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Si el kindergarten tuviera cien años seríamos tres veces más pobres (en España, diez)

Hay un ejercicio que se enseña muy poco, y se practica casi nada. Pero es la base de la racionalidad. Trasladar tu esquema favorito del momento a otras circunstancias comparables, para ver si tiene una validez general o es un capricho para un caso. Pongamos un ejemplo. El cuento del clima lo tiene todo.

Los alarmistas se hartan de decir que se trata de leyes físicas elementales, conocidas desde el siglo XIX. Y es verdad, nadie lo niega. Arrhenius planteó correctamente el efecto de calentamiento del CO2 en la atmósfera en 1894. Su fórmula y su idea se sigue usando, aunque no el factor multiplicador (la cantidad precisa que calienta el CO2). Pero ya desde entonces prácticamente ningún científico dudaba del asunto. Un consenso como el de ahora. En ese sentido la circunstancia es la misma; se sabe que el CO2 calienta; no se sabe cuánto.

Arrhenius pensaba que la temperatura del aire aumentaría unos 5 ó 6 grados por doblar la cantidad de CO2. En 1938, Callendar hizo unas mediciones y cálculos mucho más finos, y llegó a la conclusión de que la temperatura aumentaría en unos 1,7ºC en la misma circunstancia de doblar el CO2. Y pensaba que era un efecto muy bueno, y que hacíamos muy bien tirando CO2 al aire. Porque las plantas (y la vida entera) lo agradecen; y porque un poco más de calor es mejor que un poco más de frío. Siempre hay el mosqueo de la glaciación pendiente, o de otra Pequeña Edad de Hielo como la que hubo entre (más o menos) 1600 y 1850.

[caption id=“attachment_95434” align=“aligncenter” width=“451”]patinando-tamesis Támesis, hacia los años citados de Arrhenius.[/caption]

¿Sorprendido? ¡La discusión no ha cambiado nada en cien años! Los alarmistas piensan que es posible la cifra de Arrhenius (aunque no la más probable), y los llamados “negacionistas” creen que la cifra de Callendar era la razonablemente correcta.

Hagamos la operación propuesta; el ejercicio racional saludable. Imaginemos que el kindergarten posmoderno imperara en la época de Arrhenius tal como lo hace hoy. ¿Qué ocurriría? Habría un consenso en que el CO2 calienta, y un disenso sobre cuánto calienta. ¡Como hoy! Y la eterna infancia diría que el principio de precaución obliga a dejar de emitir CO2 urgentemente. Calentamiento es pecado, como todo el mundo puede comprender.

La relación entre el CO2 y la temperatura es muy debatible, pero su relación con la riqueza no lo es en absoluto. Y no por esta correlación que se muestra, sino porque entendemos el efecto de la disponibilidad y el precio de la energía en la riqueza.

gdp-co2-arrhenius

Si en la época entre Arrhenius y Callendar hubiera habido una mentalidad de kindergarten posmoderno, hubieran montado un IPCC y un cuento aterrador, pretendiendo cortar las emisiones de CO2 lo más rápidamente posible. Podrían decir exactamente las mismas cosas que dicen ahora.

  • ¡Nunca ha habido tanto CO2 durante la existencia de la humanidad!
  • ¡Tiene un crecimiento absolutamente sin precedentes!
  • ¡El calentamiento es inevitable, y así lo dice el formidable consenso científico que tenemos!
  • ¡El nivel del mar va a subir!
  • ¡Es necesario dejar de emitir CO2 de inmediato!
  • ¡Llega el fin del mundo!
Todo eso se podía pensar con tanta propiedad entonces como ahora. La diferencia es que ahora hay más kindergarten, y  por tanto menos gente que se atreva a soltar una carcajada.

Si hubieran tenido éxito -y es muy dudoso que incluso ahora lo vayan a tener- hubiera ocurrido lo de este gráfico. Imaginemos que hubieran empezado la campaña cuando Arrhenius, y lograran cortar las emisiones cuando Callendar.

gdp-co2-arrhenius-2

¿Qué le hubiera pasado a la riqueza per capita (la línea azul)? Pues que hoy, en vez de una riqueza de siete mil, tendríamos una pobreza de dos mil. Y nos hubiéramos ahorrado medio o tres cuartos de grado – y en el caso de que el calentamiento sea todo por el CO2, y nada por causas naturales. Pero lo de ahorrase esas décimas de grado es una idea absurda. Porque el clima es mejor hoy, con un poquito más de calor, y porque el CO2 está haciendo mucho bien. El que no se haya enterado, clic en la imagen.

reverdecimiento-del-planeta-2.png

No; no sería empobrecerse para evitar algo malo, sino para evitar algo bueno. El colmo.

¿Y el nivel del mar? Sí, ha subido. A una tasa como la actual, desde entonces. ¿Cuántos se han ahogado? ¿Cuántas islas han desparecido?

callendar-nivel-del-mar

islas-pacifico-desaparecen-absoluto

(Clic en el gráfico para fuentes, etc.)

Nota obvia. Un kindergarten igual que el de ahora, en 1890 hubiera asegurado que todo cambio producido por el hombre pecador en la naturaleza ha de ser necesariamente malo. Y seguro que hoy hay menos rinocerontes. Pero tú, querido alarmista, ¿quieres cambiarte por la España de 1890 para que haya más rinocerontes? No contestes, es una pregunta retórica. Porque lo de tres veces más pobre es una media global. En el caso de España u otros países europeos debe andar cerca de diez veces más pobre.

Cierto; aunque los casos son comparables en sus parámetros generales, nadie puede saber que lo que ocurrió en el pasado se vaya a repetir en el futuro. Ni de forma igual, ni siquiera parecida. Pero la comparación sí nos muestra perfectamente que las niñerías tienen consecuencias, y precio. Y si nos ponemos a largar principios de precaución a discreción, espero que valga tanto la precaución por los humanos como la precaución por los osos polares. A los que por otra parte les va de cine.


  • Al 2017-07-15 19:48:17
    Año 1000, fin del mundo. ¿Por qué? ¿Terror milenarista, fanatismo apocalítico? Estas explicaciones sólo valen para los países cristianos. No obstante. la coyuntura del pánico es universal: china, tolteca, jmer, musulmana, lo mismo que cristiana y occidental. A través de las religiones que le ofrecen ocasión de expresarse, el terror del Año Mil pone de manifiesto diversos niveles de conciencia. El miedo es, en el fondo, sentimiento de culpabilidad. Hacia el Año Mil, la humanidad siente la responsabilidad de todos los grandes cambios técnicos, económicos, sociales y políticos que transforman al planeta. Roturaciones, desecaciones, irrigaciones, transforman los paisajes y cambian al mismo tiempo los climas locales. Tal región, en otro tiempo húmeda a causa de sus bosques, se vuelve árida después de que éstos han desaparecido al roturarlos. Más que una consecuencia del clima, la vegetación es su factor. Las talas han llegado a modificar la trayectoria de los ciclones. El Año Mil marca de esta manera una lenta fluctuación del clima. Inviernos más fríos, heladas más tardías, lluvias insólitas, sequías anormalmente prolongadas, daban en nuestras latitudes la impresión de un desquiciamiento general. .Se creía que el orden de las estaciones y las leyes de los elementos habían vuelto a caer en un eterno caos, y se temía el fin de la raza humana. En todas las religiones, y más especialmente en las que tienden a dar una explicación monista del universo, el mundo y el orden natural de las cosas son percibidos en su inmovilidad, como creados para la eternidad desde su comienzo. Cambiar el orden natural de las cosas es, pues, atentar contra la obra de Dios. En todas las metamorfosis de la humanidad, el hombre se siente comprometido, solidariamente responsable de lo que acontece, cayendo fácilmente en el temor. No está nunca seguro de dominar al destino que él mismo prepara. Hay dos maneras de justificarse: reconocer la propia culpabilidad, es decir considerarse en pecado (hay el precedente del pecado original; negar dicha culpabilidad, es decir, proclamar que la fluctuación y el cambio constituyen la manera de ser del mundo. La segunda manera implica una concepción dualista del mundo, es decir, maniqueísta. El universo es el escenario de una lucha entre dos principios, nunca llevada hasta su desenlace. Este concepto es dinámico. El mundo cambia perpetuamente para elevarse a un futuro mejor. El sentimiento de culpabilidad inspira una gran parte de la iconografía del Año Mil. En primer lugar hay la evocación del pecado original, de la caída. Después de la confesión de la falta viene el Juicio. Nunca la idea del Juicio Final ha obsesionado tanto a los espíritus. Es una lógica consecuencia. Los hombres, valerosa y conscientemente, emprenden por doquier la ruptura de unos limites demasiado estrechos. Son conscientes, por otra parte, del trastorno provocado en el orden natural. ... Leer mas--> http://www.vallenajerilla.com/berceo/philipperobert/miedoprimermilenio.htm#fin