La jugada Ansón.
La primera parte es una estrategia posible que se le ocurrió, que yo sepa, a Ansón. La segunda, no. Las dos se basan en aprovechar las peticiones del #15M.
Todo el mundo parece aplaudir, sin más pensar, el cambio de la ley electoral en el sentido de buscar mayor proporcionalidad y representación de los partidos pequeños. Y resulta que hay una forma de lograr eso, sin cambiar la Constitución. Basta aumentar el número de diputados de 350 a 400, que es el margen constitucional. La conclusión es que sube el listón para conseguir una mayoría absoluta, de algo parecido al 42% hasta cerca del 47%, haciendo prácticamente imposible que nadie la consiga. Por cierto, creo que también es una de las brillantes ideas de UPyD, junto a lo del Federalismo de Intensidad Media Cooperativo. Y entonces tendríamos una carrera entre Rubalcaba y Rajoy para ver quien da más a todo tipo de partidos entre separatistas, antisistema, o directamente Chavistas.
La vuelta de tuerca es otra de las demandas del #15M. Que no haya imputados en las listas electorales. Cosa que parecería más propia de sentido común y cultura política que de normativa electoral. Y muy sensata en un país civilizado, en el que la imputación de alguien no depende de los caprichos del Ministro del Interior. Pero ese no es el caso de España, donde Ruby podría conseguir sin el menor problema la imputación de un Francisco de Asís, un poner, o de la mayoría de los cabezas de lista de un partido, con solo dar la orden a la fiscalía, y eligiendo el turno de algún émulo de Garzón, especialista en imputar a quien años más tarde será declarado inocente.
¿Hay alguien capaz de apostar, a la vista de las encuestas, que Faisán el Veraz lo tiene muy crudo para convertirse en el próximo (y probablemente último) presidente del gobierno de España? No seré yo.