecho de elección de lengua tanto a quienes prefieran el castellano como a quienes elijan el catalán, eusquera o gallego (sin pretensión de reciprocidad universal, sólo en los tratos con las administraciones y servicios sociales).
Por lo demás, Kamen, como Branchadell, Zallo y esa peña, creen que existen derechos de las lenguas: “La cuestión, que el Manifiesto en mi opinión no trata adecuadamente, es cómo se pueden garantizar los derechos de las lenguas minoritarias”. Claro, no lo trata porque parte de la premisa de que las lenguas –como tampoco ninguna construcción o dispositivo simbólico- no tienen derechos: that is the question, sir (hemos publicado una versión en inglés del Manifiesto, cortesía de Luis d’Olhaberriague (Milwaukee), para ver si en ese idioma lo entienden los enemigos de la lengua común). Porque tampoco le acaba de convencer el concepto de “lengua común”: “El problema todavía sigue, pero no se puede resolver proclamando que el idioma mayoritario es la única posible “lengua común””. Claro que no, pero el carácter de “común” que se predica –no “proclama”- de una lengua es consecuencia de su carácter mayoritario de hecho o, como es el caso del español, de su práctico conocimiento universal en el país donde por eso, y sólo por eso mismo, es lengua común. Los que proclaman lo que les da la gana son precisamente quienes se empeñan en ignorar la realidad para recrearla con sus proclamas, por ejemplo sobre las lenguas “propias” que la gente no conoce culpable e impropiamente, o conociéndola, prefieren recurrir a otra para comunicarse y aprender, delito de lesa patria contra los derechos de la parla.
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Bueno, también ha llegado Ignacio Sánchez-Cuenca a leernos la cartilla. Y dice: "Los promotores del Manifiesto no han abordado estas cuestiones. Han preferido defender sus posiciones a base de responder a críticas especialmente lunáticas y zafias. Esa salida es tan decepcionante como lo sería atacar el Manifiesto por el hecho de que lo hayan ensalzado reaccionarios de toda laya. El debate sólo será provechoso si se abandona la demagogia de los derechos y se discute con datos y argumentos sobre el fin a alcanzar (bilingüismo efectivo o dominio del castellano en las comunidades con lengua propia) y los medios para conseguirlo. Justo lo contrario de lo que han hecho hasta el momento los intelectuales firmantes del Manifiesto."
Qué manía en atribuir lo que no se ha dicho o en interpretar lo que tampoco está escrito. Porque de cualquier lectura recta y no sectaria del Manifiesto se deduce sin excesiva fatiga que también es un manifiesto a favor del bilingüismo en las comunidades bilingües, pero de un bilingüismo voluntario, basado en la libre elección de lengua, fundamentado en una enseñanza bilingüe universal que permita a los escolares aprender correctamente ambas lenguas cooficiales. Como el que había en el País Vasco, por ejemplo, y que el curso que viene se carga el Gobierno ibarretxiano imitando la “inmersión lingüística” catalana. Que viola los derechos individuales, que no son “demagogia” (sic), sino la base y la finalidad de los sistemas democráticos. Seré más claro: si el libre ejercicio de los derechos individuales acaba traduciéndose en el abandono masivo del uso de una lengua, pues qué le vamos a hacer. Es lo que tiene la libertad. Otra cosa es que a tantos no les guste, y prefieran la ingeniería social. |