No es que los políticos sean chorizos.
Me tropiezo con esta imagen, completamente normal, al primer vistazo matutino a Twitter.
Últimamente la casta política no es muy popular. Por el mangui. Nadie les aplaude. La única discusión es si los políticos son más chorizos que el común, como si fueran una raza aparte, y degenerada, o si son seres normales que viven en una cloaca más guarra. Una cuestión sin duda de gran interés académico, pero tal vez una manera de desenfocar el problema. Tanto centrarse en la pasta, que si Barcy 20, EREs 1.000, Pujolandia ni se sabe, etc, da la impresión de que el robo es único problema de la política española. La única aberración. Somos chorizos. Y así no se puede saber si acaso no hay otras aberraciones comparables, con una causa que se pueda considerar común con el choriceo. Sería importante, porque nada como conocer la causa para poder empezar a paliar el problema. Imaginemos que no es que los políticos sean chorizos, sino que todos somos cafres y ellos simplemente están más cerca del dinero. ¿No podría ser?
Yo creo que la foto de arriba nos da una pista.No guste o no, los partidos políticos son una parte clave y muy sensible del sistema que tenemos:
CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA: ARTÍCULO 6
Artículo 6
Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos.
Una manifestación delante de la sede de un partido político es, por definición, una aberración en el sistema que tenemos. Si tenemos un sistema imaginariamente basado en el pluralismo político y la voluntad popular, y la expresión de esos fenómenos ocurre a través de los partidos políticos, cualquier presión sobre los partidos es una presión sobre el pluralismo y la voluntad popular. De cajón, vaya. Es un ataque a la esencia del sistema.Un partido de fútbol tiene sus normas. Sin ellas, sería otra cosa distinta. Y cuando un jugador le arrea patadas a las rodillas de los jugadores del otro equipo, le echan del campo para que se le pase la afición. Es la única manera de que el partido siga siendo un partido de fútbol, en vez de -por ejemplo- una disputa entre dos bandas de delincuentes juveniles. Lo curioso es que esta mentalidad la entienden todos los aficionados a ese deporte que no destaca precisamente por su elegancia, pero no conseguimos entender el mismo esquema si lo trasladamos a la política. ¿Cómo puede nadie protestar airadamente porque manguen pasta, cuando está aplaudiendo un ataque frontal al fundamento que sostiene el sistema? El resultado es inevitable.
- Etarras en las instituciones.
- Parabién judicial al asalto de supermercados y amenazas a sus trabajadores, porque se trata de la "presión ambiental típica de un piquete de huelga".
- La mayoría en el parlamento puede impedir una investigación parlamentaria de los actos del gobierno nombrado por esa mayoría. El último, el PP con la amnistía fiscal y Bárcenas.
- Los partidos convocan y jalean manifestaciones contra los otros partidos, incluso en plenas elecciones.
Pero, según el ambiente que circula, aquí el problema es que los políticos "son" chorizos. Una tara genética, o algo así, y todo se arregla cambiando de políticos. Acojonante. O LOGSE.O igual no es que “sean” chorizos, sino que “somos” cafres. Digo. ¿Por qué no pensarlo?