Julio; la segunda domesticación.
El caso de mi amigo Julio me servirá de ejemplo para hablar de la segunda domesticación, que ya tenemos encima.
El hombre es, genéticamente, un animal tan salvaje y libre como el lobo. Aunque pudiera ser que la mujer no, pero no me meteré en la posibilidad de ese dimorfismo sexual, porque nos desviaría. Y, al igual que el lobo, el hombre es también un animal social. Pero de sociedad pequeña, poco más que una banda. Así era el hombre de antes de la agricultura, y según los biólogos así somos nosotros genéticamente, puesto que nuestros genes no han cambiado en los últimos 100.000 años.
La crisis ecológica con la que nace el neolítico y la agricultura en oriente medio condujo a la primera domesticación. Había disminuído demasiado la caza para que pudieran mantener su nivel de vida las bandas de cazadores - recolectores. Los lobos tuvieron que trasladarse hacia el norte, y presumiblemente algunos hombres también. Pero los que se quedaron solo lo pudieron conseguir haciéndose sedentarios y trabajando la tierra (¡uf!). Fundando poblados y eso que llamamos civilización. Domesticándonos.
También algunos lobos consiguieron quedarse. Convirtiéndose en perros, que básicamente son lobos eternamente niños, y uniendo su suerte a a de los hombres domesticados. En ambos casos la contrapartida era la libertad. O aquello que tanto los hombres salvajes como los lobos consideraban la libertad: la posibilidad de abandonar la banda, si el jefe de la banda se ponía demasiado borde. La posibilidad de cruzar el río y vivir al margen de la banda. O incluso formar una banda nueva con el resto de los descontentos. Así que no había forma de que el jefe de la tribu fuera demasiado abusón. Pero llegó la domesticación, y se acabó el cuento. Llegó la hora del hombre domesticado y el perro.
¿Y la historia de Julio?
Julio también vive en un mundo que no comprende. Le ha pasado la segunda domesticación por encima, y no lo sabe. Aquella sociedad de agricultores domesticados se ha hecho demasiado compleja, y demasiado masiva, y ha impuesto normas tan arbitrarias que ni su equipo genético, ni el cultural, le han preparado para digerir. Algún genio ha decidido disminuir los accidentes de tráfico y ha buscado la solución más económica para la administración. En vez de mejorar las carreteras ha decidido aumentar las multas. Pero se le ha ido la mano y, además, ha decidido meter el código penal por medio.
Julio cometió una infracción de tráfico, a las cuatro de la mañana, con la carretera completamente vacía. Y además tuvo la mala suerte de que una vez acabado el papeleo de la multa pasó por allí la furgoneta del alcoholímetro. Le midieron, claro, y dio más de la cuenta. Multa, suspensión de carnet, y antecedentes penales.
Julio llegó a su casa un poco jodido. Y no solo por el incidente, sino porque estaba también en la enésima crisis de pareja. Siempre le he conocido en estado de pre-separación con la misma chica. Y al parecer aquella noche su ex chica le montó un pollo más subido de tono que lo habitual. Gritos tan fuertes que algún vecino llamó a la poli. Según cuenta Julio, los gritos fueron acompañados de alguna agresividad, y cuando recibió una patada en la espinilla, tuvo que agarrar a su ahora ex chica por el brazo, con cierta fuerza. Esa es su historia, no sé la historia de la chica. El caso es que cuando llegó la policía, ella le denunció por agresión. Investigado el caso, se descubrió que tenía un moratón en el brazo. Otro juicio.
Antes del juicio, y ya separados definitivamente, su ex compañera quiso retirar la denuncia. Al parecer no se pueden retirar las denuncias de violencia doméstica, o el retirarlas no sirve para nada. La cosa sigue su curso. El caso es que, normalmente, le hubieran condenado a un año de cárcel de los que no se cumplen por ser la primera vez. Una faena, un oprobio público, pero tampoco es algo que te hunda la vida. Pero … aquella noche tan completa tuvo su primera fase, ¿os acordáis? Y de aquella primera fase, gracias al genio que va a acabar con los accidentes de tráfico, Julio salió con antecedentes penales. Así que el año de cárcel se cumple, mira tú qué cosas.
Yo me creo el relato de Julio sobre como se produjo el moratón. Es una persona nerviosa, pero hacia dentro; no es nada agresivo. He compartido noches de copas generosas con él, y la violencia física no entra en su forma de ser. Pero hablamos en todo caso de una patada en su espinilla y un moratón en el brazo de ella. No me importa demasiado cual fue primero, y cual fue consecuencia. Lo que no creo es que algo así deba solucionarse con la cárcel. Y con la inevitable pérdida del trabajo de Julio ,un pequeño negocio que se hundirá si no lo puede atender. Y lo que vendrá después.
Podríamos intentar resistirnos a esta segunda domesticación. Por ejemplo rompiendo todos nuestro carnet de conducir, dando por supuesto que no pueden meter a toda la población en la carcél, porque así el circo no podría continuar. Podríamos incluso negarnos a formar parejas estables, conformándonos con el consabido polvo triste ocasional. Se acabaría el problema de la violencia doméstica, sin necesidad de que Gran Hermano husmee en nuestra vida. Pero no haremos nada de eso. Ni nada de nada. Somos perros hace demasiado tiempo. No protestaremos por muchos que sean nuestros hermanos los que acaben en la jaula. Agacharemos las orejas, y le daremos la patita a cualquier amo, en la esperanza de que nos premie con un mendrugo de pan.
Perra vida.