A vueltas con las bombillas
Hilarión
Lo reconozco: estoy perplejo con la medida del gobierno de cambiar las lámparas de vapor de sodio del alumbrado de las calles y carreteras por otras de “alta eficiencia”, y cuando acabe se entenderá por qué. El caso es que “opinólogos” y “periolistos”, están sacando humo de las calculadoras haciendo cálculos relacionados con los 110 km/h y han pasado de puntillas sobre este asunto. Han terciado fabricantes, y así Toshiba y Hella alaban y mucho la medidaarrimando el ascua a la sardina de las lámparas de LEDs. Les siguen los corifeos mediáticos de guardia pues todo lo que sean tecnologías de “alta eficiencia” les suena a loable aunque no se sepan el porqué. Otros la han criticado por motivos crematísticos: se va a desperdiciar la vida útil que les quede a las lámparas a cambiar. Mejor esperar a que se fundan para poner las nuevas. Claro que esto se lo he oído a un economista liberal, que como economista y, sobre todo, como liberal se siente competente para analizar la economía y los agujeros negros del universo a la luz de la doctrina de Von Mises sin necesidad de usar la física.
Antes de seguir sería bueno decir algo sobre la noble y compleja ciencia de la iluminación de calles. A cualquiera se le ocurre que las calles no se iluminan poniendo farolas al buen tuntún, sino que la cosa, como todo en esta vida, tiene su ciencia y su cálculo. Hay que conseguir un nivel luminoso mínimo en el suelo que suele tomarse de unas normas del Ministerio de Fomento. Sí, el de Pepiño aunque él no lo sepa. Para obtener ese nivel luminoso hay que tener unas fuentes de luz, las farolas, con lámparas que emitan el flujo luminoso necesario, aunque mejor usemos el lenguaje del pueblo llano y hablemos de “cantidad de luz” aunque no sea muy ortodoxo.
Como soy pelín lento y quizá por ello suspicaz, antes de ponerme a aplaudir también la medida como se me aconsejaba decidí darme un paseo por diversos catálogos de lámparas LED y lo hice en los de Toshiba y Hella dado que son de los que más fuerte aplauden, y ¿qué me encuentro? Pues con lámparas LED para alumbrado de calles de hasta 38 vatios el primero y de hasta 68 el segundo. Dado que por lo común las lámparas de vapor de sodio de nuestras calles suelen ser de 150 o incluso 250 vatios, exclamé ¡Uauuuu, qué ahorro! Claro que un minuto después y pasada la fervorina inicial me pregunté: ahorro sí, pero ver, lo que se dice ver ¿se verá algo? Así que me dije: vamos a comparar la cantidad de luz que dan ambas lámparas con la de una convencional. Indagué en un fabricante conocidillo: OSRAM, y me encuentro que la cantidad de luz que da una lámpara de vapor de sodio alta presión de 150 vatios es 17.000 lúmenes (la unidad de medida del flujo luminoso es el lumen) Y ¿cuánto dan las maravillosas LED de nuestros amigos Toshiba y Hella? Pues la del primero 2.200 lúmenes gastando 32 vatios y la del segundo 5.000 consumiendo 68 vatios. Como es de suponer que la potencia de alumbrado instalada actualmente es la necesaria para tener los niveles de iluminación reglamentados, habrá que ver cuantas LED necesito que para tener la misma cantidad de luz que la contaminadora lámpara convencional de OSRAM. Pues necesito 17.000/2.200 ≈ 8 lámparas de Toshiba y 17.000/5.000 ≈ 4 de Hella, o lo que es lo mismo: tengo que consumir 8 x 32 = 256 y 4 x 68 = 272 vatios respectivamente para tener la misma cantidad de luz que la lámpara convencional, que consume ¡150 vatios! Mi gozo en un pozo, pues ¿dónde está el ahorro? ¿Se comprende ahora mi perplejidad? Pues de esto no se han dado cuenta ni fabricantes aplaudidores, ni plumillas de corte, ni economistas liberales.
Y luego los dineros. Una lámpara convencional como la del ejemplo puede costar 30 € aproximadamente, mientras que la LED está entre 260 y 320 €, pues no se puede hacer una sustitución directa y habría que tirar la luminaria (el recipiente que contiene la lámpara) actual y sustituirla por la de LEDs. Eso sí, la lámpara convencional “solo” dura 28.000 horas mientras que las LED duran 50 y hasta 60.000 horas, entre 1,8 y 2,2 veces más. Estamos salvados.
Y es que desde muy antaño existía una cosa que se llamaba lámpara de alto rendimiento, o de alta emisión, y dentro en esta calificación estaban la lámpara de vapor de sodio, la más eficiente, y la de vapor de sodio a alta presión, de un poco menos rendimiento pero con mejor color, que son las que han alumbrado durante años y alumbran hoy nuestras calles. Es por ello que me he puesto tan latoso con los LED, pues como de lo que hay ahora son las de mejor rendimiento, había que compararlas con algo nuevo y además en cuanto los políticos han hablado de “bajo consumo”, todo el mundo se ha puesto a hablar de los benditos LED. Claro que para un político ¿qué es el alto rendimiento comparado con el “bajo consumo”?
O puede que yo esté equivocado, así que espero que alguien me lo haga ver en este sitio tan aficionado al peer-review.
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Nota: la cosa gráfico-gamberra no es responsabailidad de Hilarión.