¿Intervenir en Libia? Nuevo ridículo del gobierno Zapatero
Álvaro Ballesteros
En El Imparcial [-->]Escribía recientemente Daniel Reboredo en su artículo “Kosovo, ni justicia ni verdad” (El Correo, 25.01.2011) que “la atormentada península balcánica sólo aparece en las páginas de la prensa internacional para plasmar los horrores que allí se cometieron con el consentimiento, cuando no la incitación o la participación directa, de Occidente”.
Una cita que es aplicable, por desgracia, a la mayoría de las regiones en conflicto en el planeta, como Oriente Medio y, más concretamente, Libia en la actualidad, donde Gadafi y las tribus rebeldes alzadas contra él protagonizan un nuevo episodio del nuevo orden mundial en el siglo XXI. Pero Libia no es un escenario nuevo para los horrores y las violaciones de los Derechos Humanos: la represión brutal de la que hace gala Gadafi se lleva materializando desde hace décadas “con el consentimiento, cuando no la incitación o la participación directa, de Occidente”, que no ha tenido nunca reparos en hacer negocios con el mismo Gadafi dictatorial que hoy todos critican, pero que, hasta hace unos días, todos recibían con los brazos abiertos. Todas las capitales, de Washington y Londres a Roma, de Madrid y Paris a Moscu, Ankara o Berlín eligieron hace mucho hacer la vista gorda y apoyar a Gadafi en aras de una estabilidad que beneficiase sus intereses económicos y geoestratégicos a medio plazo. Nada nuevo bajo el sol, por muy repugnante que parezca hoy, a pesar del silencio de décadas de nuestras acomodadas sociedades occidentales.
Hoy, la situación en Libia, el conflicto armado que enfrenta a las tribus del país por el control de los recursos, y la respuesta institucional por parte de Occidente, vuelven a abrir toda una serie de preguntas que nuestros políticos y nuestras sociedades suelen dejarse sin respuesta, crisis tras crisis, potenciando que una y otra vez nuestro rotundo fracaso nos despierte de la siesta que aun nos embarga, mientras hacemos el ridículo, creyéndonos aun que somos dueños y señores del mundo, como hasta hace unas décadas.
Sí, damas y caballeros, el ridículo lo están protagonizando muchos, pero a mí me llama especialmente la atención el que protagoniza el gobierno Zapatero, por ser el nuestro, más que nada: porque es el que costeamos con nuestros mal usados impuestos. Un gobierno reelegido en 2008 a pesar de la retahíla de ridículos similares desde 2004. Un gobierno de políticos localistas que son unos eternos amateurs en política exterior y que se niegan a coordinarse ni lo más mínimo, haciéndonos así quedar como los tontos de la película en el escenario internacional, una y otra vez.
Ignorancia o hipocresía
A finales de febrero de 2011, Trinidad Jiménez se permitía decir a los medios de modo solemne que dada la actual campaña de represión “Gadafi ha perdido toda la legitimidad para seguir al frente de su país”. Interesante diatriba si no fuese un absoluto disparate, porque ¿cuándo ha sido Gadafi un líder legitimo? Un militar golpista que se hace con el poder en 1969 e instaura una dictadura unipersonal mantenida por el constante uso de la violencia contra su pueblo (aunque los medios occidentales mirasen para otro lado durante la durísima represión de los 80 y los 90) ¿puede en algún momento ser un gobernante legítimo? Hasta el propio Zapatero se ha apuntado al carro de pedir democracia a Gadafi, pero se olvida de que él mismo gobierna en Madrid desde 2004 y que nunca pidió al régimen libio nada por el estilo: ni cuando recibió a Gadafi con todos los honores en Moncloa, ni cuando se plantó en Trípoli para visitarlo con una gran sonrisa. ¿Puede dar lecciones, pues, nuestro Primer Ministro a la hora de tratar con dictadores y violadores de los Derechos Humanos? No se preocupen, es una pregunta que tuvo respuesta hace ya mucho.
Y ¿qué decir del hecho de que la gloriosa Trinidad Jiménez haya sido la única líder occidental que haya dado la bienvenida a la propuesta de que Hugo Chávez medie en el pulso entre Gadafi y las tribus rebeldes? ¿O es entre Gadafi y la Comunidad Internacional? Menudo ejemplo de democracia, respeto a la oposición y mediación ha elegido doña Trinidad. Mientras todos los ministros de Exteriores occidentales rechazaban la posibilidad de mediación del dictador venezolano, Trinidad Jiménez volvía a dejar a España a la altura del betún, dando la bienvenida a la propuesta de mediación de Hugo Chávez y demostrando que tanto Madrid como el PSOE son presos absolutos de la política de disparates abanderada por Zapatero desde 2004.
Hipocresía o hipocresía
La Ministra Jiménez tampoco ha sido la única en rasgarse las vestiduras criticando a Gadafi en este nuevo acto teatral. Su antecesor en el show zapateríl, el afable Moratinos, se permitía afirmar (en una entrevista en el diario La Vanguardia, publicada el 27 de febrero) que los países árabes viven una segunda independencia y que la Unión Europea lo que tiene que hacer es acompañarlos, escucharles y apoyar las ansias de libertad. Interesante la visión del ex-Ministro Moratinos que se decide ahora a apoyar las aspiraciones democráticas de los árabes (así, en general), pero que no se ruboriza al haber olvidado durante todo su tiempo en el gobierno de España esas mismas aspiraciones democráticas de venezolanos y cubanos, entre otros. El mismo Moratinos que pedía a la UE que dejase de ver al régimen castrista como una dictadura, pide ahora que la misma UE acompañe las aspiraciones democráticas en el mundo árabe, donde curiosamente las fuerzas opositoras (supuestamente pro-democráticas) están infinitamente menos articuladas que en América Latina. Se ve que el socialista Moratinos no tiene empacho en asumir como propio el discurso de Henry Kissinger. Toda una delicia. Queda claro, pues, que lo de Trinidad Jiménez y lo de Zapatero es pura ignorancia, pero lo de lo Moratinos, es pura hipocresía.
Ignorancia y auto-bombo: la apuesta de Chacón
Para aumentar la sensación de ridículo del gobierno Zapatero ante la crisis de Libia, la Ministra de Defensa Carme Chacón ha decidido iniciar su campaña privada de auto-bombo ante los ojos de Hillary Clinton, y no ha dudado en alentar públicamente una intervención militar bajo bandera de la OTAN en Libia. Muestra la ministra un desconocimiento total de la situación en el país de Gadafi y lo que es más preocupante aún, del funcionamiento de la Comunidad Internacional y de las organizaciones a las que España pertenece.
Como escribió Lluís Foix en su artículo “La digestión de las revueltas” (La Vanguardia, 01.03.2011), en la Libia de hoy “no hay oposición organizada ni un cuerpo de ideas para construir un nuevo orden. Lo que hay son sociedades hartas de sus dirigentes corruptos”. Y es que lo de estar harto de la corrupción da para un amplio consenso que es al mismo tiempo muy frágil cuando se trata de construir una nueva realidad post-Gadafi. Algo esencial a tener en cuenta cuando Chacón se erige en abanderada de una intervención militar de la OTAN en suelo libio: todo un disparate que no haría más que atraer como un imán a miles de combatientes de Al-Qaeda de toda la región que se mueren por darle cera de nuevo a las tropas occidentales, sea donde sea.
Es además muy revelador que la Ministra Chacón, ¿representante del gobierno Zapatero?, se lance públicamente a apoyar la intervención de la OTAN en Libia, minando el papel de la Liga Árabe y de la Unión Africana, organizaciones a las que el propio Zapatero se comprometió a apoyar recientemente. Entonces, señora Chacón, ¿es dulce o salado? ¿Blanco o negro? ¿Apoyamos el desarrollo de la Liga Árabe y de la Unión Africana, o aprovechamos para abogar por una intervención occidental a la primera de cambio? Y nada menos que bajo bandera de la OTAN. ¿Pero es que nadie le ha explicado a esta señora cómo funciona la Alianza Atlántica? Ya debería saber nuestra Ministra de Defensa que sin consenso entre sus 28 aliados, la OTAN no hace nada y ni mucho menos envía tropas a lo que sería un nuevo Irak, como bien recomendaba no hacer George Friedman en su último articulo en el Geopolitical Weekly de la revista especializada STRATFOR. Claro, que se ve que ella no la lee.
Pedía públicamente hace unos días la Ministra Chacón que la ONU autorizase una intervención militar de la OTAN para intervenir en Libia, al tiempo que aseguraba que España la apoyaría. Alguien en su ministerio podía explicarle que no hay visos de que China, Rusia o Francia vayan a apoyar dicha autorización en el Consejo de Seguridad de la ONU, y ni mucho menos hay visos por ningún lado de que los aliados en la OTAN fueran a respaldar el uso de la fuerza para una intervención conjunta en Libia hoy por hoy. Turquía (un aliado de infinitamente mayor peso en la Alianza que la España de Zapatero) ya ha anunciado que se niega a ello. Italia y Francia, ídem de ídem. Los tres (como muchos otros aliados) quieren proteger sus intereses comerciales con Libia, y en el caso de París y Roma, la presencia en sus países de población de origen magrebí supondría que una intervención militar tendría un alto precio político en casa.
Es además como para reír (por no llorar) lo de que la Ministra Chacón abandere la iniciativa de una intervención militar de la OTAN, vista la situación económica de la España de Zapatero, donde las Fuerzas Armadas están con el agua al cuello y sin fondos en muchos casos, como para afrontar una intervención exterior en Libia. Es más surrealista aun si pensamos que tan solo dos días antes del anuncio de Carme Chacón, la Ministra Trinidad Jiménez había públicamente rechazado y negado el apoyo de Madrid a una intervención por el estilo, ante los embajadores de los países árabes reunidos con ella en Madrid. ¿Era consciente de esto la Ministra de Defensa cuando prometía internacionalmente apoyar con medios navales y aéreos españoles una intervención de la OTAN en Libia? ¿Es consciente la Sra. Chacón de que antes de echarse al monte hay primero que acordar las cosas con los aliados y coordinar el discurso en el propio Consejo de Ministros? ¿Representan Trinidad Jiménez y Carme Chacón al mismo gobierno? Si Zapatero, como parece por activa y por pasiva, ha renunciado a coordinar el trabajo y el discurso de sus ministros, ¿a quién le compete hacerlo? ¿A Rubalcaba? ¿A Leire Pajín o a Bibiana Aído? ¿Hasta cuándo vamos a seguir así, en esta espiral de desfachatez e inoperancia, de descoordinación y ridículo? ¿Para cuando un gobierno de España serio?
Sobre este tema, es bueno que no se confunda nadie: doña Carme Chacón sabe muy bien que no tiene ningunas posibilidades de acceder a la Presidencia del Gobierno en 2012. Tampoco tiene ningún deseo de dirigir al PSOE en la oposición durante los largos años en el banquillo que se le avecinan a su partido. Es por ello que la mediática catalana se ha lanzado a una campaña de auto-bombo a atraer la atención de los EE.UU. en la esperanza de que al acabar esta legislatura, Washington apoye su candidatura para algún puesto internacional de relieve. Otro más de los giros inverosímiles de este socialismo español desfigurado desde la llegada de Zapatero a la Moncloa. Mientras nosotros miramos despistados hacia Libia, aquí cada uno va a lo suyo, en este estercolero en que nuestros próceres han convertido la política hispana.
Frivolidad occidental
Personalmente, he de reconocer que no dejo de sorprenderme cuando leo tantas opiniones explicándonos a todos cómo los árabes en general y los libios en concreto están luchando por la libertad y la democracia. No deja de sorprenderme la capacidad de tantos para saber lo que hay en la mente de los líderes tribales y los combatientes libios. El lehendakari López incluso se permitió decir hace unos días eso de que “los vascos somos también libios buscando la libertad”.
Digan lo que digan muchos, las tribus libias están luchando entre sí para hacerse con el poder en el país y acabar con la hegemonía de la tribu de Gadafi. Luchan por el acceso y el control sobre los recursos energéticos y los petrodólares que estos generan. Luchan por imponer su propio liderazgo en ese territorio sin estructura estatal que nosotros denominamos “Libia”. Ondean además la bandera monárquica pre-gadafiana, pero no combaten por la monarquía, ni por la libertad ni por la democracia (ni mucho menos). Luchan, como han hecho durante siglos, por imponer su control a otros y por evitar que otros impongan su control sobre ellos. Lo demás es demagogia y manipulación interesada.
Y entre tanta frivolidad, nuestros poéticos líderes y sus voceros siguen sin tener ni idea de lo que se cuece en Oriente Medio a día de hoy. Lo que parece cada día más claro es que le estamos haciendo el juego al régimen iraní concentrando nuestra mirada tan solo en Libia, mientras todo Oriente Medio se convulsiona y los buques de guerra de Teherán transitan a través del Canal Suez llevando toda suerte de material militar a Siria, con destino a Hamás y Hezbollah, con la promesa de nuevos ataques a Israel.
Falta de estrategia de cara al futuro
Lo que necesitamos desesperadamente y que no se ve (por desgracia) por ningún lado es una estrategia conjunta de de la Comunidad Internacional para hacer frente a lo que está pasando en Oriente Medio, antes de que la agresiva política de unos y de otros nos lleve irremediablemente a una nueva confrontación bélica, que en esta región tendría unas proporciones inimaginables.
En la Primera Guerra Mundial, británicos, franceses, italianos, turcos y árabes se enfrentaron unos contra otros en esta región. El Imperio Otomano se desmoronó tras ser derrotado por las tropas occidentales, los Estados árabes en Oriente Medio vivieron su “risorgimento”, y las potencias occidentales ganaron tanto la guerra como la post-guerra, beneficiándose de la nueva coyuntura geopolítica y de explotación de las materias primas. El escenario hoy es muy distinto: Irán no es el Imperio Otomano, el riesgo de ataques contra Israel es más grave que nunca y las posibilidades de un conflicto de todos contra todos son en este momento muy serias.
Occidente necesita presentar un frente común y crear una estrategia a nivel regional que evite que Irán siga reforzando su posición y la de sus satélites del terror (Hamás, Hezbollah, y grupos salafistas en la región). Necesita también contar con un programa de acción que responda al desafío creado, país por país, de Libia a Egipto, de Yemen a Jordania. Afrontar cada caso concreto solo con una batería de sanciones y con la amenaza de una intervención militar occidental es un puro disparate. Harían bien nuestros líderes en prestar atención al caso de la misión de diplomáticos y militares británicos enviada clandestinamente a Libia la semana pasada, para “coordinar” a los rebeldes anti-Gadafi. Esos mismos rebeldes que apresaron a los diplomáticos y militares británicos, negándose a ser “coordinados” por occidentales, y que expulsaron a los británicos por haber entrado ilegalmente en el país. Una buena lección para los que abanderaban la intervención europea en Libia, imaginándose que las tribus anti-Gadafi iban a dejar que los antiguos poderes coloniales se pusiesen ahora al frente de los rebeldes para dar forma al futuro del país (como proponía, desafortunadamente, el propio Consejo Europeo de Relaciones Internacionales y su investigador principal Daniel Korski).
Interesante también es lo de salir siempre con el tema de las sanciones, cuando está además más que comprobado que las mencionadas sanciones (por sí solas) no funcionarán a la hora de debilitar al régimen (como no funcionaron con Milosevic ni con Lukashenko ni con Ahmadineyad), y solo ahogarán aun más a una población civil ya de por sí maltratada, empujándola hasta posiciones cada vez más radicales.
Y lo de apoyar una intervención “humanitaria” de la OTAN en el escenario libio, como hace Carme Chacón sin que aparentemente se ruborice nadie en el gobierno español, es también una locura. Libia no es Bosnia, aunque así se lo parezca a muchos aprendices de brujo, y el papel de la Alianza Atlántica en este conflicto no tiene nada parecido con el papel que la OTAN asumió en 1995 cuando la presencia de la ONU en Bosnia se vio del todo desbordada por la realidad del conflicto. La OTAN no pinta nada en Libia, ni aunque se ponga la etiqueta humanitaria por delante. Su simple mención en el contexto del norte de África es una irresponsabilidad que solo da alas a los radicales vinculados con Al-Qaeda y con Teherán. Su intervención en Libia provocaría una guerra civil mucho más profunda que la actual, como bien señala el ministro turco de Asuntos Europeos, Egemen Bagis.
La guinda la volvía a poner el surrealista Zapatero, de excursión en Túnez, proponiendo un “Plan Marshall” para Oriente Medio como solución a los problemas de la región. Un “Plan Marshall” en boca de Zapatero que (como escribía Cristina Losada en Libertad Digital) “esperará, supongo, que pague, de nuevo, Washington”, porque visto como ha dejado nuestras finanzas el iluminado de León, no parece que España esté si quiera en condiciones de apoyar dicho “Plan Marshall”. Y es que no deja uno de salir de su asombro estos días: España no podía rescatar a los españolitos atrapados en la crisis en Libia, pero puede ahora pagar los aviones que llevan a su patria a los egipcios residentes en Trípoli. Supongo que este programa de transporte de ciudadanos egipcios será parte de la Alianza de Civilizaciones, como lo fueron antes las gestiones de Moratinos para sacar de la cárcel en Suiza al hijo de ese Gadafi al que Zapatero exige ahora democracia de la fina. Una pena que esto no case con las medidas de ahorro de energía que se quieren imponer en nuestra maltratada España. O tal vez lo de llevar a los ciudadanos egipcios de vuelta a su país sea parte del glorioso programa de la surrealista Unión por el Mediterráneo, para la que tampoco parece haber crisis económica en España, ya que la semana pasada Zapatero autorizó un traspaso de fondos de 20 millones de Euros para dicha organización con sede en Barcelona. Quizás se baja la velocidad a 110 km/h pensando en disparar la recaudación a través de multas y así poder sufragar los proyectos de la Unión por el Mediterráneo. ¿Crisis, quién dijo crisis?
El abuelo de Zapatero
Es también importante intentar ir poniendo las cosas en su sitio antes de que llegue el armagedón, por lo que me atrevo a decir que alguien en Moncloa debería exponer con claridad que no es bueno ir de aquí a allá con la historia del fusilamiento del abuelo de Zapatero: no aporta absolutamente nada ni sirve para entender nada de lo que significa la transición a la democracia. Muestra, eso sí, la escasa profundidad intelectual de nuestro Primer Ministro. Querer explicar a otros pueblos del mundo el valor de la democracia española hablando del abuelo fusilado de Zapatero, es como explicar física quántica a un estudiante de filología griega haciendo referencia a la tabla de multiplicar. Tener un abuelo fusilado en la familia (como tienen tantos que no hacen carrera con él) no da derecho a frivolizar con la democracia ni con la Transición española, por muy Presidente del Gobierno que sea uno, o que quiera llegar a ser.
El cambio de jugadores
Ernesto Pérez Zúñiga escribía …