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Otro palo de la realidad a los modelos climáticos.

Un trabajo recién salido del horno, de John R. Christy, Benjamin Herman, Roger Pielke, Sr., Philip Klotzbach, Richard T. McNider, Justin J. Hnilo, Roy W. Spencer, Thomas Chase, y David Douglass.

Es una nueva vuelta de tuerca a una vieja discusión. Resulta que las mediciones, no ya del (pequeño) calentamiento del aire, sino de la distribución del calentamiento en las distintas capas de la troposfera, tampoco coincide entre la realidad y los modelos de los del cártel del clima. Otra disparidad modelos / realidad.

Puede parecer un asunto oscuro y marginal, pero no lo es en absoluto. La calentología se basa en unos modelos determinados, y estos asumen que un calentamiento por CO2 (o por otros forzamientos) produce un aumento de temperatura X en la superficie del globo, y un aumento considerablemente mayor en capas más altas de la troposfera. Hasta llegar, en la alta troposfera, a los que se ha venido en llamar el “punto caliente” (hot spot) que se ve en toda la literatura calentóloga. Lo malo es que no se ve en la realidad.

La discusión clásica se ve muy bien en este gráfico. A la izquierda lo que debería de pasar según los modelos, a la derecha lo que se sabe por los datos recopilados.

No son temperaturas absolutas, sino incremento de temperaturas (diferencia de temperatura en cada punto, con el tiempo). Y se ve cuan diferentes son. Cómo en la zona ecuatorial el aumento de temperatura es mucho mayor según se asciende desde la superficie, según los modelos, y nada de eso según la realidad medida.

El significado es claro: o el calentamiento que pensamos no existe (o es mucho menor de lo que dicen), o los modelos son un desastre completo, y hay que rehacer la ciencia desde el principio (tesis de los escépticos).

Obviamente “el consenso” nunca ha aceptado estos datos, a pesar de que son los datos que hay. Recurren a las incertidumbres (artificialmente), para decir que hay una zona de coinicidencia entre datos y modelos, y que por tanto su frase favorita: los datos no son inconsistentes con nuestra teoría chupi. Incluso últimamente han recurrido a un prodigio (son maestros en prodigios), diciendo que deducen el cambio de temperatura por los cambios en el viento, y con eso rechazan las mediciones directas de temperatura. Suena a coña, pero así es la calentología.

Christy et al 2010 es un avance en esa discusión. No estudian específicamente la zona del teórico e inexistente punto caliente, sino algo más abajo. Pero es lo mismo, porque también más abajo debería de haber una diferencia de mayor calentamiento que en la superficie, y tampoco aparece. Presentan sobre todo dos novedades con las que dicen reducir mucho las incertidumbres. Los últimos datos hasta el momento, y la elección solo de datos que abarquen todo el período de los satélites (31 años). Es por una parte un período suficientemente largo para ser muy significativo, y por otra coincide con el máximo de calentamiento en superficie -con lo que cualquier efecto de ese calentamiento sobre la capa superior debería ser máximo. También descartan la tendencia marcada por el grupo RSS, por desplazamiento no corregido del satélite. Y usan los datos de los globos sonda y del otro equipo de satélite. Siempre en esos 31 años clave.

¿La conclusión? Que los calentólogos se pueden meter la chorrada del viento por do les plazca, y que hay una diferencia entre modelos y realidad incuestionablemente significativa. Puede que este cuadro resumen (nº 10 de la obra) sea fácil de pillar. Miden la “ratio” entre temperatura de superficie y temperatura en la troposfera. Aumento de T en la troposfera partido por el aumento de T en la superficie, para los modelos y para los datos realmente medidos. Si la “ratio” es mayor que uno, la temperatura ha aumentado más en altura; y cuanto más mayor que uno, más. Si es menor que uno, ha aumentado más en la superficie que en la altura, y a los modelos se se les funden los plomos.

Los colorines son míos, para ayudar.

¿Es esto una demostración de que la teoría calentóloga del fin del mundo es un gran error? Pues no, porque los autores no pretenden que su estudio sea definitivo, como hacen siempre los alarmistas. Pero se parece a una prueba como un huevo a otro huevo.

Para los vagos recomiendo al menos las páginas 18, 19, y el primer párrafo de la 20. Fácil y claro.

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