Cancún: los alarmistas ahora piden racionamiento en las naciones industrializadas.
Lo cuenta la corresponsal en Cancún del Telegraph, Louise Gray.
Locos son aquellos a los que les funciona la olla de tal modo que interpretan la realidad de una forma incompatible con la del resto de la humanidad. Y en este sentido, los verdes, y especialmente los científicos verdes, se han vuelto definitivamente majaretas. No parecen querer darse cuenta de que Cancún ha nacido muerto. Ni de que no solo no va a conseguir lo no conseguido en Copenhague, sino que el ambiente es de claro abandono de muchas de las peligrosas pretensiones de cuando Copenhague.
El escándalo del Climategate ha existido, por mucho que nuestros verdes avestruces repitan todo el rato que no es nada. Y la gente en general ha decidido, para estupor de estos fenómenos, que no se puede hacer gran caso de los que se dedican a "repetir el truco de Mann para esconder el declive", "redefinir peer reviewed para que no quepan visiones alternativas", o amenazar a los editores de las revistas científicas con hacerles el vacío en caso de que den cabida a los estudios sin imprimatur. En definitiva, de científicos que se comportan como malditos activistas políticos.
Así que, sin darse cuenta de que el mundo ha cambiado desde 2009, y de que hasta Obama tiene que dar marcha atrás, llegan los majaras a Cancún proponiendo racionamientos tipo Segunda Guerra Mundial en el mundo desarrollado. Con un argumento prototípicamente verde. Parten de la base de tener razón, sin necesidad de demostrarlo. Y a partir de ahí concluyen que va a ser muy difícil que el electorado de Europa y USA vaya a aceptar alegremente una disminución notable del nivel de vida. La solución, a huevo: racionamiento.
No tiene por qué ser dramático, explican. Pueden ser cosas sencillas y razonables, como bajar la calefacción y ponerse más ropa -o una manta, bajar el aire acondicionado y desnudarse, o no usar el coche y cambiar al autobús, según el viejo anhelo ecologista que ¡por fin! pueden llegar a conseguir. O no poder comprar productos que han viajado mucho, o aquellos que necesitan la emisión de mucho carbono para fabricarse.
Tiene gracia. Todas estas cosas las lleva diciendo el verderío más de 30 años. Y ya habían anunciado catástrofes que no han llegado. Muchas. Y ahora vuelven casualmente con las mismas manías, pero con una disculpa que no tiene nada que ver, que no está demostrada sino que tiene toda la pinta de estar equivocada. Y para rematarlo, pillan mintiendo, falseando, y haciendo trampas, a los científicos de los que sale la teoría. Tienen que estar majaras para pensar que les vayamos a hacer caso.
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Fuente, The Telegraph:
Y ante la demencia, el mejor remedio siempre ha sido la sensatez y los pies sobre la tierra:[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=uu9fprxnkEI]