Los EREs también eran por "la paz".
Paz empieza a ser una de las palabras más peligrosas del diccionario. Si se pronuncia en Vasquilandia quiere decir que tienes que tragar las aberraciones políticas y morales nazionatas. Y además, que tienes que aguantar el insulto a tus muertos asesinados, porque son poco menos que culpables de haber sido asesinados. Según explica -sin cortarse- esa angelical criatura que responde al nombre de Laura Mintegi.
La juez Alaya nos muestra ahora la versión de Andalucía. El “puzzle” empieza a encajar. Allí la paz es “paz social”, y el truco consiste en que Griñán (Hacienda) aumenta espectacularmente los fondos de reptiles, que nadie puede controlar ni preguntar. Y una vez son opacos, se convierten en sobres debajo de las camas, en espera de hacer su camino hacia los bolsillos de todos esos agentes políticos y sociales (y los “conseguidores”) que traen esa ansiada “paz”.
En resumen: Para estos anormales que no paran de hablar de paz y de convivencia, “paz” es asesinar, o blanquear asesinatos. Es permitir que los más bestias impongan sus locuras, silenciando a los críticos. Y es robar a mansalva, con la caradura añadida de darle nombres poéticos al robo.
Algo huele a podrido en el reino de “la paz”. Resulta francamente difícil distinguirlo de la mafia.