España debe de tener más sustancia de lo que parecía
Imagina un país en el que durante decenios, cualquier cosa que represente al conjunto está mal vista, por imperativo de las élites político culturales dominantes. Salvo los equipos deportivos. Sea la bandera, sea la lengua común, sea el propio nombre, o hasta la idea misma. Un país donde cualquier cosa que disminuya y minimice el alcance de lo común será bienvenido, y lo que lo aumente será directamente prohibido. Un país con un sistema electoral tal, que la mayor parte de las veces deja el equilibrio de la balanza en manos de los que quieren deshacer el país, para inventarse unos paisitos nuevos. Un país donde cualquier demostración de aprecio por el mismo (salvo deportes), te convierte en una especie de enemigo de la modernidad y de la bondad universal. Un pais, finalmente, donde todos los políticos, los educadores, los medios de comunicación y los artistas de la pista, resaltan de contínuo lo “diverso” del país, lo no-país del país, y te convencen falsamente de lo unitario y homogéneo de los proyectos de paisitos en que podría repartirse la cosa. ¿No tiene mucha pinta de durar el invento, verdad? Nadie sensato daría un duro por su continuidad.
Pues no te quedes ahí. Imagina ese país tan peculiar, dirigido por una banda de deficientes mentales capaces de conseguir proezas como la siguiente:
- El vecino del sur secuestra una señora, y se la encaloma al gobierno de los tarados por avión.
- La señora se pone en huelga de hambre, pidiendo volver a su casa.
- El gobierno de deficientes mentales crea una crisis internacional para que le quiten a la señora de encima.
- El vecino del norte le saca las castañas del fuego al gobierno de deficientes, por el procedimiento de darle ventajas al gobierno secuestrador de señoras, a costa de los agricultores del país dirigido por deficientes mentales.
- Los defis colaboran, cambiando su política exterior respecto al vecino secuestrador del sur.
- Y así se soluciona finalmente la crisis internacional creada por los tarados.
Normalmente uno no suele poder andar pensando y eligiendo si es finlandés o checheno. Es lo que es, y ya está. Salvo en España, donde todo te empuja a desear dejar de ser español. ¿Todo? Visto lo visto, no debe ser tan todo como parecía. Debe de haber algo que hace la fuerza contraria, y que se resiste a dejarse llevar a donde nos empujan. No sé, tal vez sea eso que llaman nación, y que tanto se la sopla y se la suda a nuestros más eminentes conciudadanos. ¿Por qué, si no, nos resistimos a ser esas cosas tan maravillosas en las que nos quieren convertir? Por ejemplo, vascopitecos.
Debía tener razón el chico del viento. Eso de nación es un concepto discutido y discutible. Aun más, probablemente incomprensible.