Esos bares ...
Vale, exagero. No puedo hablar de “guerra de papel” ni de “guerra civil sin sangre”, porque es un exabrupto. Pero resulta que tenemos a una parte de la población denunciando a la otra parte, fanatizada desde el gobierno. Asociaciones de consumidores apuntadas al fanatismo, y las primeras hostias que ya han empezado. Y a una ministra dispuesta a “cambiar las costumbres”, induciendo a la delación al que se resista, es de suponer que porque le sale de los cojones.
No deja de tene gracia cómo vemos lo de los bares en España. Unos dicen que en el caso de que se permitieran bares para fumadores, tendría que ser a base de asegurar primero que hay un número suficiente para no fumadores. Y la ministra de los huevos asegura que la prohibición hará que los niños estén mucho mejor en los bares, con el aire más limpio. ¿Estamos todos locos? ¿Que hacemos, contemplar el bar como un derecho? ¿Acabaremos llevando a los niños a las casas de lenocinio, y prohibiendo fumar allí también, con la idea de que son un “espacio público”? ¿Por qué tendría que haber ratio ninguno? Si tiene que haber ratio, entonces el bar es una necesidad, y si en un sitio no hay, acabarían pidiendo que lo monte el ayuntamiento.
Vale, pues definamos. Definamos un radio mínimo sin un bar o restaurante, pero que se parezca al de otros países, y a partir de ahí que cada cual monte lo que quiera, con los elementos de suicidio lento que quiera. Y se puede mejorar. Distingamos entre guarderías con barra, y bares de verdad. Y entre comedores necesarios, y restaurantes de disfrute y placer. Y prohibamos a los mocosos en los bares de verdad y en los restaurantes de placer, donde los niños no son más que un maldito incordio para los que no llevan niños colgados. Y que estos negocios puedan ser a criterio del que lo monta: de fumar o no fumar, de música o no música, o de striptease si le peta. Y cada cual sabrá a dónde va.
¡Joder con los fanáticos de la moralina! ¿Alguien ha visto bares llenos de niños en otro lugar que no sea España? Mucho protestar por el humo con la disculpa de los mocosetes, y luego los meten en los abrevaderos de alcohol, o los enchufan a una máquina de descerebrar como la televisión.
Tal vez la ministra de los cataplines quiera cambiarnos las costumbres, como dice. Y entonces tal vez haya llegado la hora de decirle que se meta sus costumbres por do le quepan.
¿Estamos en una gran crisis, o no estamos? ¿Tenemos un problema formidable de capacidad de generar puestos de trabajo, o no tenemos? ¿Es hora de dedicarse de salir de ese atolladero, o eso hora de enredarse con denuncias o moralina barata? Por cierto, ¿este gobierno que tiene ministras con testículos, incitaba a las denuncias tras los asesinatos de ETA? Ah, entiendo.