No era esto
Artículo de Luis Bouza-Brey, del 20-9-2011
Estamos en un momento crítico para el país, en el que tendremos que iniciar nuevos caminos si no queremos pudrirnos del todo en un proceso de descomposición y regresión que puede resultar fatal, principalmente para las generaciones más jóvenes, que se han quedado sin expectativas de vida satisfactoria en todos los sentidos, salvo que acepten el parasitismo con fecha de caducidad como solución vital.
Estamos viviendo una situación de crisis generalizada en todas las dimensiones de nuestra sociedad. Situación de crisis que deriva del agotamiento de nuestro modelo productivo, de la perversión y degeneración del sistema político del 78, y de la parálisis y posible retroceso o descomposición de la Unión Europea, como contexto en el que se definen nuestras relaciones internacionales.
Es cierto que la crisis española es producto en una gran parte de la crisis financiera y económica internacional que estalla con virulencia en el año 2008, pero la incapacidad de nuestro sistema político para hacerle frente ha incrementado la gravedad de la misma en España, que alcanza aquí límites peligrosos a causa de nuestras patologías.
LAS DIMENSIONES DE LA CRISIS
La economía se encuentra bloqueada y sumida en un proceso de depresión que parece no tener remedio en el corto y medio plazo, pues el atraso económico, la falta de creatividad y competitividad, el paro desmesurado, la deuda desbocada, el despilfarro y la corrupción públicas, y la dislocación de sectores importantes para la creación de empleo, como la construcción y las PYMES en general, no podrán solucionarse sin un cambio de raíz y a largo plazo del modelo productivo.
La integración nacional se encuentra en un nivel bajo mínimos y en peligro, debido a las políticas suicidas del Gobierno Zapatero y del PSOE, que han alimentado el cerrilismo, la esquizofrenia paranoide y los impulsos destructivos de los etnonacionalismos, que han traicionado el consenso autonómico constitucional y evolucionado hacia un independentismo que pone en cuestión la unidad, la democracia, y el desarrollo del conjunto del país.
Las vivencias culturales profundas del país se disipan en un marasmo de descreimiento, cinismo, corrupción, desmotivación, nihilismo hedonista, egocentrismo destructivo, relativismo, frivolidad populachera, embotamiento y embrutecimiento moral, que reducen la dimensión motivacional del comportamiento en nuestro país a mínimos históricos.
Si a ello se suma la descomposición del sistema educativo y la degradación del nivel de exigencia medio de las diversas profesiones, la potencialidad regenerativa de nuestro país es insuficiente para impulsar el cambio necesario. Cambio que tampoco parecen capaces de orientar las supuestas élites intelectuales, anquilosadas en estructuras clientelares y corporativas que han esterilizado la creatividad del sector.
Nuestra cultura se caracteriza en estos momentos por un vacío moral destructivo, derivado en parte de una crisis intelectual de las élites, cuyos esquemas interpretativos de la realidad y el rumbo del país son obsoletos, disfuncionales y suicidas.
El sistema político español, lo que podría ser la palanca para enderezar el rumbo y redirigir al país en la buena dirección, está bloqueado, corrompido, degenerado y caduco. Ha vuelto a reproducir las dos patologías descritas por Joaquín Costa, oligarquía y caciquismo, como pautas de funcionamiento del poder político en España, transformándose en un obstáculo para la Regeneración del país. Y lo que tenemos hoy no era lo que se buscaba a comienzos de la transición en el pacto constitucional: una democracia avanzada, estable, integrada y que supiera modificar sus estructuras y objetivos ante los cambios de la sociedad y el contexto internacional. Lo que tenemos es una crisis institucional generalizada, en la que se ha violado repetidamente la Constitución, el país carece de liderazgo y está inmerso en una situación de desgobierno, sometido a las tensiones segregacionistas de los nacionalismos, con el partido gobernante ---el PSOE--- en crisis terminal, y con las autoridades y organizaciones políticas deslegitimadas y atascadas.
El sistema político ha degenerado debido a la perversión, agotamiento y disfuncionalidad de diversos elementos del modelo constitucional:
a) El régimen electoral y participativo, que se diseñó inicialmente con límites prudenciales, a fin de evitar riesgos desestabilizadores, se ha transformado en un elemento destructivo y degenerativo, al impulsar la oligarquización de los representantes políticos, el alejamiento de los ciudadanos de la participación activa en la vida política, y la perversión de la voluntad mayoritaria derivada de un bipartidismo imperfecto e inestable que pone en manos de las minorías independentistas el destino del país.
b) El sistema de gobierno de “democracia de canciller”, junto con el sistema electoral y la dinámica del sistema de partidos, han fomentado un bonapartismo presidencial, que ha eliminado de facto los controles esenciales del sistema parlamentario y sometido a las Cortes y demás órganos de control político al arbitrio de la Presidencia del Gobierno. Si a ello se añade la inepcia prolongada durante los últimos siete años de Rodríguez Zapatero al frente del país, y el sometimiento caudillista del PSOE a sus ocurrencias e incoherencias, las dos últimas legislaturas han hecho más daño a España que alguna de nuestras más graves tragedias históricas.
c) El modelo de funcionamiento del poder jurisdiccional diseñado en la Constitución, con un Tribunal Constitucional designado por mayorías parlamentarias cualificadas y un poder judicial ordinario gobernado por un Consejo General presuntamente independiente, han sido igualmente pervertidos e invadidos por la lucha partidista, reduciendo la independencia de la función jurisdiccional como mecanismo de control de la constitucionalidad y legalidad del poder.
d) El modelo de Estado autonómico de la Constitución, el único de sus componentes que se mantuvo ampliamente abierto a fin de integrar a los nacionalismos periféricos, ha sido pervertido y traicionado por éstos, que con persistencia cerril y taimada, han ido desarticulando el Estado y dirigiéndolo hacia su desintegración mediante decisiones confederalizantes orientadas a conseguir la secesión en el medio plazo.
Las políticas fundamentales del país, las políticas sociales, educativas, energéticas, inmigratorias y anticíclicas se han transformado en inoperantes o contraproducentes para la consecución de los objetivos declarados, agravando la situación de parálisis e indefensión del país frente a la crisis.
La política exterior de las dos últimas legislaturas, caracterizada por la improvisación, la incoherencia y, en momentos críticos, la deslealtad con nuestros aliados, ha desprestigiado a España en la esfera internacional, y nos ha situado en una posición subordinada en las relaciones internacionales.
FIN DE CICLO: ¿HUNDIMIENTO O REGENERACIÓN?
Hemos llegado a un nivel de degradación en el que, o se invierte la tendencia degenerativa, o el país se hunde definitivamente en un caos que puede durar muchos años. Pero invertir la tendencia orientándola hacia la Regeneración no es fácil, pues los actores políticos ---partidos y autoridades--- están bloqueados por ambiciones estrechas, crisis de ideas y estancamiento ideológico, y encerrados en estructuras e instituciones que, como hemos señalado en párrafos anteriores, bloquean el cambio.
La conclusión parece evidente: el proyecto político de la transición ha fracasado, los actores políticos que nos han llevado a esta situación ---la izquierda y los nacionalismos--- están deslegitimados para liderar el cambio, y la sociedad debe manifestar su rechazo hacia estas fuerzas, estancadas en una legitimidad y autoridad autoconcedidas y falsas. Deslegitimada la izquierda, porque se ha atribuido falsamente la representación de los intereses de las clases populares, de la mayoría, conduciendo al país a la ruina, debido a su sectarismo, estancamiento ideológico y oportunismo traidor. Deslegitimados los nacionalismos, porque se han autoconcedido también una legitimidad y autoridad falsas e incoherentes: se han autootorgado el monopolio de la representación del conjunto de sus territorios, pero hacen políticas sectarias, etnicistas y reaccionarias, violando la Constitución y el espíritu democràtico del pacto constitucional. Los nacionalismos han hecho de la necedad virtud, y de la esquizofrenia paranoide la pauta de gobierno y la virtud política esencial de sus sociedades.
La crisis del PSOE está a punto de producirse con el descrédito de Zapatero y una muy probable y rotunda derrota el 20N, quizá similar a la de la UCD de 1982, y eso va a traer consecuencias significativas para el conjunto del sistema de partidos, llevando al PSOE a un proceso radical de refundación o descomposición que repercutirá en nuevos equilibrios del conjunto del sistema. Y este cambio repercutirá a su vez sobre el papel y evolución de los nacionalismos, cuya crisis no debería lógicamente hacerse esperar, por muy impermeables que sean sus subculturas territoriales a la racionalidad, la modernidad y el abandono del cerrilismo.
Pero parece indudable que la prospectiva de hundimiento definitivo o inicio de la Regeneración del país cambiará la estructura del sistema de partidos y las dinámicas de su funcionamiento.
¿Cuáles serán éstas?¿La de una reproducción del bipartidismo imperfecto, hostil y antagónico, con bisagras nacionalistas, de las épocas anteriores, como parecen promover Rubalcaba y el PSOE zapatético?¿La de una amplia y duradera dominación del PP, con crecientes dificultades para la gobernación, como sucederá si no nos esmeramos todos en evitarlo?¿La de un nuevo bipartidismo imperfecto con pequeñas bisagras oportunistas, como la UPD y otras minorías locales?¿La de una Inflación pluripartidista fragmentadora que nos conduzca a una situación de ingobernabilidad?¿O la de un Pacto de Estado que lleve a una coalición constituyente entre el PP y el PSOE, con los actores complementarios que deseen sumarse, a fin de Regenerar el país?
El tiempo, la lucidez y la mayor o menor responsabilidad de los actores políticos irán definiendo la nueva situación, que será de comienzo de la Regeneración o de incremento del caos, por lo que creo que nadie (líderes y actores políticos y sociales, autoridades y electores) debe continuar con el avestrucismo pastelero y cobarde vigente en nuestro país, eludiendo su responsabilidad de enfrentarse al caos y a la degradación de España.
Por ello, y por lo que a mi respecta, vuelvo a reiterar mi
PROPUESTA DE REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA DE ESPAÑA,
Hecha pública en marzo de este año, y que reitero de nuevo, que en esencia consiste en propugnar la necesidad de un Pacto de Estado entre los dos grandes partidos para iniciar un proceso de revisión constitucional y Regeneración del país, cuyos elementos esenciales están constituidos por:
La modificación de la ley electoral a fin de instaurar una fórmula mixta predominantemente mayoritaria; la reforma del sistema de gobierno con el objetivo de incrementar los mecanismos de participación democrática y control sobre el ejecutivo; la reforma de la función jurisdiccional (TC y Poder Judicial ordinario) a fin de incrementar su independencia y eficacia; y, finalmente, la reforma del modelo de Estado autonómico y del Senado, a fin de acabar con la degeneración y descontrol del mismo, puestos en práctica por los nacionalismos periféricos gracias al oportunismo y ceguera de los dos grandes partidos nacionales y el avestrucismo del conjunto de la sociedad.
Las elecciones del 20N nos manifiestan la necesidad de replantearse la situación del país y proponer las transformaciones necesarias: en la economía, en el sistema político, en la sociedad y la cultura, y en la recuperación de una posición internacional digna en una Unión Europa reconstruida.
Este debería ser el momento de enderezar el rumbo del país: Ustedes tienen la voz y el voto para asumir, al menos, la responsabilidad ante nuestros descendientes. No repitan un nuevo 2008.