La burbuja de la paz
El fin de ETA podía tener dos formas. Podía ser con los asesinos enchironados por mucho tiempo, y sus apoyos sociales desprestigiados y políticamente apestados, y Aralar de referente del independentismo de izquierdas. O bien podía ser con un “momento histórico” de gran felicidad colectiva, en el que tanto ETA como los partidos políticos pueden vender una victoria. Prostitucional por medio, tenemos la peor de las soluciones.
Y el gran argumento, por supuesto, es “la paz”. ¿Quién dijo que Franco estaba muerto? Tras “cuarenta años de paz”, seguimos en lo mismo. La paz es lo más importante; todo por la paz. La burbuja de la paz. Que es el argumento de todo abusón: mira, tengamos la fiesta en paz.
Por “la paz” echaremos pelillos a la mar. Miraremos para otra parte según vayan saliendo etarras de la cárcel mucho antes de tiempo. Nos olvidaremos de preguntar si se persigue y detiene a los que tienen cuentas pendientes. E instalaremos en la mamandurria y en los grandes desfiles a todos esos excarcelados prematuros. Y al que se le ocurra poner un pero será un monstruo que está contra “la paz”.
¿Y bien? Sí, yo estoy contra esa paz; al menos tanto como estuve contra la paz de Franco. La paz no puede serlo todo, porque ese es el principio de la ley del más fuerte. El imperio de la violencia, no de la ley, sino de la sartén por el mango. Lo que les encanta a todos los que mandan, y lo que asegura una sociedad de mierda. Y una sociedad sin libertad, en la que el que consigue el gobierno decidirá lo que debes de pensar, de sentir, qué eres, cuánto has de ganar, y cualquier otra circunstancia de tu triste vida en el rebaño.
Olvidan un argumento de “lógica 101”. Oiga, sí, yo estaré contra esa paz, pero, ¿quien es aquí el que mata? Y sin embargo, como parece que la burbuja de la paz es lo que más mola, se puede apostar que eso es lo que vamos a tener. Hay veces el futuro resulta francamente previsible. Que les den por el saco.