¿Acojonados por la DUI?

Lo que estamos viendo es que con Puigmamon y con Oriol Flojeras de por medio, cualquier presupuesto previo resulta arriesgado.

Esto me ha gustado. Y mucho Ple de seny (y me gusta también la imagen final de una exposición con gradas para estimular la decaída hostelería en los meses invernales; da una nota de humor aliviadora). Puede que la estrategia de descompresión no funcione, pero aún así no veo ninguna otra opción que tenga mejores probabilidades de no terminar muy mal. Colau dijo el otro día que las Fuerzas Armadas están para defender el orden constitucional. Este tipo de insinuaciones no deberían hacerse en momentos, así a menos que estén realmente decididos a una intervención armada en toda regla, y estén resueltos a llevarla a cabo hasta sus últimas consecuencias, lo cual dudo muchísimo. Entonces, para eso, mejor cerrar la boca, digo yo, y así evitas añadir un ejemplar más a la colección de faroles descubiertos. En todo caso, cualquier opción que tire a la brava por la fuerza física es un regalo al otro lado. Si hay disturbios que requieren intervención, una opción sería dejarlos en manos de los Mossos, a ver qué hacen. Se responden con dureza, ellos son responsables. Si no hacen nada, irresponsables. Eso de por sí reduciría la probabilidad de que se monten operaciones falsas con disparos de procedencia dudosa, cosas nunca descartables en este tipo de situaciones. Sobre cuando por su atuendo, de cara tapada, los policías no son identificables y por lo tanto son muy vulnerables a la impostura. La única contundencia debería ser por la vía legal y financiera, en la medida en que el estado pueda mantener control sobre esas cosas. De todas maneras, suponiendo que esto llegue a calmarse esta vez por medio de una estrategia de descompresión sabiamente manejada, al problema de fondo no le veo ninguna solución a medio ni largo plazo. Como dije el otro día, el sistema político de las autonomías en España está montado (o ha evolucionado) de tal manera que el resultado final de ese sistema es necesariamente la desintegración del estado. Esto se desprende del hecho de que, en la práctica, el estatus de las autonomías y sus competencias no está nunca fijado. No es estático y nunca lo ha sido. Está permanentemente abierto a más negociación. Negociación en la que las concesiones de cada parte en cada nuevo compromiso son siempre de la misma naturaleza y van siempre en la misma dirección: más poder para la autonomía, a cambio de favor político. El resultado inevitable de tal sistema es que tarde o temprano el estado se quedará sin poder. En este sentido, la existencia legal de partidos nacionalistas actúa como cáncer que de manera lenta pero continua va minando la armazón del estado hasta dejarlo hueco, desprovisto de control real sobre nada. Eso es lo que se ve ya en Cataluña y lo que acabará viéndose en otros lugares. A mí, el hecho de que un Estado tolere amorosamente la participación legal de partidos políticos cuyo objetivo declarado sea el desgajamiento del estado, me parece un absurdo total. Surrealista. Tendré instintos totalitarios. Todo arreglo será provisional y de eficacia muy efímera a menos que implique un cambio completo del sistema. Tal vez una república federal en todo el territorio. Por supuesto soy consciente de que esto es muy quimérico. Pero lo que no considero fantasía es el destino final de un sistema que, habiendo implantado en sus entrañas un cáncer como la copa de un pino, piensa que el tratamiento más adecuado es seguir dándole golosinas al cáncer, con la esperanza de amansarlo algún día. Sigue, sigue, que ya verás. Respecto a Assange, el derroche de rebuznos que ha emitido en los últimos meses sobre lo de Cataluña me hacen dudar que sea realmente un peón de Putin (cuya aversión hacia los rebuznos es conocida y demostrable en numerosos intercambios con periodistas asininos). El guión y financiación de Julián proceden con obviamente de las fuerzas de relaciones públicas del secesionismo catalán. Y los bolsillos de esas fuerzas son profundos, largos, ramifican sus raíces fuera de Cataluña, hacia las diversas catacumbas para-otánicas. No necesitan (ni mucho menos desean!) flirtear o hacer manitas con un país vituperado como paria por todos los medios occidentales casi todos los días. La campaña de bulos rusofóbicos es tan burda que los medios rusos los utilizan como instrumento gratuito y super-eficaz de contrapropaganda. Lo único que tienen que hacer es publicarlos o emitirlos tal cual, a menudo sin comentarios, para consumo de sus propios ciudadanos, que no dan crédito a sus ojos sobre la forma en que su sociedad es presentada en el otrora admirado “occidente”. Otrora, que no ahora. Hay un artículo muy educativo y entretenido al respecto en el blog del Saker, titulado “Re-visiting Russian counter-propaganda methods” Volviendo al tema de los financiamientos. Hace unos días, leí unas declaraciones de un tal Albert Pont, descrito en la entrevista como “líder del Cercle Català de Negocis, que agrupa a mil empresarios y directivos partidarios de la independencia”. Este señor dice que se especializa en la “sucesión [sic] de estados” (lo de “sucesión” tal vez sea error de un periodista poco letrado, más adelante reincide con “estado sucesor”] y asegura que no habrá grandes problemas financieros porque “la Generalitat tiene un preacuerdo con un país mediterráneo para financiar la independencia”. Dice que no puede entrar en más detalles. Vale, tal vez sea puro humo, no lo descarto. Pero también me parece perfectamente posible.

Es de suponer que ante el choque inevitable gobierno central-govern una vez fracasados los intentos de mediación la única salida conduce al 155. Pero es una salida que lleva inexorablemente a un escenario de violencia y confrontación. Malos tiempos se acercan. Ahora mismo hay en Cataluña un gobierno autonómico fuera de la ley que se dirige de cabeza a un despeñadero. Un gobierno que como se vio ayer es prisionero de aquellos a los que prometió el oro y el moro. Un gobierno náufrago que no asume responsabilidades y que es puramente nihilista. Un gobierno del que se van desprendiendo los moderados que, perspicaces, ven el futuro muy negro. Un gobierno que tiene paralizada la actividad parlamentaria normal en Cataluña, que se ha declarado en rebeldía al soberano, que no escucha ni a la oposición ni a la mitad o más de la sociedad catalana, que alienta la violencia tumultuaria callejera y que ha sumido a Cataluña en tal grado de inseguridad legal y funestos presagios que el capital huye aterrado. Esta inmoralidad calculada que es el proceso de Puigkafka no tiene más que dos salidas: o se impone la ley, que es la democracia, o se impone el tumulto alentado por la demagogia, que es ruina económica y conflicto civil entre catalanes. Las cosas han llegado a un grado de deterioro tal que no pueden seguir así. El gobierno central debe intentar recuperar a partir de ya el control de Cataluña, perdido progresivamente durante los últimos 40 años. Va en ello la propia pervivencia del Estado en España y de la democracia representada por ese Estado en Cataluña y en España. La democracia es un sistema tan delicado como una porcelana china: si se rompe no se puede recomponer. Si una parte del Estado no cumple las leyes de ese mismo Estado y las autoridades legítimas no tienen fuerza para imponerlas puede decirse que la democracia está muerta porque está muerto el Estado de derecho. Lo de Cataluña afecta a la raíz y fundamento de la democracia porque lo que está en cuestión es la soberanía que sostiene todo el edificio constitucional español. Y pone a prueba a ese mismo Estado en términos existenciales de ser o no ser. Esperemos por el bien de todos, empezando por los catalanes, que todavía se pueda reconducir este conflicto civil alentado por el secesionismo hacia la legalidad, hacia la democracia.