No entender Posmoluña
Para los pocos que piensan (por contra de opinar), parece que lo que pasa en Cataluña no se puede entender. Y así lo expresan. ¿Cómo se pueden abrazar al suicidio económico los burgueses y capitalistas? ¿Cómo puede la izquierda apoyar supremacismos étnicos, o como poco geográficos? ¿Cómo es posible tener al mismo tiempo la simpatía del New York Times y el Guardian; junto a la de las huestes de Trump, los neonazis flamencos, o la derecha anti-Europa? ¿Cómo se puede ser un payaso integral que fracasa en conseguir todas y cada una de las cosas que prometió hacer, y a pesar de ello no perder ni un gramo de apoyo popular? ¿Cómo puede ser la gente con más estudios la que se sitúe con tanto entusiasmo fuera de cualquier posible realidad? ¿Cómo pueden atacar y despreciar a la UE los que hasta hace cinco minutos pretendían ser los únicos europeos de la península; poco menos que los descendientes y herederos espirituales de Carlomagno? ¿Cómo se puede concitar, tanto el apoyo de Brexit como el de la independencia de Escocia?
El fenómeno tiene distintas denominaciones. Gustavo Bueno le llamaba Alicia; en las universidades americanas le llaman posmodernismo; y en esta casa le llamamos kindergarten. Pero son intercambiables. Las explicaciones de los tres nombres son la misma, con las ligeras variantes debidas al medio en que circula cada una. Hoy vamos a definirlo por la vía del ejemplo. No es una técnica muy elevada, pero sí es muy eficaz. Digamos que Alicia, el posmodernismo, o el kindegarten, es la estructura mental que permite ver este vídeo sin sufrir un ataque terminal de risa. O de llanto.
https://twitter.com/goslum/status/939209772863238146
¿Parece exagerado, incluso imposible? No lo es. La única diferencia con el discurso los líderes políticos y sociales del “procés” son las gafas. Que por otra parte son una versión abreviada de las chaquetas del economista más famoso del circo catalán.
Aunque es cierto que los defensores de la estrategia “no es legal” no tienen la menor oportunidad de combatir -ni de enteder- un fenómeno como este, tampoco parece que estemos en un situación mucho mejor los que preferimos enfocar “el relato”.
Porque aunque “la afectividad y los sentimientos” de la payasa del vídeo son pura y simplemente relato, no son cualquier relato. Además de ser imbécil, no es algo arbitrario; no tendría tanto éxito convenciendo a opuestos del espectro político si lo fuera. Está, indudablemente, navegando con una corriente a favor. Y es muy raro que una corriente sea casual.
La buena noticia es que el kindergaten, por mucho que haya demostrado una capacidad sobrada para estropear lo que se le ponga por delante, nunca ha demostrado ser capaz de funcionar fuera del mundo muy artificial de la academia o de la burocracia. Sí, puede funcionar, y funciona, como postureo moral (@OrcishOzu). Pero eso es decir, y no hacer.
Es totalmente imposible convencer a los niños para que cambien “la afectividad y los sentimientos”. Inútil. Arrimadas pude poner todos los corazoncitos que quiera, de tantos colorines y banderas como guste. Eso es una especie de kindergarten inverso. Y es inverso precisamente por ir contra la corriente. Tampoco el razonamiento o el seny le van a llevar a ningún sitio. Y, por el mismo motivo, Iceta va de culo. La afectividad no tiene acomodo.
Lo único contra lo que podría chocar la afectividad es consigo misma. Con la plasmación de la afectividad en la realidad. Y eso puede ocurrir en modo virtual o en modo presencial. El modo virtual es plantear cómo va a ser algo, antes de llevarlo a cabo. Y eso, me temo, es justo lo que hace la Clarity Act canadiense.
El modo presencial es dejar que lleguen a tener una mayoría del electorado, y esperar a ver qué pasa. Afectividad a raudales, es de presumir, pero esta vez no sólo afectividad. Le llaman Brexit. O Posmoluña. Lo de la cantamañanas de las gafas amarillas da risa. Lo mismo que Puchi y sus mariachis. Pero no son ninguna broma.