La separación de poderes y la soberanía popular
Marod
Andaba yo un tanto preocupado estos días desde que Plaza me dijo que no entiendo el concepto de separación de poderes.Estaba, incluso, esperando a que me ofreciera una explicación tal y como se comprometió. Pero bueno, no le reprocho su olvido. A fin de cuentas, bastante trabajo hace manteniendo este sitio y encima altruistamente.
El caso es que me hizo pensar, porque imputarme desconocimiento de algo tan básico tendría que tener un motivo. Y como en el fondo y a pesar de nuestras disputas, creo que me aprecia (en mutua reciprocidad, dicho sea de paso), mi preocupación versaba sobre si no estaría yo viendo problemas inexistentes o era fruto de una cerrazón mental a algo muy obvio que, por algún extraño motivo, mis sinapsis neuronal no era capaz de desenredar. Además, Octavio - al que profeso también un gran respeto intelectual - observaba similares carencias a mis razonamientos. Lo cual no hacía sino consolidar esa preocupación que os comentaba.
Me preguntaba si los problemas que yo observaba entre el concepto de separación de poderes y el principio inspirador de la democracia de soberanía popular, sólo se me habían ocurrido a mí. Lo cual no deja de ser aterrador, porque si se confirmaba este extremo sólo podía significar dos cosas: O que era tonto de remate, o que era más listo de lo que yo incluso pensaba. Ambas cosas son aterradoras.
Afortunadamente ni soy tonto de remate ni más listo de lo que ya me creo. Esto ya se le ocurrió a gentes ilustres hace muchos años. http://es.wikipedia.org/wiki/James_Madison o http://es.wikipedia.org/wiki/Alexander_Hamilton, e incluso al mismísimo Jefferson.
Pues bien, hay un interesante artículo/ensayo del profesor Fernández-Albertos de la Universidad de Harvard que nos ilustra sobre los problemas que generan estos dos conceptos. Tiene el apropiado título “Dividir lo indivisible”. Voy a comentar algunos extractos del mismo, y mis propias reflexiones sobre ello.
Dice el profesor Albertos que básicamente, el problema consiste en que si existe una única fuente de autoridad (el pueblo), ¿de dónde proceden los diferentes poderes que han de competir entre sí para de esa forma prevenir el surgimiento de formas de gobierno tiránicas?.
Es un poco lo que hablábamos de si el poder es UNO (el pueblo, la Soberanía) necesitamos hallar la forma de dividirlo entre distintos sujetos para evitar el riesgo de tiranía.
Madison, argumenta que la «mezcla» entre poderes es de hecho la forma ideal de prevenir el abuso unilateral del poder. Interconectar las actividades de los distintos poderes no es sólo inevitable en el mundo moderno, sino que es incluso saludable para que la lógica virtuosa de la separación de poderes actúe en toda su plenitud. Es mediante cierta intromisión por parte de unos poderes en las actividades de otros cómo la separación de poderes debe funcionar: las cámaras legislativas participan en la selección del ejecutivo, el ejecutivo tiene cierta capacidad de nombrar al poder judicial, el poder judicial revisa las actividades de los demás poderes. Es la misma lógica del sistema de pesos y contrapesos (checks and balances).
El problema es que esto tiene un riesgo claro, que Jefferson vio claramente: «Todos los poderes del gobierno, el legislativo, el ejecutivo y el judicial,convergen en el cuerpo legislativo. La concentración de ellos en las mismas manos constituye precisamente la definición del gobierno despótico. No atenúa la cosa el que estos poderes sean ejercidos por muchas manos y no por una sola. Ciento setenta y tres déspotas serían sin duda tan opresores como uno solo, y si alguien lo duda, que se fije en la república de Venecia. Tampoco nos vale el que los hayamos elegido nosotros mismos. Un despotismo electivo no es el gobierno por el que luchamos; sino uno que no solamente se funde en principios libres, sino que sus poderes estuvieran divididos y equilibrados de tal modo entre distintos cuerpos de magistrados, que ninguno pasara de sus límites legales sin ser contenido y reprimido eficazmente por los otros» (Jefferson, Notes on the State of Virginia, pág. 195, citado en El Federalista, núm. 48).
El problema, cómo muy bien explica el profesor Albertos es que “sin un cierto grado de heterogeneidad en las preferencias de los diferentes departamentos gubernamentales, la separación de poderes se vuelve o inútil o irrelevante: ¿por qué uno de los poderes podría tener un interés en limitar las acciones de otro poder con el que comparte las mismas preferencias? ¿Para qué dividimos el poder en diferentes departamentos si los encargados de esos departamentos deben responder a los deseos de un mismo agente: el pueblo?”
Comparto esta reflexión, y ahondo en que si bien separar distintos poderes es teóricamente fácil, la división de la legitimidad del poder es ciertamente complicada de dividir en una democracia.
Finalmente tenemos en conclusión que la separación de poderes, al combinarse con la doctrina de la soberanía popular, crea dos problemas: primero, se hace inherentemente difícil obtener varias voluntades, un requisito obvio para que la separación de poderes signifique algo.
Y segundo, la existencia de poderes separados que compiten por el apoyo del mismo «agente» (el pueblo), puede fomentar un tipo de competición interinstitucional que provoque problemas de gobernabilidad.
La solución pensada por Madison se trataba de lo que el llama el principio de separación de propósitos: diseñar las instituciones de tal modo que cada poder representara a diferentes intereses.