¿Nos quedaremos sin la prueba de las predicciones fallidas?
Hay que andar con ojo. Estamos acostumbrados a que la palabra escrita suela ser muy perdurable. Solía haber muchas copias en muchas bibliotecas, y muchas bibliotecas duran siglos. Y las hemerotecas y tal. Pero hoy tenemos el ejemplo de una historia que cuenta Anthony en WUWT. La desaparición de una de las predicciones más bonitas y emotivas de los alarmistas del clima.
- Los niños no van a saber cómo es la nieve
- El calentamiento se está mostrando más en inviernos menos fríos que en veranos más calientes. Según el dr. David Viner, un investigador senior de la Unidad de Investigación del Clima (CRU) de la Universidad de East Anglia, en unos años la nieve del invierno se va a convertir en "un evento muy raro y excitante".
Y todos melancólicos con la añoranza de la nieve infantil que ya no existirá. Maldito Calentamiento Global Acojonante, culpa de hombre pecador y de su industria. Pero resulta que la página del Independent, que ha sido carcajada y disfrute de millones y millones de escépticos del cuento, ya no existe. Page not found.Este es un caso especial. Posiblemente se trata de uno de los enlaces de la web más citados. Si ni lo encuentras en el periódico que lo publicó lo encontrarás en otra web. Y sabiendo la URL, tienes Wayback Machine [–>] para rescatarla.
Pero en casos de cagadas menos populares no va a haber esa posibilidad de rescate. Y parece como paradójico. La era de la explosión de la información, pero una información de perdurablidad francamente problemática. ¿Qué va a pasar dentro de cien o doscientos años, cuando se quiera documentar una de los casos más fantásticos de imbecilidad colectiva de la historia de la humanidad – como es el cuento del Calentamiento Global Acojonante? Sería dramático perder esa documentación. No hay mejor lección para el futuro de lo que no se debe hacer. Con la ciencia, con la política, y con la economía. Lo tiene todo como lección. ¿Se puede perder?
Y uno piensa, por ejemplo, en la Roma entre Cayo Mario y Julio César, con todos aquellos formidables historiadores y literatos escribiendo a mano a la luz de una vela, cuyos acontecimientos seguimos viviendo como si fuera el presente. ¿Acabaremos envidiando -también tecnológicamente- el mundo clásico? ¡Anda que no tendría morbo la cosa!