¿Y si nos dejamos de elefantes e intentamos sacarle partido a la monarquía?
Bien, vale, todos estamos muy entretenidos con las trompas y cuernos de la familia real. Y haciendo chistes muy ingeniosos.
Pero posiblemente le estamos pidiendo demasiado al invento. Imaginad. Se le pide a un tipo, al que no se le ha dado una educación de budista zen, que dedique su vida entera a hacer de florero. Y en un país que tiene como ejemplos más visibles y más populares toda esa colección de monstruitos que salen por la telebasura. Y para redondear la jugada, hacemos de la figura del rey el perfecto irresponsable (no se le pueden pedir cuentas). ¿Qué queremos que salga de la coctelera?En el mejor de los casos, un monigote manejado por los partidos políticos. En el caso más probable, el mismo monigote manejado por el PSOE. Y en ambos, el inevitable añadido del esperpento propio de la telebasura que conforma y muestra nuestro espíritu colectivo. Y sobre lo de la pasta, solo faltaba pedirle al símbolo de la cleptocracia (el estado, al fin) un comportamiento contrario al leimotiv del sistema. Haría muy raro. El rey representa al estado, y el estado está secuestrado como herramienta de los partidos para sacarle impunemente el parné a la chiquillería.
Y sin embargo, hay soluciones para matar los dos pájaros de un tiro. (Pájaros, no elefantes). El pájaro florero, y el pájaro del abuso del estado por los partidos - como si fuera su chiringuito particular.
El rey simboliza al estado. También es, al menos honorariamente, el jefe de sus fuerzas militares. Y no por casualidad. Es la fuerza del estado. Y se trata de disimular como que hay algo por encima del jefe de gobierno, y menos partidista. Bien, pues una posibilidad sería cambiar el disimulo por una realidad, y extender la idea que se aplica a la fuerza del estado, al estado entero. Algo así como el rey de jefe de la función pública. A la que podríamos pasar a llamar “servicio público”, a la inglesa, en la vana esperanza de que alguien pille la idea.
¿Que ganaríamos? Nos quitaríamos el cachondeo de que cada cambio de partido en el gobierno haga cambiar toda la cúpula de la funcionariado, en todos los ministerios, y hasta en la policía. Nos quitaríamos de encima el que los políticos le puedan obligar a los funcionarios a portarse mal, porque su ascenso depende de ellos. Y nos quitaríamos un montón de corrupción y atropellos jurídicos, porque la mafia tendría las garras fuera de estado.
Por supuesto que los políticos decidirían la política que se sigue, en función de las elecciones. Pero no decidirían quien lo hace, ni remotamente que lo hagan fuera de la ley. Y hablando de separación de poderes, no parece que convenga pararse en los jueces, olvidando el abuso constante del estado que hacen los gobiernos.
¿Como se le da forma a eso? Doctores tiene la iglesia. Pero se trataía de crear una figura ajena a la lucha partidista, especializada y preparada para el caso, y con un Consejo competente. Algo como un Consejo General de la Función Pública, no elegido por el parlamento, para establecer el funcionamiento, ascensos, y todas las vicisitudes de los funcionarios. Que sería tan responsable como el primero, puesto que no estaría al margen de la ley. Pero sus decisiones, con su Consejo - que serían solo para el funcionamiento del servicio público, y no relacionadas con la política - serían tan inapelables y respetadas como en la judicatura las del Supremo. Y por supuesto, nada de cargos de confianza, que donde hay confianza, da asco.
A cambio, le podríamos dar una vida como de rey, y dejarle cazar elefantes, corinas, o lo que le salga de los cojones. No sería un símbolo del estado; sería su cabeza en todos los sentidos. Y no sería ninguna broma el servicio que nos iba a dar, ni la cantidad de mierda que nos podríamos quitar de encima. O si no, también podemos seguir con la telebasura, ya que estamos tan enganchados.
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Añadido (en vista de las noticias del día):
¿Y las comisiones, y otros Urdanpillines? Bueno, es que yo estaba hablando en general, no necesariamente de Mogambo.