Los asnos de las lenguas, también del PP
Tenemos un conflicto, y es un conflicto irreconciliable. No se puede poner de acuerdo a quien piensa que su preferencia lingüística se puede y se debe imponer a los demás (porque es mayoritaria, o porque es “de la tierra”, por “nuestra identidad”, o por lo que sea), con quien piensa que la lengua es una herramienta de comunicación y aprendizaje, y cree tener derecho a elegir la herramienta que mejor satisface su necesidad. Es imposible. No hay punto intermedio. No hay un -“tú aprendes la lengua que yo quiero, pero solo de aquella manera y hasta tanto esfuerzo”, porque a los de la imposición no les vale. Y a los que se resisten, nunca les va a valer la idea de estudiar en una lengua muy marginal, o en el mejor de los casos, muy regional y con muy pocas fuentes y posibilidades de consulta. No hay caso. O las personas son para las lenguas, o las lenguas son para las personas.
Y un conflicto irresoluble no se soluciona, solo se apaña. O se apaña con la victoria / derrota de una de las partes, o se apaña con la libertad, aprendiendo a convivir con el conflicto.
Los que van de “buenos” en esta película no son nada buenos en realidad, como casi siempre suele ocurrir. Averigua quien va de bueno, y sabrás quien es el hijo de puta, que decía Confucio. Los progres y Gabilondos (ministros), y los PPs y ZPs, tan conciliadores, lo único que concilian es que los que no quieren tragar la imposición no metan mucho ruido, y acaben tragando. No están buscando una postura intermedia, que no hay. Están buscando que una parte acepte su derrota, sin jaleo. Y eso no es ser “el bueno de la peli”, sino solo tomar partido por el más bronco, que parece más fuerte.
Tampoco se trata de español contra idiomita local, como pretenden los dictadores. Se trata de libertad contra imposición, ante la falta de posibilidad de acuerdo. Los que quieren estudiar en español no tienen nada contra los que quieran estudiar en otra cosa; son los que quieren estudiar en otra cosa los que no dejan que los demás estudien en español. Hay una brutal diferencia. Brutal de brutos, los que van de buenos.
Mi cerebro es mío. Y solo yo puedo decidir si presto un trozo para el bien de una lengua que, a juzgar por sus activistas, solo puede sobrevivir si es impuesta. Si usted quiere que sobreviva el vascuence, su intento es muy noble. Tanto como si quiere que sobrevivan las castañuelas, también muy “de la tierra” de “la identidad”, y esos prodigios. Pero deja de ser noble, y acpetable, si su intento necesita apropiarse de mi cerebro, o de mis manos.
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