Historia de una no conspiración, o la patata caliente.
El “calentamiento global”, alias “cambio climático”, alias “disrupción climática”, parecía el arma definitiva de la izquierda liberticida. También ellos lo pensaron así. Era perfecta; unía el aura de quien posee la virtud y la razón moral, al miedo de la destrucción del mundo. Solo se trataba de conseguir que la gente se lo creyera.
A primera vista parecería imposible. Hasta que, casi por arte de magia, y sin que nadie se lo haya propuesto, resulta que todas las piezas clave acaban coincidiendo en el interés común de que la bola siga rodando.
En el caso de los políticos, no hay mucho que indagar. Ya desde primero de los Forestales Juveniles de la Mamandurria, se enseña que no hay nada como el miedo y el odio para el buen gobierno del rebaño. Miedo al lobo, miedo al enemigo exterior, odio al enemigo interior, odio al “otro”, miedo y odio al los “malos”, lo que sea. Y el “calentamiento global” produce ambos factores en cantidades superlativas. Miedo al fin del mundo, tan adecuado para los alrededores del cambio de milenio, y odio a los “malos”. Cualquier político con dos dedos de frente, y lo suficientemente desalmado como para tener éxito en política, se sube a a un carro así, a poco que parezca funcionar. Sin siquiera pensarlo.
Para la prensa no hay mejor guión. La lucha épica de la humanidad, nada menos, por su salvación de un peligro inminente y casi insuperable. Contra los malos adecuados: petroleras multinacionales, financieros y especuladores asquerosos, y las ratas marginales y frikis de la sociedad que pretenden defender la libertad del individuo frente a la dictadura colectiva. ¿Quien se puede resistir?
Para el poder, poder, -la pasta-, es un regalo caído del cielo. Una Nueva Economía. Verde que te quiero verde. Nada de tener que preocuparse de la eficacia a la que obligaría un mercado libre; nada de luchar en igualdad de condiciones con los mindundis piojosos que no son nadie. No señor, una nueva economía para insiders y enterados, donde se crea un flujo formidable de dinero público para que funcionen los negocios y las inversiones “guay”. En cristiano: una cantidad increíble de dinero que sale del bolsillo de todos para acabar en el bolsillo de unos pocos. De los listos, de los que “saben”.
Pero esta bola no rodaría si no empieza porque alguien adecuado cuenta el cuento necesario. Le dicen “La Ciencia”, y es una rama hasta hace poco marginal de la ciencia propiamente dicha. Una rama joven, inmadura, que nunca ha producido una predicción de fuste, y que obviamente ignora muchísimo más de lo que sabe. Pero que al crear una película de terror, va viendo cómo cuantos más miembros de esa rama marginal de la ciencia se suman al carro, más dinero y relevancia social consiguen para el conjunto de la trinca. Con lo que la situación inevitable es que quien no se suba a la ola, es un traidor que está perjudicando a los demás miembros del cotarro. Y la conclusión es el “consenso”, que se anuncia tal que así:
De lejos, la película más aterradora que jamás verás.
Pero en este mundo de los imposibles, y los despropósitos, siempre hay lugar para la sopresa. Más aun, parece que solo hay lugar para la sorpresa. Y cuando la aparentemente inimaginable locura colectiva, o necedad colectiva, ya está rodando hacia la victoria, sin la menor traba, surgen de la nada piedras que tienen toda la pinta de poderla parar. La herramienta invencible se ha convertido en una patata caliente, pericolosa.
La opinión pública no se acaba de dejar convencer, a pesar todos los medios de jamada de tarro masiva, y empieza a dar marcha atrás. Y así, cuando Scientific American [-->] trata de darle en los morros a la "hereje" y traidora Judith Curry, con una encuesta, el tiro le sale torcido. Entre sus lectores ...
- El 77% piensa que el cambio climático está producido por causas naturales.
- El 83% opina que el IPCC es una organización corrupta, propensa al gropupthink, y con una intención política.
- El 68% cree que lo que hay que hacer respecto al cambio climático es: nada.