Novios de la muerte ... ajena
Ayer, esperando a cruzar un semáforo. En una zona muy céntrica de Bilbao, donde es unas 20 veces más probable escuchar inglés, árabe o chino, que vascuence. Y a tiro de lapo de la sede del PNV y del busto del trastornado de Sabino Arana, en los jardines de Albia. Se ven los dos en la foto.
Así, a vista de pájaro, ¿no tiene pinta como de ciudad europea, civilizada y limpia? Pues había una voz detrás, hablando con alguien.Normalmente no me entero de las conversaciones ajenas. Y no es que haga ningún esfuerzo de discreción, ni nada. Simplemente no me interesan. Pero este hablaba más alto de lo normal, que es una costumbre que antes en Bilbao no había, y se va extendiendo. Se conoce que cuanto más vascos somos, más nos parecemos a Nápoles. O tal vez se notaba algo siniestro que te hacía escuchar.
Te lo aseguro; para mi es como Franco. Si se muere Azkuna, me llevaría la misma alegría.En la foto, Azkuna, en los mismos jardines. No solo tiene una salud -digamos- preocupante, sino que en una sociedad manifiestamente dividida y enfrentada por odios africanos, ha conseguido el equilibrio de ser una de las figuras políticas que menos ronchas levanta en unos y en otros.
Me quedé pensando antes de mirar para atrás. ¿Qué animal puede decir algo así de Azkuna? Descartado un nieto de Arana, ¿de qué tribu podía ser la bestia que desea la muerte de -probablemente- uno de los políticos menos odiables del país de los odios? Que además, por sus circunstancias, normalmente despierta la solidaridad de cualquiera que tenga las características que solemos denominar como “humanas”.
Girada la cabeza, se acabó la duda. A menudo van convenientemente disfrazados, para que no queden dudas de que pertenecen a un mundo aparte. Y sí, hay que reconocer que desde ese punto de vista, Azkuna debe de ser un estorbo. Bueno, eso si eres un pardillo, y no te quieres dar cuenta de que cuando falte, el estorbo será el siguiente escalón. Y luego el siguiente, hasta el final de la escalera.