Plazaeme preservado

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¿Hasta donde pueden llegar los jueces pelotas del poder?

Sí, necesitamos una regeneración democrática. Generación, más bien. Y uno de los primeros pasos es separar la justicia de la política. Pero, en contra de lo que suele pensarse, no se trata solo de quitar las pezuñas de los políticos de los cogotes de los jueces, sino también de separar los labios de algunos jueces del ano del poder.

¿Y como?

Pues consiguiendo, de una vez, que los jueces sean responsables de sus actos. Que respondan de sus atropellos, vaya. ¿Hay algo más sagrado que la libertad? Sí, la vida. Y poco más. Lo malo es que entre este poco más está el capricho de los jueces que, al pareer, pueden disponer de la libertad de los demás de una manera completamente arbitraria e irresponsable. Y eso, impedir eso, es regeneración democrática. Impedir el capricho de los jueces. Primero por la justicia misma. Segundo por la inseguridad jurídica. Y tercero por el abuso de poder, ya que da la casualidad que el capricho de los jueces tiende mucho a coincidir con el capricho del gobierno. Debe ser cosa del olfato; pero sea por lo que sea, es malísimo.

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Hoy tenemos en la palestra los casos Garzón y del Olmo. De Garzón ya casi da risa hablar. ¿Había que esperar a su última “causa general” para saber que muchas de la justificaciones de Garzón para sus actos jurídicos solo las entiende Garzón mismo? Por ejemplo, si la Audiencia de Madrid califica de “incomprensible” la actuación e imputación de Garzón contra tres peritos inocentes que disgustaban al gobierno (caso del ácido bórico [–>]), el asunto no deberia quedar en el aire. Porque si una imputación (y el especial maltrato recibido) es “incomprensible”, eso debería conllevar un castigo para el juez que la comete. Y si no fuera “incomprensible”, entonces sería la juez de la Audiencia de Madrid la que se salió del tiesto. Por cierto, una vez más con Garzón, la protesta es la misma que ahora le lleva al Supremo como imputado de prevaricación: el abuso de suguir actuando cuando la incompetencia es evidente.

¿Y lo de del Olmo? Meter en prisión provisional durante 24 días a dos policías inocentes que, casualmente, molestaban al gobierno. Pedirles para salir de la cárcel unas fianzas millonarias «absolutamente exageradas y desproporcionadas», según posterior sentencia. Les pidió, por “hablar con El Mundo”, un dinero completamente fuera de sus posibilidades pecuniarias. Más de lo que les piden a colaboradores del terrorismo. A unos funcionarios que en ningún caso se van a escapar, y que consiguen salir de la cárcel, tras 24 días en ella, gracias a que sus compañeros policías consiguen recaudar el dinero necesario (150.000 € cada uno). ¿De donde diablos va a sacar un policía inocente 150.000 €?.

Pues resulta que son inocentes. Supongo que porque no fue del Olmo, o algún similar, quien los juzgó. De lo que “hablaron” con El mundo, la causa de su acusación, resulta (según la sentencia) que:

la publicación del artículo, lejos de perjudicar a la causa pública, lo que hizo fue servir de detonante de que se finalizase una investigación y se destapasen actuaciones delictivas graves.
¿Va a irse de rositas del Olmo? Pues eso no sería sino una invitación a que los jueces “olfateen el ambiente”, y actúen según su pituitaria les dicte. A sabiendas de que por extravagantes que sean sus resoluciones, nunca tendrán que reponder por ellas. Y a que los policías no se atrevan a hacer nada que pueda molestar al gobierno.
La sentencia pone de relieve que la dirección de esa unidad policial (asuntos internos) tuvo especial interés en implicar al agente Antonio Parrilla, a quien el presidente del tribunal preguntó ‘motu proprio’ durante la vista si su arresto pudo deberse a sus discrepancias sobre la investigación del 11-M.
O sea, la república (o monarquía)  bananera. Lo nuestro, si no espabilamos. Lo que nos meecemos si seguimos votando a un cantamañanas, solo porque lo considermaos “nuestro” cantamañanas.