Enric Juliana, sutileza catalana.
Enric Juliana es un catalá emprenyat (1), y no lo disimula. Y ahora, emprenyado por el asunto de la última sentencia en la guerra de lenguas, arremete contra mi paisano y amigo Fernando García de Cortázar. Por una frase en el Heraldo de Soria, referida a ese chaval actor que recibió un Premio Goya por la película Pa Negre. Y de paso nos da unas cuantas - y sorprendentes- lecciones sobre Cataluña. Una sociedad alérgica a los uniformes, según el autor del que probablemente sea el único “editorial conjunto” conocido después de la muerte de Pol Pot [–>].
Lo de Fernando en El Heraldo era esto:
“No la he visto (la película Pa negre). Pero al hilo de los Goya sí me parece dramático -y si no fuera así, poco respetuoso con un premio nacional- que el niño que recogió el galardón no pudiera expresarse con corrección en español. Nos adentra en ese gran problema que es la agresión al idioma común”.A Juliana le produce tres líneas argumentales muy sutiles. Como tres empreñamientos seguidos. La primera llamar Gran Inquisidor a García de Cortázar, por quintuplicado. Donde uno no se imagina ninguna fobia especial por Espanya en la elección de la metáfora Gran Inquisidor, y su repetición obsesiva. La segunda, relacionar esipritualmente esa inquisición con "la última acometida contra el delicado equilibrio interno catalán". Y la tercera, la inevitable ducha lacrimógena.
Es redondo, como siempre. Inapelable. Hacemos del discrepante en una discusión normal -el cristo de las lenguas- no ya un fascista, sino el mismísimo Torquemada. Creamos la figura del “delicado equilibrio”, que por definición nadie puede tocar sin estropearlo, menos yo. Y lo rematamos con el nada falaz silogismo de que cualquier acto que roce lo que hemos definido como delicado equilibrio ha de ser obra de los comparables a Torquemada. El ultrafascio secular; la maldad por definición. Sólo faltan Franco e Isabel la Católica. ¿Queda algo más que decir? Seguramente ni don Tomás lo hubiera mejorado.
Este señor, Yuliana aquí y en Pekín, acaba de dibujar la radiografía de la barbarie. El fin de cualquier posibilidad de discusión, mediante una metáfora sacada de la gorra (delicado equilibrio), y una descalificación en grado de absoluto del discrepante (¡Torquemadas!). Ya no ha lugar ningún argumento sobre cuánto conviene distorsionar o presionar una sociedad en aras de determinado objetivo; ni cuánto merece la pena pagar por ello; ni cuáles serían las consecuencias de la libertad. Mucho menos se pueden mencionar minucias como el alcance de la ley, la estructura del estado, o mi idea últimamente: puerta a Cataluña, emprenyats o no emprenyats. Sencillamente, el señor salvaje ha establecido la no discutibilidad como sistema, y el “editorial conjunto” como base del debate normal de una sociedad y sus inevitables conflictos. El silencio.
La parte lacrimógena también se las trae. Un pobre niño, nervioso y de Vic, ¿cómo quieren que hable?
No es un patois, un rústico avergonzado de su tierra que llega a Madrid con la boina en la mano. Se expresa con naturalidad y muestra sin rubor los accidentes de la educación bilingüe en CatalunyaDeben ser los accidentes del delicado equilibrio. Y los accidentes de la falta de raciocinio inherente a cualquier mentalidad nacionalista, puesto que la sentencia, que tanto emprenya, parece que lo que busca es un poco de ese bilingüismo que según Yuliana ya tiene la educación en Cataluña. ¿Dónde está entonces la discusión?
Y lo que pasa es que no habla con “descarado acento catalán”, como dice el que odia los uniformes. Todos conocemos montones de catalanes que hablan, con un acento “descarado”, un castellano perfecto. Cuanto más atrás en el tiempo menos acento, porque antes no se consideraba un orgullo la exhibición de la boina, y hoy, curiosamente, sí. No, el niño habla con la nada descarada dificultad del extranjero que ha alcanzado una competencia en la lengua muy loable … para un extranjero. Con 14 años. Cosa que a mi, a estas alturas de la película, y al contrario que a Fernando, me la trae al fresco. Como si quiere no saber español en absoluto. Pero por supuesto es una discusión normal, que se puede y se debe de tener, y que nos hurtan.
Yo creo que el peor problema de la estúpida guerra de lenguas no es el del “idioma común”. Es mucho más grave que para defender esa guerra hay que caer en la barbarie y en el razonamiento cavernario de Enric Juliana. Porque el esquema no se para en lo de las lenguas, cuestión al fin menor, sino que invade todos los resquicios de una sociedad, que acaba como la nuestra. Todo el día mirando el ombligo de si somos galgos o podencos. Para mi que puerta, y a ver si al menos los demás nos podemos salvar. Un país del tamaño de España puede digerir una zona pequeña de tendencias cavernarias, como Vasquilandia, sin caer en la barbarie. Pero Cataluña es demasiado grande. Nos arrastra a todos.
–
Enlaces.
Enric Juliana:
Fernando García de Cortázar: --Notas:
(1) Creo que el término catalá emprenyat lo creó, precisamente, Juliana.