Sobre las elecciones catalanas
Luis Bouza-Brey, 12-9-10, 6 hs.
Uno desearía, por el bien de Cataluña y el conjunto de España, que en las elecciones autonómicas próximas se diera un nuevo comienzo: una revolución ciudadana que acabara con treinta años de hegemonía etnonacionalista, irracionalidad y deslealtad, e iniciara una transformación del sistema político español, congelado, putrefacto y decadente, incapaz de conducir a España de una vez hacia la libertad y el progreso.
Nuestros constituyentes se pasaron de cautelas estabilizadoras excepto en el ámbito del modelo de Estado, en el que todo quedó abierto al chantaje permanente de la reacción y el anacronismo del nacionalismo periférico. Pero en el resto de los elementos del sistema, el cierre ha sido de tal intensidad que la democracia española naciente se ha transformado en una oligarquía partidaria dañina. Así, el régimen electoral de listas cerradas y bloqueadas; la falta de control efectivo de la democracia interna de los partidos; la moción de censura “constructiva”; el presidencialismo fáctico; la dependencia del poder jurisdiccional (Tribunales y TC) frente al Parlamento y Ejecutivo; la configuración sectaria y chantajista del sistema de partidos; la ausencia de una ciudadanía dotada de mecanismos de control y participación; la inoperancia de la iniciativa legislativa popular; el rechazo de los referéndums vinculantes, y otros rasgos constitucionales y sistémicos, han vaciado el sistema político español de los rasgos esenciales de la democracia, transformándolo en una oligarquía, degenerada en los últimos tiempos en tiranía zapatética, en la que se viola la Constitución a diario, se acrecienta el caciquismo local, se destruye el Estado de Derecho y se impone el caos, la arbitrariedad y la corrupción.
Pero un sector significativo de la población parece haber descubierto que así no se puede seguir, sumergidos en el desgobierno, la crisis moral y política y la quiebra económica del país, por lo que es probable que los efectos de la crisis comiencen a notarse en las próximas elecciones. Pero en Cataluña los ciudadanos se encuentran abducidos por un etnonacionalismo que intenta disimular el fracaso y la corrupción de la oligarquía local con el velo de la “construcción nacional” y la resistencia frente al “enemigo exterior”, por lo que, aunque parece evidente la pérdida de apoyos de los partidos del tripartito, la única alternativa presente y operativa es el etnonacionalismo de CIU, pues el PP se ha convertido en el chivo expiatorio de todos los males, y no es probable que pueda vencer.
Por todo ello, por la traición y falta de consistencia del PSC, por la fosilización de IC, por el reaccionarismo etnicista de ERC, por el soberanismo de CIU, por la momificación de UPyD, y por la falta de empuje de C´s, es muy probable que la abstención, en una sociedad ya de por sí abstencionista, se multiplique intensamente en las elecciones, pues un gran sector de la población se ha quedado sin referentes políticos y opciones que apoyar.
Pero esa abstención, junto con el voto en blanco y el nulo, habría que reconducirlos hacia una amplia protesta contra la estafa del sistema de gobierno catalán, que lleva treinta años sustentado en el fomento de la abstención de amplias capas populares y en el cierre oligárquico de las élites políticas, intelectuales y culturales de Cataluña.
A esa sociedad huérfana de opciones políticas y privada conscientemente de democracia por la oligarquía, habría que informarla de que existe un mecanismo de protesta efectivo contra la situación: habría que hacerle saber de la existencia de, CIUDADANOS EN BLANCO, un partido que se ha comprometido a presentarse a las elecciones y a no ocupar los escaños que obtenga hasta que se consiga la reforma del sistema, para que se pueda computar el voto en blanco, de modo que los votos en blanco no beneficien indirectamente a los demás partidos, pues hasta ahora se reparten igualmente el mismo número de escaños, como si aquellos no existieran.
Uno cree que como mecanismo de protesta ante la situación, el voto a CIUDADANOS EN BLANCO puede ser una respuesta efectiva de la ciudadanía, pues tendría el efecto de dejar vacíos un número significativo de escaños en el Parlamento de Cataluña, que de este modo vería frenado el delirio etnicista y soberanista que lo ha caracterizado casi desde el comienzo del régimen vigente.
La derrota del PSC, ERC e IC, más la demostración de que en las elecciones autonómicas CIU ha ganado casi siempre gracias a la abstención o el voto en blanco de un amplio sector de la población, darían lugar a un cambio político significativo en el sistema político catalán, y harían que el PP, probablemente ganador de las próximas elecciones a Cortes, se lo pensase muy mucho antes de reeditar como hasta ahora los pactos con el etnonacionalismo, que han constituido un procedimiento letal de destrucción de la democracia española.
Ante esta situación, con un PSOE hundido y en catarsis, sería más probable que el PP y aquél se orientaran a la búsqueda de un Pacto de Estado, con gobierno de gran coalición o sin él, que iniciara la revisión de la Constitución y la reforma de los aspectos de la misma que se han quedado obsoletos.
Es muy probable que no haya más salida que la anteriormente mencionada, pues todo lo que no sea eso será la continuación del proceso degenerativo que atraviesa el país y que lo llevará a hundirse definitivamente. Un país hundido y un Estado fallido en el sur de Europa, frente al Magreb, no constituyen un buen pronóstico para la estabilidad mundial ni de la Unión Europea.