¿De verdad que ha muerto Franco?
Pero los lloricas pasan de cualquier pensamiento que pueda acercarles a algo que se parezca -así sea remotamente- a una autocrítica. Huyen incluso de la memoria. ¿Enrojecerían si por una chiripa se acordaran de ellos mismos, en los años 70, lloriqueando por el derecho a ser educados en la lengua materna? Pues alucina, vecina, porque entonces tenían ese derecho por sagrado, y te lloraban en todas las esquinas para darte pena. Aunque tampoco es que tuvieran que esforzarse mucho con la catarata de lágrimas. Todo el mundo dijo que sí, sin más pensar. Pero les va la marcha, y ellos seguían llorando a pesar de que les dijeran que sí. Debe ser que ya entonces estaban pensando: más caño, más teta. Y se profesionalizaron.
Y, claro, ahora estamos en que aquel derecho sagrado ha dejado de serlo, para pasar a ser una agresión a Cataluña. Porque de pedir poder estudiar en catalán, hemos pasado a exigir poder prohibir estudiar en castellano. ¡Tócate los cojones, Mariloli! Franco no era malo por lo que hacía Franco, sino porque lo aplicaba con la lengua incorrecta. Por lo demás, se ve que lo que querían los llorones cuando Franco no era acabar con Franco (no había huevos), sino poder ser como Franco. El sagrado derecho de que mi ideología e identidad (sea lo que sea esa mierda) lo sean de toda la sociedad. Fenómeno también conocido como totalitarismo.
Y ahora es cuando se me enfadan. Puede ser al estilo de la ordinaria Rahola, experta en telebasura y en gresca de patio de corrala medieval.
Es lo que tiene la superioridad cultural. O puede ser al estilo llorica del pacifista imaginario. El alegre buenismo europeo no se da cuenta de que hay pocas culturas en el mundo más agresivas que la de los santones hindúes. Solo hay que contar los litros de sangre. Más aun que cuando los segadores de cabezas. Y tampoco se dan cuenta que probablemente la agresión más sutil que se ha inventado en el mundo es la de Gandhi. Pero para que funcione hay que tener esa sutileza que tenía Mohandas. La copia palestina de mandar a los niños propios por delante produce el efecto contrario. Asco. Como la copia nacionata de llorar porque no les dejan ser como Franco produce carcajada.
Lo curioso es que con lo de Wert ni siquiera estamos hablando del mayor pecado y herejía con el que se les puede “agredir” a estos franquitos. No hablamos de libertad. Eso es tan inimaginable en el PP como en los llorones. Nada de que ante el desacuerdo irresoluble dejemos que cada cual elija la lengua que prefiere o le conviene. A Wert solo se le ha ocurrido la barbaridad de que la escuela refleje la realidad idiomática de la sociedad, y se estudie en lo que se habla, sin libertad de elegir. No quiero ni imaginar la que hubieran montado los llorones pacifistas si Wert, aunque fuera por equivocación, hubiera propuesto una opción de libertad.
A todas estas, casi cinco millones de parados. Pero la gran discusión es si somos galgos o podencos. O zopencos.