El contrato social y los alegres liberales.
Uno de mis problemas con los liberales - con los que por espíritu tendería a alinearme - es que simplifican demasiado, y te acaban contando cuentos chinos.
Un ejemplo [-->]:
El contrato social es la idea de que los ciudadanos que viven en un país deben obedecer al gobierno. Y que permanecer en el país, teniendo derecho a voto, constituye una especie de "contrato" voluntario entre el ciudadano y el gobierno. Por tanto ...Por tanto (en resumen), ni es contrato, ni es moral, ni es aceptable. El problema es que aunque esa puede ser perfectamente la idea del "contrato social", el vídeo no nos explica quién defiende esa idea, ni qué es lo que esa idea soporta. Cuando te meten en la cárcel, ni el poli ni el juez alegan tal contrato, sino una ley, y como te muevas, un disparo.
Se supone que esa tesis del contrato social pretende ser una explicación de la autoridad política y del orden social. En Wikipedia lo explican así:
El contrato social, como teoría política, explica, entre otras cosas, el origen y propósito del Estado y de los derechos humanos. La esencia de la teoría (cuya formulación más conocida es la propuesta por Jean-Jacques Rousseau) es la siguiente: para vivir en sociedad, los seres humanos acuerdan un contrato social implícito, que les otorga ciertos derechos a cambio de abandonar la libertad de la que dispondrían en estado de naturaleza. [-->]
Que parte, implícitamente, de un supuesto perfectamente falso. Que un grupo de hombres se reunió un día y, pensando que vivirían mejor bajo un estado, lo crearon. Y lo basaron en ese "contrato". Y que los demás hombres, al ver que funcionaba, lo copiaron. Lo que hace un estupenda disculpa para que los liberales más racionalistas apunten a que ese contrato se puede romper, como cualquier otro contrato. (Nota: no recuerdo quien definió el racionalismo como el ejercicio por el cual se concluye que la sopa de rosas es una idea brillante, teniendo en cuenta que las rosas huelen muy bien).Sería un razonamiento muy útil si fueran capaces de presentar un solo caso en el que un grupo humano se haya organizado de forma voluntaria en un estado, porque iban a vivir mejor. Pero conocemos suficientes casos de sociedades de cazadores a los que se les han hecho propuestas semejantes, y se morían de la risa. Por ejemplo, indios de las praderas y aborígenes australianos. La respuesta era invariable: ¿¿Mande?? ¿Cambiar la caza y el vagabundeo, por atarme a un sitio y trabajar todos los días, un montón de horas, en algo que no me apetece hacer? ¿Y dice usted que me va a dar muchas “cosas” que no necesito? ¿Se ha vuelto loco? Sería como proponerle a un lobo que se haga perro.
Que se sepa, y que se pueda imaginar, la creación de estados es el paso de bandas de cazadores a agricultores asentados. De comedores de carne a comedores de grano. Y como el grano necesita organizar la tierra, y regar, y graneros, y herramientas, y la protección de todo eso, se acaba en un estado. Donde la autoridad política y el orden social no vienen de contrato alguno, sino de la fuerza del grupo que mejor se lo monta. Que a su vez, y como es natural, abusa de su poder tanto como puede, idealmente sin traspasar el límite de que ese abuso se vuelva tan insoportable que dispare una revolución y un cambio de grupo de poder. “Insoportable” es una cantidad variable, y va en función directa de la capacidad de presión del poder (fuerza bruta), y en función inversa de las alternativas (revolución, traslado, etc).
Ya no tenemos a nuestro alcance ninguna zona donde pudiéramos llevar una “vida natural”. Y con lo mal acostumbrados que estamos, lo normal es que ni siquiera nos apeteciera. Sería como proponerle a un perro que se haga lobo. Así que no hay nada que se parezca a un contrato social. El estado es algo de lo que se parte, e inevitable. Aunque sí se puede pensar que, como toda organización, tenderá a extenderse más allá de lo que la hace necesaria, para disfrute y abuso de sus gestores. Y que una sociedad inteligente y eficaz será la que controle ese desmadre.
Ojo: una sociedad … controle. El individuo no puede controlar nada. No somos gorilas, ni venados. Nuestra ley no es la ley del más fuerte, sino la del grupo más fuerte. Y ese es el talón de aquiles del liberalismo racionalista (las rosas, etc). Que siendo una filosofía del individualismo (la libertad), no puede ganar la lucha por el procedimiento que defiende. ¿Perros, y liberales? Hmmm …
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