Inés, o los coñazos de los "salvalenguas".
He tenido un intento aparentemente fracasado de discusión con una “salvalenguas” [–>]. Pero ya que me he tomado la molestia y el tiempo de hacerle un planteamiento, pienso que por el mismo precio lo puedo poner aquí también:
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Hola, Inés. Muchas gracias por la respuesta.
El idioma al que te refieres como “el idioma que entiendo”, sólo es uno entre varios idiomas que entiendo. Entre ellos no está el vascuence. Mis antepasados los hablaron, pero dejarlo de transmitirlo, por una decisión libre, hace muchas generaciones. Yo estoy de acuerdo con esa decisión, en lo que me toca. Si no, lo hubiera aprendido libremente.
Verás, no estoy de acuerdo contigo. Es muy fácil largar adjetivos (flojos, tópicos, demagógicos), o juicios (te pudre), o juicios de intención (querer aniquilarlo). Es más difícil, y más valioso, demostrar la correspondencia de esos prodigios con la realidad. No lo has hecho.
Hablar de “sobrevivr”, “vivir”, “necesidades”, etc, de una lengua, no es más que una metáfora. La metáforas se usan para que las mentes simples entiendan abstracciones que de otra forma les cuesta. Pero tienen un peligro: tomadas literalmente, sacan las cosas de quicio, y se llega al absurdo.
Y si nos ponemos en la metáfora de la vida, las lenguas (o la copla) tienen una característica muy especial. No “viven” en su propio cuerpo, sino en cuerpos ajenos. Son, en ese sentido metafórico, como los virus. Y los virus tienen un encaje más que problemático entre los seres vivos. Normalmente no entran en la clasificación. Así que la metáfora, además de metáfora, es muy mala metáfora. Podrías hablar con mucha más propiedad de la “vida y muerte” de una nube, sin que eso te lleve a ningún drama.
En el mundo hay unas seis mil lenguas, y todo el rato está apareciendo y desapareciendo alguna. La tendencia actual es a una disminución notable en su número. Por una razón fundamental: la gente considera que no son necesarias tantas, y deja de usar muchas de ellas. (Ojo: necesarias para las personas, no la tontería de necesarias para las lenguas). Que dejan de ser necesarias (cuando desaparecen) es obvio: nadie se desprende de algo que necesita.
Pero hoy están de moda los “salvadores de lenguas”. Que resultan bastante latosos, porque no se bastan con sus propios recursos para su afición, sino que necesitan usar el cerebro, el tiempo, el esfuerzo, y el dinero de los demás. ¿Te imaginas a un fanático de la copla, obligándote a aprenderlas, a cantarlas, y a subvencionarlas? ¿Te divertiría eso si la copla no te interesa? Pues es lo mismo.
Has mencionado la palabra “aniquilar”, y me adjudicas esa intención. Sorprendente. Yo no quiero aniquilar a nadie. Tampoco a ninguna lengua ni género musical. Sólo quiero que aparezcan o desaparezcan, o sigan como están, en función exclusivamente de lo que libremente decidan sus usuarios (hablantes, o cantantes). En cambio conozco muchos aniquilados (en sentido literal de asesinados) por los amantes del vascuence. Yo que tú tendría un poco de cuidado con las palabras.
En fin, entiendo que esta mentalidad te resulte herética e incomprensible. No eres un caso único. Y estoy convencido que ni siquiera tiene interés por entender. Pero puede ocurrir que alguien que pase por aquí sí quiera una explicación buena. Por eso dejo este breve pero brillante artículo de Kenan Malik, que recomiendo:
Resumiendo. Está muy bien que ames el vascuence, la copla, o lo que se te ocurra. Pero deja de dar la lata a los demás con tu amor.–