Tesis. ¿Morirá el cambio climático por el coronavirus?
La idea, tal vez no demasiado descabellada, es que los humanos hemos evolucionado enfrentando problemas gordos como sociedades. Problemas de verdad. Emergencias. Desde desastres naturales y epidemias, hasta guerras. Supongo que se puede apostar que en toda la historia de la especie, será muy rara la generación que no ha tenido que luchar con problemas existenciales de sistema. Si no le ha tocado más de uno. Parce más que probable que estemos preparados para hacer precisamente eso. Que llevemos innata la capacidad de respuesta. Pero si tienes la capacidad, y no tienes la ocasión de usarla, acabas inventando una disculpa para hacerlo. Por ejemplo, podemos correr. Pero ahora tenemos muy pocos motivos para hacerlo, y nos inventamos los deportes.
¿Cuántas generaciones lleva la familia de Greta sin ocasión de usar su capacidad de enfrentarse a una emergencia social? Probablemente desde 1945. En otros sitios hay cantamañanas haciendo revoluciones, pero alcanzado cierto nivel de vida parece que se quitan las ganas. Las sociedades ricas occidentales llevan tal vez demasiado tiempo sin usar esa capacidad de responder a emergencias, y la “emergencia climática” era que ni pintada para acabar con el muermo. Joé, salvas el mundo. Que es como salvar a la tribu, pero a lo bestia. La más acojonante salvación jamás soñada. Te conviertes en héroe, y en bueno. Y atacas sin piedad a los malos. Bueno, sin piedad, y sin peligro; tienes a todos los poderes a favor tuyo. Al gobierno, al capital, al Papa, al marxismo bananero, y al sursuncorda. ¿Quién va a ser el idiota que le diga que no a eso?
Pero ahora, de la forma más inesperada (aunque no sin haber sido anunciada), tenemos una emergencia de verdad. E imagina, con una emergencia de verdad, a Santa Teresa Ribera. Su último “tuit”.
Estrategias económicas de “bajo carbono”. ¿Estrategias, Santa Teresa? ¿Y de qué economía, exactamente; de la que acaba de desaparecer?
O imagina cuando se pongan a hablar, no sé, de que el nivel del mar “podría” subir un metro para 2100, aunque de momento no tenga la menor pinta. ¿En serio? ¿Y cuántas plantas de hospital ha cerrado eso? ¿Algún infectado; alguien en la UVI; algún muerto? ¿Nos quieres hablar, Santa Teresa, de lo que podría ocurrir, o no; con el tipo de preocupaciones que tenemos en la cabeza ahora mismo? O un récord de temperatura no sé dónde, por no sé cuántas centésimas de grado. ¿Se ha desintegrado la bolsa por eso? ¿Cuántos parados ha producido? ¿Y el hielo del Ártico, que lleva desde 2007 sin bajar, y en todo caso era muchísimo menor hace unos pocos miles de años sin que le causara ningún daño a nadie? ¿De verdad crees que podemos pensar en eso?
Lo veo complicado. Primero notarán que la gente pone cara rara ante el mensaje. ¡Pero qué cojones me cuentas! Y luego, poco a poco, verán que no hay nadie escuchando al otro lado. Hasta que escuchen. Pero no en el sentido de el mensaje, sino en el sentido de valorar todos esos gastos superfulos para paliar un problema imaginario dentro de 80 años, teniendo cuenta todas las necesidades de gasto que va a haber para ahora. Para ya.
La tesis. O apuesta. De repente, todos esos malvados “negacionistas” van a empezar a ser menos “negacionistas”, y menos malvados. Espera, espera. ¿Cómo era eso que decías de que todo apunta a que la sensibilidad climática es baja, y que de ahí se deriva que no hay problema, o que en todo caso no es urgente? Me gustaría escucharlo. Puede tener interés. Y también de repente, el IPCC puede desarrollar un aliciente para mirar todo lo que no quería mirar hasta ahora. Y siempre hemos tenido razón, claro, pero el mensaje se va adaptando a las circunstancias. Que ahora no están como para abrazar emergencias inexistentes, habiendo una de verdad.
Inventar emergencias es cosa de estómagos sobrados y aburridos. No tiene pinta de que esa vaya a ser la situación en un futuro medio, en ningún país. Y puede que se nos haya acabado el tema. Ya hablaremos de otras cosas. Con Marod.