¿Y dónde figura exactamente ese curioso "derecho a decidir"?
En España -básicamente un circo de payasos con una pintura de estado por encima- es frecuente que los cuentos chinos tengan mucho más peso que lo que existe realmente. Imaginamos una majadería, una idea que suena bonita -mientras no la analicemos-, y a base de repetirla una y otra vez acaba adquiriendo más presencia y más peso que siglos y toneladas de realidad. Por ejemplo, el “derecho a decidir”.
Mira la chorrada. Has perdido la chaveta por Fuencisla, mágica mocita que ha aparecido por tu vecindario. Y te pones a hablar del “derecho a follar”. ¿Perdón? O te pones a hablar del “derecho a transitar” cada vez que encuentras un “prohibido el paso”. ¿Y qué tal el “derecho a cantar”, por ejemplo en un bar? ¿O el “derecho a comer”, si estás en un palco en la ópera?
Yo creía que el padre de la majadería había sido el vascopiteco. Pero puede que fuera el fet diferencial. Así lo saca García Domínguez en Libertad Digital:
"Eso del derecho a decidir es una chorrada que nos inventamos para no mentar la autodeterminación, que es de lo que se trata. Y punto pelota". La confesión se le escapó ayer a Agustí Colomines, presidente de la fundación de Convergencia Democrática de Cataluña cuando el saqueo del Palau de la Música e ideólogo de cabecera de Artur Mas.
No hacía falta que se le escapara. Está por escrito, y es bastante sencillo. El derecho de autodeterminación tiene una circunstancias y ámbitos de aplicación muy definidos en los precedentes de la práctica internacional, y no le afectarían a Diferentuña ni a Vascopitecolandia ni de broma. Hace falta un problema de colonización, de conflicto internacional reconocido, etc, que no se dan. Primero intentaron hacerse pasar por una colonia de Castilla, en un ataque de humildad verdaderamente digno de admiración. O al menos de sorpresa. Pero se encontraron que en vez de despertar entusiasmo, esa idea provocaba carcajadas. Así que se inventaron un nuevo derecho.estem parlant d’un nou concepte, d’un neologisme, però podem omplir-lo de contingut ...Ojo, que tiene una características bastante particulares este derecho recién imaginado. Dicen que se trata de un principio de "radicalismo democrático". En realidad consiste en dos pasos. Inventarse un "demos" con la disculpa de la existencia de un parlamento, y establecer la dictadura de la mayoría, sin derechos inalienables ni de las minorías ni de los individuos. Estrictamente, negar tanto el federalismo como la democracia liberal, con la disculpa de una pesadilla que llaman "radicalismo democrático" (*). Lo explica el profesor de Ciencia Política de la Universidad Pompeu Fabra Jaume López Hernández -un conocido activista independentista- sin necesidad de que se le "escape" nada en un plató de TV: En resumen. El "derecho a decidir" no figura en parte alguna. Es, literalmente, la chorrada que dice Colomines. Y es chorrada por lo que expresa la famosa Clarity Act del Tribunal Supremo de Canadá. Si hablamos de un "derecho democrático", no pueden saltarse los derechos de las nuevas minorías que generen, por muy "radical" que le llamen a ese derecho. La "democracia radical" es una no-democracia.
Tiene otra particularidad. Tal y como lo presentan los politólogos separatas catalanes, el “derecho a decidir” supondría el derecho a separarse de Vasquilandia, en su caso, a las provincias que la forman. Tienen parlamentos. Que es la “situación de facto” -no interpretativa- que alegan para llenar de contenido ese derecho imaginario.
Otro día intentaremos estudiar cómo lo plantea el politólogo vascopiteco.
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Notas:
(*) El dret de decidir, per tant, se centra en un principi de radicalisme democràtic. Si abans un dels problemes fonamentals als quals s’havia de fer front era l’existència, o no existència, de conflicte internacionalment reconegut entre dues comunitats nacionals, ara el problema fonamental és un altre: qui ha de votar, qui conforma el col·lectiu sobre el qual s’estableix la decisió. Qui pot votar per prendre aquesta decisió no restringida? És a dir, qui conforma el que en ciència política anomenem el demos. D’acord amb el principi del dret a decidir, un demos (una comunitat sobre la qual s’aplica alguna versió d’una regla de la majoria per prendre decisions col·lectives) ha de poder decidir sobre qualsevol cosa, sense restriccions d’entrada o preexistents.
Cal remarcar que aquí no s’està parlant necessàriament de nació (ni tampoc de poble): s’està parlant de ciutadans que tenen dret a decidir perquè la decisió els afecta i que, a través d’altre tipus de decisions democràtiques ja formen una comunitat de decisió, el que dota d’unes certes bases objectives la definició del demos. El reconeixement d’un àmbit de sobirania col·lectiva a través de la celebració d’eleccions no és una entelèquia, és una realitat. Per exemple, en el cas català, és una realitat que existeix un Parlament de la comunitat autònoma de Catalunya que és escollit pels catalans democràticament i, per tant, no es pot negar l’existència d’un demos català. Hi ha una comunitat objectiva sobre la qual s’aplica la regla de la majoria per prendre decisions (i que es posa de manifest, com a mínim, cada vegada que hi ha una convocatòria d’eleccions autonòmiques). Algú podria argumentar que també hi ha bases objectives per parlar de drets històrics. Deixant de banda la llarga discussió al respecte no sembla gens agosarat concloure que, en tot cas, els drets històrics deriven del reconeixement d’un passat que sempre pot tenir di verses lectures, i no d’una situació de facto i en el present, com és l’existència d’un Parlament, amb seu al parc de la Ciutadella de Barcelona, que representa a un demos. Aquesta no és una qüestió interpretativa.