El Diputado de distrito
Octavio
El actual sistema de monarquía parlamentaria se sustenta en una falacia, una excusa y una herramienta que sustenta ambas.- La falacia es que los Diputados y Senadores representan al pueblo español. (Art. 66.1 CE).
- La excusa, es la falta de imperatividad del mandato (art. 66.2 CE).
- La herramienta, las provincia como circunscripción electoral y la proporcionalidad que degenera en las listas de partido (arts. 68 y 69 CE).
Este razonamiento es utilizado a su vez por esta última organización (y también por IU y otros) para sustenta una nueva falacia añadida, la de que un aumento de parlamentarios a nivel nacional aumenta la proporcionalidad y este aumento a su vez, la representatividad.
El sistema no es más representativo por añadir más culiparlantes, solo hay que dividir el número de diputados entre el número de electores para darse cuenta que un aumento de parlamentarios no aumenta significativamente el porcentaje que estos representan sobre la población. (350/40.000.000 o 400 / 40.000.000).
La verdadera revolución democrática está en el cambio de herramienta, y la formula, la que plantea SCD, la elección directa del Presidente, de los Alcaldes, en resumen, la elección directa de los cargos representativos por el sistema mayoritario a doble vuelta añadido al establecimiento de circunscripciones homogéneas en cuanto al número de habitantes que las conforman “el distrito” que cifro en 150.000 habitantes pero pueden ser más o menos. Tomando esta cifra, el ratio de representatividad es de 1/150.000.
Se terminaron las excusas. La inoperatividad absoluta del mandato representativo es inviable por ineficaz, pero esto no puede servir para que, como hasta ahora, los programas y las promesas sean, como dijo un político relevante de la transición, “para incumplirlas”.
Estableciendo circunscripciones electores uninominales, se puede establecer el sistema que permite la mayor imperatividad del mandato, “ la revocatoria de mandato”. Ante incumplimientos electorales tales que desvirtúan totalmente el sentido del voto emitido, la ciudadanía contaría con darle al represéntate, la respuesta adecuada…”fuera…el siguiente”.
El fin de la falacia. La democracia no puede evitar (o no siempre) que una parte de la población elija a quien considere oportuno, aunque el elegido tenga una catadura moral tan baja que sea incapaz de condenar el asesinato de inocentes, pero al menos a nivel colectivo y con carácter formal, los demás no tendremos que sufrir el oprobio de tener que considerarlos “nuestros” representantes. Y a nivel individual, cada uno de nosotros sabremos a quien elegimos realmente y este, a su vez, a quien debe su elección y obrará en consecuencia.
Me diréis que todo es teoría y que no tiene fundamento si no se tiene posibilidad por nuestra parte de establecer el modelo. No es cierto, podemos establecer el modelo en nuestras estructuras internas e intentar exportarlo. La base para el diputado de distrito serían los ayuntamientos de más de 150.000 habitantes, las provincias pequeñas en cuanto a número de habitantes, las comarcas con ese número de habitantes y los distritos municipales de las grandes ciudades… y nuestros candidatos lo serán en principio , por esas circunscripciones pero con aquella finalidad.
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Original en SCD: