Twitter, y luego un tal Sostres.
Ustedes me disculpen que haga una entrada basada en un fulano irrelevante, cuya única labor conocida es hablar de sí mismo, tratar de llamar la atención, y convencer al respetable -contra toda evidencia- de que forma parte de una élite imaginaria que podemos suponer basada en el eructo. Se llama Salvador Sostres, escribe en El Mundo, y se le ha indigestado Twitter. Pero no se trata de hablar de Sostres, que curiosamente llama carne amontonada ¡a los demás!, sino de Twitter. Aprovechando a la estilizada y elegante figura, ya que pasa por Twitter y da que hablar. Y de élites, por el mismo motivo.
Una composición entre su presentación al mundo en su página del periódico, y la de la red social. Y un par de ejemplos de lo que se encuentra uno entre los primeros resultados, al buscar por [sostres+twitter].
Pura élite, como se puede ver. Sin embargo, en su despedida de ese medio de comunicación que considera lleno de chusma, opina que sus usuarios son, básicamente,
toda clase de tarados, perturbados, cobardes, resentidos, solitarios y dementes esparcen su enfermedad, su retraso, su locura indigente. Perdidos entre la jauría, hay algunas personas amables y enteras, que poco a poco van marchándose cuando se dan cuenta de para qué y para quienes sirve el invento. [-->]
Sorprendente. Parece que el esforzado sabio no había llegado a comprender la posibilidad de que Twitter sirva para escuchar, además de morder. Repito: todo lo que había encontrado el tal Sostres para seguir (escuchar) en Twitter ha sido ¡siete personas!
Eso sí, le daba tiempo para enzarzarse a insultos con empleadas de FNAC. Chacha new age, le llama el lord inglés. Además de mil otras lindezas [-->], sin comprender que un lord jamás tendría una gresca con una empleada doméstica. Sería, ¿cómo decirlo?, repugnantemente ordinario.
Tampoco es el primer periodista en meter la pata en Twitter.
La diferencia es que Grunwald sigue [-->] a 338 (una cifra manejable), entre los que por supuesto abundan periodistas y políticos, pero también muchos especialistas relacionados con la industria de la "energía verde". Y se disculpa cuando mete la pata. En vez de irse, airado, de Twitter.
Los que saben de algo, usan Twitter para seguir a otra gente que sabe de lo mismo, y mantenerse al día. A menudo también siguen a los que saben de cosas de su interés, pero no de su especialidad. Los que no escuchan, que probablemente no saben de nada, no se dan cuenta de esa opción. Y tampoco les serviría, si no tienen nada que aprender. Normalmente se les considera asnos.
El asno, claro, opina lo contrario:
Las personas normales no pueden estar en Twitter, por el mismo motivo que no están yendo y viniendo con el ganado. La distancia es una higiene. Sólo se puede estar en Twitter como estrategia comercial, para captar una determinada cuota de mercado.
Dejemos atrás la especulación sobre si Sostres es una persona normal. Sería demasiado deprimente pensarlo. El quid está en si lo normal es una comunicación en los dos sentidos, o solo yo yo yo. Y vemos que, en efecto, yo yo yo no puede estar en Twitter. Y menos cuando escribir es buscarse problemas. No tiene ningún sentido la herramienta, si se plantea así. Y claro, se van. Por higiene. Por la higiene de Twitter.
Adéu, Salva.