El dogma de la democracia
Marod
Desde su desarrollo evolutivo, el ser humano se distingue por su altísimo y complejo grado de socialización que se traduce en organizaciones sociales más completas y desarrolladas que el resto de animales.
Parece fácil concluir la fuerte necesidad humana de crear sociedades que han ido evolucionando y desarrollándose a lo largo de la historia. Desde las primitivas organizaciones tribales hasta los Estados modernos que conocemos hoy, existieron un completo catálogo de distintas organizaciones sociales (desde las “Polis” griegas hasta los Reinos Feudales).
Una sociedad – sea cual sea su forma – se caracteriza por la convivencia de un grupo de individuos que se rige conforme a unas normas, normas que a su vez emanan de los grupos o individuos que las gobiernan.
Como todos sabemos, a lo largo de la historia podemos encontrar multitud de estas formas de gobierno: timocracias, repúblicas, oligarquías, dictaduras, absolutismo, democracia, etc. Todas las formas de gobierno comparten una crítica fundamental que consiste en la legitimidad del poder. Desarrollando este concepto, cabría que se formulasen dos preguntas básicas:
¿Dónde reside la fuente del poder para dictar las normas que rigen una sociedad determinada?
¿Es esa fuente de poder legítima?
Y aquí está el meollo de la cuestión, me explico: En una timocracia la legitimidad del poder reside en la potencia económica, en una oligarquía en la pertenencia a una clase o casta de los individuos, en el absolutismo reside en el poder religioso, en una dictadura en el poder militar. Todas comparten el mismo vicio la legitimidad del poder es injusta por su arbitrariedad. ¿Todas? No, todas menos una… la Democracia moderna, porque en la democracia moderna la legitimidad del poder reside en… ti mi apreciado lector. Sí, sí borra esa sombra de alucinado de tu rostro porque la legitimidad del poder reside en la SOBERANÍA POPULAR.
Y en esto precisamente constituye en mi opinión el dogma de la democracia.
Un poco de teoría del Derecho para que lo veáis más claro. Para los que no conozcáis a Hans Kelsen (principal exponente de la corriente del iuspositivismo) os diré que nuestro actual ordenamiento jurídico (la madre del cordero del Estado de Derecho) no es más que un sistema formal de normas organizadas en una relación jerárquica que termina en lo que Kelsen denominaba “Norma Fundamental”, o sea la Contitución.
Nuestros reglamentos no son válidos por su justicia o injusticia, sino porque los habilita una norma de rango superior (ley), a su vez habilitada por una LO, a su vez los habilitada por Constitución.
Vale, ¿Y qué coño habilita a la Constitución? Los que hayáis pensado la soberanía popular es que me habéis entendido, los que no ruego me disculpéis por no saber explicarlo mejor.
dogma.(Del lat. dogma, y este del gr. δόγμα).1. m. Proposición que se asienta por firme y cierta y como principio innegable de una ciencia.
2. m. Doctrina de Dios revelada por Jesucristo a los hombres y testificada por la Iglesia.
3. m. Fundamento o puntos capitales de todo sistema, ciencia, doctrina o religión.
Bueno, y ¿Quién narices es la Soberanía Popular? ¿Alguien me puede dar su teléfono?, este es el dogma, considerar a la soberanía popular como un ente con sustancialidad y voluntad propia (si se parece a una deidad, no me jodas).
O sea, que yo me entere, hace treinta y pico años unos cuantos millones de administrados de esta finca llamada España votaron SÍ a un texto articulado en 178 artículos (cuyo sistema de revisión es más complicado que darle la B mayúscula del sillón de la Real Academia de la Lengua Española a Belén Esteban), y este acto es la base de legitimidad para que nuestros actual gobierno legisle lo que le salga de las gónadas (arribándose siempre alguna otra voluntad política, claro está); y el único condicionante es que cada 4 años esos millones de administrados digan si prefieren que sea José Luis, Alfredo o Mariano quien se ocupe de sus destinos. Que nadie se pierda en esto, la legitimidad del sistema reside en el primer sí a la Carta Magna, lo de las elecciones cada 4 años es circunstancial.
No quiero que se interprete esto como una renuncia personal a la democracia. Evidentemente, tiene muchas ventajas con respecto a otros regímenes, sin ir más lejos la voluntad individual (libertad de expresión que ahora mismo ejerzo, libertad de pensamiento, de culto, propiedad privada, etc.) es lo más positivo y destaca sobre otras formas de gobierno.
Pero no compremos motos que no andan, la libertad colectiva es un dogma, no tenemos libertad de elegir sobre cuestiones como tributario, organización de Estado, educación, etc. Y no la tenemos porque en cuanto las decisiones trascienden la esfera de lo individual deja de haber una única voluntad, y es cuando las opciones de unos se deben imponer sobre las de otros. Lo que hace la democracia es una magnífica ilusión de que somos realmente nosotros los que decidimos esas cuestiones.
Quizá la iniciativa de “hablar con mi diputado” impulsada en este foro prospere y me tenga que “comer” las 864 palabras de este articulillo de tres al cuarto, pero desgraciadamente creo que tengo razón. El tiempo – como siempre – será nuestro mejor juez.