Babel y la lógica progre. Carta Europea de las Lenguas Regionales y Minoritarias
Acaban de celebrarse en Bilbao unas “unas jornadas sobre los logros y retos de la Carta europea de las lenguas regionales o minoritarias”. Una buena ocasión para enterarse de qué va la vaina de Babel, y de qué quieren los salva lenguas. Parece bueno pillar la lógica del esquema, para saber por donde nos movemos. Y para saber lo que nos espera, si les dejamos.
Pero no es tan fácil. Lo primero que llama la atención es que no todos se han apuntado con el mismo entusiasmo a la Carta Europea de las Lenguas Regionales y Minoritarias. Muchos de los de los estados miembros -entre ellos países con mucho peso y una considerable complejidad lingüística, como Francia, Bélgica o Italia- no la han ratificado.
Y después ocurre que el esquema no es muy evidente. Por una parte proclaman con ardor que defienden la diversidad lingüística y cultural del continente, y que velan por las lenguas que no son las oficiales de cada estado y por los derechos de sus hablantes. Perto los dialectos diferentes, presuntos embriones de nuevas lenguas, o sea riqueza lingüística según ellos, no parece que gocen de la menor consideración a juzgar por como los han eliminado los eukeristas. Tal vez la idea sea que hay que guardar, fijar, y dar esplendor a todas y cada una de las 105 [–>] lenguas que existen actualmente en Europa, pero ni a una sola más. Lo que no he visto es la explicación de la magia del número concreto, 105. Ni por qué es mejor tener y cuidar 105 lenguas, que 510, o 1.050, o cualquier otra cantidad. Así que no les gusta “la” diversidad, sino que solo les gusta “esta” diversidad, sin que se sepa muy bien por qué. Salvo que el quid esté en el inmovilismo, que eso sí sería algo muy “progre”.
Y por ejemplo el noruego Sigve Gramstad, vicepresidente de la cosa, ensalzó el sistema de su país que tiene siete lenguas y donde basta que tres hablantes de una de ellas soliciten la enseñanza en su lengua para que la obtengan. ¿Le parecerá bien, o le parecerá mal que en tantos sitios de España no se pueda aprender en español, sean 3 los que lo quieren, o sean 300.000? Le parece mal, y lo deja bien claro:
También defiende la libertad de elección de los padres, aunque considera que «no puede ser absoluta» sino que «tiene que tener que tener unos límites». «Si unos padres no pueden decir que no quieren que sus hijos aprendan Historia o Matemáticas -afirma- tampoco pueden hacerlo en el caso de la lengua. Otra cosa es que no quieran que la lengua minoritaria sea la lengua de instrucción o la lengua vehicular, y creo que se les debe respetar ese derecho, pero siempre que se garantice que sus hijos tengan un conocimiento suficiente de la lengua minoritaria que se habla en su comunidad». [-->]Aunque la comparación se las trae. Porque a nadie se le pasa por la cabeza que el estudio de la historia o de las matemáticas (o el inglés), sea necesario para salvar la historia y las matemáticas (o el inglés), ni sus imaginarios derechos. Y sin embargo en el caso de las lenguas minoritarias sí es así:
En un área en la que conviven una gran lengua y una lengua minoritaria, también los no hablantes de la más pequeña tienen que aprenderla para que se mantenga.El objetivo es claro: no se trata del bien del alumno, sino del bien de la lengua (su mantenimiento). ¿Y por qué? Porque es una "riqueza cultural". Una riqueza que aparentemente no te da nada, ya que no se molestan en explicarte lo que te da, pero que sí te quita mucho. Te quita dinero, tiempo y esfuerzo. Y libertad. ¡Menuda riqueza! ¿No sería mejor tener derecho a decidir ser más pobres, pero conservar nuestro dinero, nuestro tiempo, y nuestro esfuerzo según nuestra libertad nos dé a entender?
Pues no, porque aquí entra el euskerista de turno, explicando que para que él tenga la libertad y el derecho de hablar en la lengua que le sale de sus caprichos, tú tienes que aprender esa lengua. O la libertad de imponer, que es en lo que siempre acaban esos grotescos “derechos” que llaman colectivos. Identitismo, tribalismo, nacionalismo, y por ahí.
- Hay “derechos” y “patrimonios” que casi como que se los regalo, oiga.