Progreso y fundamentalismo
Post de Bubo
Lo más probable es que dentro de cien años la polémica sobre el cambio climático habrá cesado por completo. La fuerza de los hechos habrá demostrado que no existe el cambio climático extremo (global warming) con el que se nos amenaza, y que desde luego éste no está causado por la acción perversa del ser humano.En realidad, da igual. Dentro de cien años surgirán otros elementos de controversia en los que se pondrá al ser humano como foco de maldad inadmisible para el conjunto de la especie, para el planeta y aún si me apuran para el universo entero. Es una constante en nuestra historia. El progreso siempre ha obtenido una mala reacción.
Pero ¿qué es el progreso? En mi opinión, creo que la definición más sencilla sería la de: el progreso no es otra cosa que el propio conocimiento humano, el cual en la medida en que se amplía, abarcando más y más elementos de la realidad, contribuye al control de la naturaleza misma, y en consecuencia a hacernos la vida –en su conjunto- más llevadera. En sus aspectos más visibles, podríamos decir entonces que el progreso no es otra cosa que el conocimiento humano aplicado.
Bien sabían esto los autores de la Enciclopedie (Diderot y D’Alambert), cuyos fascículos además de textos en los que arremetían contra la superstición, el oscurantismo y la falta de libertades, estaban plagados de artículos en los que exponían máquinas e inventos de nuevo cuño –conocimiento aplicado- con los que controlar mejor nuestro entorno para nuestro beneficio.
El progreso sería pues –utilizando la terminología acuñada muy posteriormente por Bateson- lograr invertir una cismogénesis (la separación de nuestra especie) complementaria en principio desfavorable, en una que por el contrario nos dé todas ventajas, equiparándonos si cabe a los mismos dioses.
Frente a ello, siempre han existido fuerzas conservadoras para las que cualquier peldaño en esa equiparación, además de ser pecado y profundamente inmoral, era malo por sí mismo. Así, en el plano del conocimiento, todos los grandes avances –Copérnico, Galileo, Darwin, por ejemplo- sufrieron ataques despiadados. Y en el plano del conocimiento aplicado, los adelantos tecnocientícificos en muchos casos han sido vistos, al menos, con recelo.
Como ejemplo muy actual del rechazo al conocimiento tenemos hoy en día el caso de EE.UU. donde todavía hay quien sostiene el “creacionismo inteligente” una versión edulcorada del libro del Génesis, lo cual no es de extrañar dado el carácter profundamente religioso –institucional; recuérdese el lema del billete verde- de esa nación.
De hecho, en la misma raíz de nuestra civilización el conocimiento es una fuente de desdichas (Adán, Eva y el árbol del conocimiento; Prometeo y el fuego) así como de “pecado original” frente a los dioses, todo lo cual sigue funcionando muy bien en la mente de las personas religiosas.
En una sociedad desacralizada como la nuestra, por el contrario, esa versión tan brusca, tan hosca y tan primitiva, carece de valor. Queda, eso sí, el poso. Y ese poso se manifiesta en la actualidad trasladando el concepto de Dios/Dioses al de Naturaleza, de tal manera que esta última (la Naturaleza) se constituye como sustituto efectivo del de Dios/Dioses en la mente del común.
En este contexto, y tras las peligrosas desviaciones industriales del desarrollismo del último siglo (peligrosas para los humanos en la forma de vertidos y contaminación directa) surge un movimiento ecologista que rápidamente maximaliza sus posiciones manifestándose en contra de todo aquello que supuestamente atente contra la naturaleza, haciendo al ser humano responsable inmoral de esta supuesta trasgresión.
Se trata de un nuevo fundamentalismo, una reacción frente al progreso que, al igual que el surgido en el mundo musulmán, convierte en culpable al mundo occidental -al ser humano que actúa conforme a los parámetros de la búsqueda del desarrollo- diferenciándose ambos fundamentalismos en que, mientras uno le acusa de atentar contra Dios, el otro le acusa de atentar contra la Naturaleza. Son el producto de nuestro tiempo.
Un tiempo en el que el movimiento por la alarma global (global warning) se cree en el derecho (un derecho subjetivo inspirado por la naturaleza-dios) a distorsionar, falsificar y mentir con tal de conducir a la humanidad hacia sus objetivos. Unos objetivos reaccionarios por los que se pretende culpabilizar al ser humano de los supuestos males del mundo.
La lucha contra esos objetivos es la misma lucha que sostuvieron antaño los ilustrados contra la superstición y la tiranía de unos pocos. Es una lucha por el conocimiento y la libertad. Y no tengo duda alguna que acabarán triunfando.
Bubo.