Una respuesta a la paradoja política
Post de Bubo
--Yo no estoy apuntado a MD por varias razones. La primera y fundamental es –o mejor dicho ha sido- por razones de trabajo. Solventado ese problema se me plantea la cuestión, ¿me apunto o no me apunto?
Por un lado me parece bien estar en relación con otras personas que más o menos piensan lo mismo que tú. Además no me importaría pagar cinco euritos para exponer mis opiniones en ese ámbito. Pero
Me echan para atrás dos cosillas.
La primera, la existencia en él de un conjunto de personas –que sin duda sospecho que acabarán actuando como un lobby- que se autoproclaman liberales y que tiene una capacidad insólita para el insulto, el no-razonamiento, las falacias lógicas y, en definitiva, el infantilismo autoritario. Siendo, probablemente, mucho más liberal que todos ellos (tengo muy presente a John Locke en mis oraciones –es broma) no se me ocurre proclamarlo machaconamente a los cuatro vientos, ni ponerme una etiqueta como si de un producto del Corte Inglés se tratara.
La segunda tiene que ver justamente con las etiquetas -liberal social es una de ellas- así como con todo el discurso que le acompaña, es decir la Carta de Principios, la Carta de Valores Éticos y la propia Carta de Presentación, que parece que prefiguran la voluntad de constituirse en un Partido Político más. O lo que es lo mismo la voluntad de optar por el “modo clásico” para alcanzar unos objetivos.
¿Y cuál es el objetivo? Pues grosso modo el mismo que el de muchos otros, acabar con la partitocracia y sustituirla por una democracia.
Un camino para conseguirlo es sin duda el de la tercera vía. Es decir, crear un partido político que meta baza en el sistema y sea capaz de actuar como árbitro consiguiendo reformas (reformitas habría que decir) en el sentido antes expresado. Tal pretensión es cuando menos risible habida cuenta que para retocar la Constitución hace falta una mayoría de dos tercios, o lo que es lo mismo el concurso de los dos grandes partidos. Lo intentó (ser árbitro) el Partido Reformista, el CDS, Ciutadans, UPyD, e tutti quanti de los que en el registro de los Partidos Políticos se proclaman como Partidos de Centro (por cierto, si no he contado mal, hay 76 formaciones que incluyen la palabra liberal en su denominación).
La otra vía es la que podemos llamar de “Acción Directa”. Cuidado, esa expresión puede entenderse de muchas maneras, y algunas de ellas muy muy rechazables. En realidad, el concepto de “Acción directa” surge como opuesto al de Acción parlamentaria, es decir al de la Acción Indirecta, indirecta en la medida en que se efectúa través de unos representantes que optan por una determinada posición política. Esta vía –absolutamente legítima y normal en democracia- parece que es insuficiente –vistos los resultados- frente al colosal objetivo planteado: el fin de la partitocracia y su sustitución por una democracia con un nivel de calidad aceptable.
Planteado el objetivo, y vista una de sus soluciones (el de la acción parlamentaria, acción indirecta o políticamente clásica), veamos entonces la otra, la políticamente incorrecta. Y sin embargo tan correcta como la clásica.
Una vez asumido que mediante los modos clásicos es meridianamente imposible cambiar nada (estadísticamente su grado de probabilidad está cercano al cero absoluto), sólo queda confiar en la solución cualitativa, es decir crear un estado de opinión favorable al cambio. Es la acción directa.
Es lo que hacen un buen puñado de articulistas escribiendo una y otra vez acerca de los males de la partitocracia.
Es lo que hace Galicia Bilingüe paseando un coche por Santiago, escupiendo por megafonía el falso discurso de Feijó, el político partitocrático, actual Presidente de la comunidad.
Es lo que pretende hacer García Trevijano con sus diez mil adhesiones por el cambio, y su posible manifestación multitudinaria en Madrid.
Es la acción que proponía el otro día SMuelas. Y otra más de alguien con sus Premios anuales “Gran Duque de Lerma”.
En definitiva, se trata de contribuir –junto con otros muchos que ya están en esa misma línea- a la creación de un estado de opinión favorable al cambio democrático, realizando acciones políticamente coordinadas en todo el Estado, que siendo imaginativas y mediáticas favorezcan la exigencia de:
Separación de poderes, derechos ciudadanos, gestión óptima de los recursos del Estado.
Pocos mensajes, claros y contundentes. La vaina de la regeneración que se la lleven otros.
¿Organizados? Sí, sin duda. Pero para eso.
Bubo.