El rap de Keynes contra Hayek
Hay cosas que me hacen alucinar. Podemos tener una gran pelea a cuenta de los supestos horrores del “cambio climático”, que es algo tan preocupante como hablar del “agua húmeda”. El clima cambia, y el agua moja; ¿y bien? Pero al menos, como esa vaina implica muchas cosas en nuestra vida, por ejemplo empobrecimiento, podemos examinar los argumentos, la ciencia, y señalar con claridad: es una mera especulación que no se ha demostrado, y de momento toda la pinta es que se trate de un error. Y poco a poco se les puede parar los pies a los científicos del “consenso”.
Sin embargo hay otra discusión muchísimo más importante en lo que afecta a nuestras vidas, y nuestras pelas, que ocurre en un plano por completo ajeno al común de los mortales, y aparentemente inalcanzable. Los diosecillos de la economía discuten entre sí, y llevan decenios y decenios sin ponerse de acuerdo, y proponiendo soluciones exactamente contrarias para el mismo problema. Por ejemplo para la crisis de ahora.
¿Tendremos la sensatez de coger ese toro por los cuernos? El bienestar nos va en ello; deberíamos. Y perdida toda esperanza de entrar en los farragosos arcanos de sus explicaciones, solo nos queda la actuación de hombre sensato. Hay posibilidades. Tenemos el laboratorio ante nuestros ojos. Unos están diciendo que hay que gastar, y otros están diciendo que hay que ahorrar. Y las dos cosas no pueden ser ciertas.
Hay países que se están inclinando claramente de uno de los lados, como USA o España. Y países que se están inclinando tímidamente del otro, como Alemania. Basta con mirar a quién le acaba yendo mejor. Aunque eso no nos pueda decir hasta qué punto tienen razón “los austríacos”, porque nadie está practicando sus recetas, si debería de servir para juzgar si los keynesianos son dignos de respeto, o si son dignos del ostracismo eterno. No deberíamos pasar de estar crisis sin resolver ese dilema. Y quedará el consuelo de que ha servido para algo. Pero para eso hace falta una condición previa: pactar que al que salga derrotado se le pone un bozal para siempre, y no se le deja volver a abrir la boca. Que si no, dentro de unos años nos volverán a liar con los prodigios mentales, y estaremos como estamos ahora. Sin saber. No sería serio.
No, no es serio seguir a estas alturas con que si Keynes sí, Keynes no. O sí, o no. Y no parece que se puede dejar que los economistas lo resuelvan ellos solos. No lo hacen. Hay que obligarles a demostrarlo. Pero a porta gayola, y no a toro pasado. Se les pide una predicción, y si se cumple se les sigue escuchando, y le hacemos una estatua a Krugman, y si no los metemos en chirona. ¿Vale?
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Vía: @girauta