Climas, lenguas y drogas. Cuando el gobierno huele muy mal.
La gente simple juzga a los gobiernos en función de la proximidad ideológica. Les parece bien el gobierno si es “de los míos”, y mal si es “de los otros”. Es uno de los efectos típicos de la ideología sobre la inteligencia. La anula. Y luego hay gente convencida de que la ideología no es un problema por si misma. Angelitos.
La menos simples tiran de olfato. Se fijan en el olor del gobierno. O mejor dicho; en el hedor. Porque es muy difícil que un gobierno huela bien, por aquello de la putrefacción del poder; pero sí puede tener intensidades de hedor muy muy diferentes. El problema con el olfato es que hay que acercarse demasiado. Y eso es peligroso con la podredumbre. Contagia.
Por suerte, hay otra vara de medir. La mayor o menor presencia de conejos mágicos, y el entusiasmo por cazarlos.
El conejo es un problema artificial, pero imaginariamente gravísimo. Y la magia es una estrategia muy costosa para solucionarlo … que nunca puede funcionar. El tipo de trucos prodigiosos que producen revoluciones permanentes y guerras eternas. Y su gracia es que permiten extraer recursos de la plebe; sin plazo límite, y sin mayores protestas. Sin plazo límite, porque la estrategia no puede producir la victoria. Y sin protesta, porque la gente imagina que es un problema muy gordo que hay que combatir con el mayor entusiasmo. Estamos hablando de la piedra filosofal de la demagogia, a la que algunos le llaman política.
Es cierto que 1984 tuvo una intuición acertadísima del futuro. Pero inevitablemente arcaica, porque Orwell no pudo imaginar que se podía llegar a lo mismo, de forma incruenta. Sin cadáveres, y sin combate físico. Basta con el combate mental. Pero se puede ver el acierto, quitando la sangre de esta descripción de Wikipedia [–>]:
... en un mundo de guerra perpetua, vigilancia omnipresente del gobierno y manipulación pública ... bajo el control de una élite privilegiada que persigue el individualismo y el pensamiento independendiente como "crímenes de pensamiento".
¿Alguien puede pensar a estas alturas que la Mamoncracia puede ganar la "guerra contra la droga"? Ni de broma. Y sin embargo, no se nos ocurre la simple idea de abandonar esa guerra. Mucho menos se nos ocurre pensar la cantidad de recursos que se liberarían, o de sufrimiento que se evitaría. ¿Y qué pasaría si los que se quieren drogar, se drogan? Pues que tendrían acceso a un producto mucho más barato y sin adulterar. Y que nadie se lo daría a los niños en las puertas de los colegios; por el mismo motivo que no les dan alcohol, café, o tabaco.¿Alguien puede pensar a estas alturas que la Mamoncracia puede ganar la “guerra del vascuence”, y conseguir cambiar la lengua de Vasquilandia? No se lo creen ni los asnos que dirigen el combate. Pero parece prohibido pensar la simple idea de abandonarlo, y de liberar con ello un montón de recursos e imbecilidades. ¿Y qué pasaría si no habláramos vascuence? Pues lo mismo que ya pasa ahora. ¡¡¡Nada!!!
Del famoso cambio climático ni hablemos. ¿Tú has tenido algún problema con el clima, diferente de los que tenían -por ejemplo- tus abuelos? Por otra parte da lo mismo si te crees lo del IPCC (que no hay especial motivo). En Europa podemos empobrecernos todo lo que les apetezca a los ecolos, sin que se vaya a notar en las emisiones globales. Y los chinos e indios, inteligentemente, ya han dicho que nanai del Paraguay.
Resumiendo. Si no quieres acercarte demasiado para notar el hedor del gobierno, puedes mirar desde más lejos el tamaño del conejo que asoma por la chistera. La versión gráfica del hedor.