Lecciones de Durban: Era el momento ideal de abandonar Kyoto.
Envidia de Canadá. Un artículo de Lorne Gunter en el National Post (clic).
El gobierno federal acierta de pleno al sacar a Canadá del protocolo de Kyoto.Si el tratado internacional del clima tuvo que ver alguna vez con salvar al planeta del calentamiento global, eso dejó de ser así hace tiempo. Como demuestra el acuerdo final firmado el fin de semana pasado en Durban, en el encuentro sobre el clima de la ONU, el protocolo de Kyoto se trata ahora, principalmente, de castigar a las naciones ricas por ser ricas, y de forzarles a pagar fuertes sumas - hasta 1,6 billón (millón de millones) de dólares al año - a la ONU para redistribución a las naciones pobres (después de, por supuesto, una sana quita para sostener su propia burocracia dispendiadora, su nepotismo, amiguismo, incompetencia y corrupción).
A pesar de todas las promesas hechas en su firma en Japón, en 1997, nunca hubo mucha oportunidad de que el protocolo previniera el cambio climático.
Entre otras cosas, los límites a las emisiones solo se imponían a demasiado pocas naciones. Sólo algunas docenas, de las más de 190 naciones signatarias, acordaron restringir las emisiones. USA nunca lo ratificó. Australia sólo 10 años después. Rusia lo ratificó para que la UE le dejara entrar en la Organización Mundial del Comercio, e inmediatamente pidió (y recibió) una exención de la ONU que le permitía ignorar sus obligaciones.
Otras naciones del Europa Oriental recibieron mucho crédito por reducir sus emisiones cuando sus economías colapsaron tras la caída del comunismo. Las emisions se redujeron porque las industrias cerrraron. No es exactamente un modelo que el resto del mundo pueda seguir.
Las grandes economías en desarrollo, como China, India, Brasil e Indonesia, nunca tuvieron límites. Como son mayores emisores que las naciones desarrolladas por unidad de PIB - y China ya es el mayor emisor absoluto del planeta - siempre iba a ser imposible llegar así a ninguna reducción sustancial de gases invernadero.
Las mejores estimaciones son que si todos los países hubieran cumplido sus objetivos de reducciones, el calentamiento del que avisa la ONU que ocurrirá a final de siglo hubiera ocurrido de cualquier forma, solo que cinco o diez años después.
Lo que resulta fascinante en el nuevo acuerdo de Durban, es que ignora el calentamiento global y el cambio climático en cualquier forma significativa. Sí, la “plataforma” de Durban (el organismo para el futuro acuerdo) menciona el clima y el planeta un montón de veces, pero es muy superficial en lo específico. Mientras el Protocolo de Kyoto original establecía cuánta emisión tenía que reducir cada nación desarrollada - Canadá aceptó reducirlas a un nivel un 6% por debajo de 1990 - el acuerdo de Durban (que es una enmienda de Kyoto) se concentra principalmente en culpar al mundo desarrollado por el cambio climático, y en dictar cuánto dinero de resarcimiento debe pagar. La implicación es que de alguna manera, todo ese dinero - por lo menos 100.000 millones de dólares al año, hasta 1,6 billones - podrá comprar el fin del calentamiento global.
A cambio, las naciones en desarrollo acordaron atarse con unos objetivos de emisiones en algún tratado futuro que estará negociado para 2015. La pera limonera.
Entre páginas y páginas de galimatías “verde” sobre no “mercantilizar” la naturaleza, y de respetar y defender los “derechos de la Madre Tierra”, para asegurar “la armonía entre la humanidad y la naturaleza”, y sobre suprimir todo el gasto en defensa, seguridad nacional, y guerras, la ONU muestra su agenda real - sangrar a los países ricos.
A lo largo del documento hay referencias de cómo las naciones desarrolladas han causado el cambio climático con sus emisiones pasadas, así que es cosa suya resolver el problema reduciendo sus emisiones en un 50% durante los próximos ocho años, y “más del 100%” (¿quien les ensaña matemáticas?) para 2050. A las naciones en desarrollo se les permite seguir aumentando sus emisiones hasta que se llegue a un nuevo acuerdo, asumiendo que habrá alguno alguna vez.
Y para el próximo encuentro del año que viene, en Qatar, se supone que los delegados desarrollarán un plan para una Corte de Justicia Climática Internacional, que tendrá el poder de imponer multas a las naciones desarrolladas - y sólo a las naciones desarrolladas - que no cumplan con “todas las provisiones de esta decisión”.
Esto puede que les parezca un logro a los delegados que han estado encerrados juntos en en reuniones unos con otros durante los últimos 16 años, pero es un sinsentido científico y un absurdo económico. Ottawa tiene razón en apartarse.
Lorne Gunter, National Post.
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