De la paloma de Zapatero o sobre la falta de recorrido.
Juana de Begoechea Estrade en la web de Basta Ya
La paloma de Alberti se equivocó y pensaba que el norte era el sur, y que el trigo era agua; que el mar era el río, y que la noche la mañana. Nuestro presidente sr. Zapatero enarbola como símbolo de su política ¿antiterrorista? una paloma que se pretende de paz, pero que cada día se parece más a la de Alberti.
Como la paloma de Alberti, la paloma de Zapatero se equivocaba; creyó que Cataluña era Euskadi, que ERC era Batasuna/ETA, y que los ensayos en Cataluña eran demostraciones de lo bien que se podía resolver el conflisto en Euskadi.
Pero ERC no es Batasuna/ETA, fundamentalmente porque no tiene un arsenal de armas escondidas, ni un escuadrón de matarifes, todo ello dispuesto para dar sangrientos tirones de orejas al sr. Zapatero si se desvía del camino acordado y se le ocurre traicionarlos.
Uno puede traicionar a ERC con CiU, y la cosa no pasa de cabreo; y siempre se puede aplacar a ERC volviendo al pacto anterior y traicionando a CiU; tampoco pasa nada. Cosas de la “extrategía” política, o sea de la “extrategía” del mantenimiento del poder.
Y además, tanto ERC como CiU tienen motivos para consolarse de tanta traición, porque al fin y al cabo, el nuevo Estatut no tiene comparación con el antiguo, y se ha dado un paso apreciable hacia ese horizonte mítico que es la independencia de los Países Catalanes a la que ambos no renuncian. Pueden consolarse pensando que la generación a la que pertenecen ha cumplido su deber histórico de acercar ese horizonte.
Pero la paloma de la paz de Zapatero se equivoca como lo hacía la de Alberti, porque Cataluña no es Euskadi, y por mucho que Maragall dijese que la aprobación del Estatut acercaba la paz a Euskadi, las situaciones de Cataluña y Euskadi son muy diferentes.
El recorrido de la cesión para apaciguar a los nacionalistas en Cataluña era administrativamente muy amplio cuando llegó Zapatero con su paloma, queriendo demostrar que el diálogo basta para alcanzar la paz. En Cataluña todavía quedaba una policía autonómica integral por desplegar y, con las cintas de la bolsa en manos de la Administración Central, todavía se podían comprar las adhesiones nacionalistas pagándolas en quiebra de solidaridad interterritorial contante y sonante.
Administrativamente, Cataluña está lejos todavía del horizonte de la Independencia; todavía se puede saciar el ansia de sus nacionalistas con pasitos que la vayan acercando.
La tragedia para Zapatero es que, pese a lo que diga su paloma, Cataluña no es Euskadi. Administrativamente, Euskadi está ya al borde mismo de esa independencia. Ya no hay recorrido posible para nuevas concesiones, para “un nuevo marco jurídico” pactado en una mesa política que sacie las ansias nacionalistas vascas. Un nuevo marco jurídico habría de traspasar por fuerza el umbral de la soberanía única, desgajándola en dos: una vasca y otra española; es decir, sólo le queda contemplar la Independencia de Euskadi para, a continuación, imaginar fórmulas de asociación o cooperación que hagan que la Independencia no se note demasiado y que, sobre todo, evite a los gobernantes nacionalistas las incomodidades de la soledad.
Nuestro autogobierno actual, el gran ignorado por los ciudadanos, nos mantiene unidos con el resto de España por el más leve de los vínculos posibles para poder seguir diciendo que somos parte de España.
Son tres los poderes que conforman un Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, poderes que actuando sobre un mismo territorio permiten considerar a éste como una nación.
El Poder Ejecutivo en Euskadi es absolutamente independiente de la Administración General Española. Y lo es no solamente por la máxima descentralización ejecutiva que establece el sistema autonómico para toda España; eso es lo de menos. Nuestro Ejecutivo, nuestra amada Lehendakaritza, es independiente de España porque tiene su propia capacidad financiera de forma absoluta, cosa que, excepto en Navarra, no ocurre en el resto de España.
En el resto de España, la descentralización máxima de los ejecutivos está compensada porque el dinero de todos se pone en una hucha común (los impresos del IRPF en toda España están encabezados por el escudo del Ministerio de Hacienda al que todos los españoles, sean de la comunidad que sean, tributan); y es desde “el todo”, desde las Cortes donde estamos todos, desde donde se decide el reparto. Y con lo que toque en ese reparto decidido por todos, es con lo que tienen que gobernar los ejecutivos autonómicos descentralizados.
En ese foro de reparto, están por supuesto los representantes de los vascos, decidiendo qué corresponde a cada autonomía española excepto a la vasca, porque eso no se discute. El ejecutivo vasco recauda su propio dinero (nuestros impresos del IRPF llevan en su encabezamiento el escudo de cada Diputación Foral) y lo usa para lo que quiere y como quiere, limitándose a pagar a la Administración Central los servicios que ésta le presta. Es la paradoja de nuestro sistema: los vascos deciden sobre los recursos del resto de los españoles, y el resto de los españoles no decide sobre los recursos de los vascos.
El Poder Ejecutivo vasco es ya independiente, porque no depende de la decisión del resto de los españoles para recaudar el dinero, o para disponer del gasto. En Euskadi no hay recorrido posible para negociar un cambio en el status del Poder Ejecutivo como no sea llegando a la independencia.
En el ámbito del Poder Legislativo, nos une con el resto de los españoles lo imprescindible: las leyes orgánicas y básicas en algunas materias –que no en todas-, que son el marco general legislativo, y cuyo desarrollo, además, compete al Parlamento Vasco. Si, como pretendía el Plan Ibarretxe y siguen pretendiendo los nacionalistas, “blindamos” nuestras leyes; es decir, si se considera que en caso de discrepancia –aunque sea en materia orgánica y básica- prima lo decidido en el Parlamento Vasco sobre lo decidido por todos en Las Cortes, estaremos ya en una situación de Independencia legislativa; la posibilidad de dos cuerpos de leyes diferentes implica necesariamente dos soberanías diferentes, dos naciones diferentes.
Ese paso que pretenden los nacionalistas: el “blindaje” legislativo, es el paso que traspasaría el umbral hacia la Independencia en lo que respecta al Poder Legislativo. Con la paradoja, como sucede en el ámbito financiero, de que los representantes de los vascos en las Cortes legislarían para todos los españoles, pero el resto de los españoles no podría legislar para los vascos.
(Para no hablar ya de que en Euskadi bastantes de las leyes orgánicas y básicas no se cumplen, sobre todo en las materias más “sensibles” para el nacionalismo: Educación, símbolos, acatamiento expreso de la constitución… Por no hablar de la enseñanza o las banderas, baste decir que los electos en las instituciones vascas y la Ertzaintza no juran la Constitución como exige la ley orgánica correspondiente).
Y respecto del Poder Judicial. El Poder Judicial es algo muy interesante porque responde a una de las demandas más exclusiva y característica del ser humano. Una vez que las necesidades básicas han sido cubiertas –e incluso antes- el ser humano clama por la Justicia.
La Justicia es a menudo el núcleo en torno al cual se han agrupado los seres humanos, y lo que ha identificado a cada grupo. Dos justicias, dos grupos humanos; la señal irrefutable de que una persona pertenece a un grupo, es su derecho a obtener la misma justicia que el resto del grupo. Esa misma e igual justicia para todos los miembros del grupo es lo que los hace iguales entre sí, y diferentes a los miembros de otro grupo.
En la primera declaración de las libertades ciudadanas en Europa, en la Carta Magna (1.215), ya se consignaba: “To no man we shall deny Justice” (“a ningún hombre le negaremos Justicia”).
Y, aunque sea de forma repetida, quiero recordar la conmovedora historia de san Pablo; detenido en Palestina, en los confines del Imperio, como un sin techo delirante, mugriento, agitador, proclamando subversivas teorías que negaban la divinidad del Emperador, molesto e insignificante a la vez, reclamó a quienes le detenían: “soy ciudadano romano, apelo a la Justicia del César”. Y en vez de librarse de él de un espadazo tirándolo al arroyo más cercano; o en vez de despacharlo con un juicio sumarísimo a cargo del gobernador, como sucedió con el hebreo Jesús; en vez de ello, porque era ciudadano romano y tenía derecho a la justicia que constituía la esencia de esa ciudadanía e igualaba a todos los ciudadanos, hubo que tomarse la molestia de embarcarlo y trasladarlo a Roma, para que el mismo emperador escuchase sus delirios y le juzgase. Verdaderamente, la Justicia es la base de la ciudadanía y de las libertades ciudadanas.
Pues volviendo a nuestro txokito. El nacionalismo ya tiene una espléndida Consejería de Justicia desde la que gerencia la impartición de la misma a los vascos. Para colmar sus ansias, para traspasar el umbral de la Independencia, sólo le queda un par de pasos que reclama: inhabilitar en Euskadi al Consejo General del Poder Judicial que posibilita que todos los españoles compartamos la misma Justicia, e inhabilitar al Tribunal Supremo para que los vascos no podamos apelar a él. Con un Consejo Vasco del Poder Judicial –nombrado por el Parlamento Vasco-, y con un Tribunal Superior de Justicia del País Vasco como última instancia de apelación, los vascos nos extrañaríamos del resto de los españoles en lo que respecta a la Justicia. Y los que no comparten la misma Justicia es porque no forman un mismo todo.
No hay que olvidar la “fuerza legítima”. Para velar por la Independencia de estos tres poderes lograda en el “nuevo marco jurídico”, las autoridades vascas cuentan además con una policía integral, desplegada por todo el territorio, jerárquicamente dependiente de ellas, aunque sea pagada por todos los españoles.
Ése es el campo para el diálogo que tiene Zapatero con los nacionalistas vascos; ni tan siquiera hay que llegar a los extremismos etarras que piden la autodeterminación y Navarra. Sus nuevos socios preferentes: el nacionalismo “democrático”, le pone sobre la mesa un diálogo para solucionar el conflisto que, partiendo de nuestro actual marco administrativo jurídico, no tiene más recorrido que traspasar el umbral de la Independencia. Y si no, no hay solución al conflisto.
Además, los socios preferentes lo dejan bien claro: exigen que el primo de Zumosol esté legalizado y activo, porque si no, no se puede jugar a poli bueno, poli malo.
¡Pobre Zapatero! ¡Pobres nosotros! Este es el panorama al que se enfrenta enarbolando su paloma de la paz. Se equivocó, se equivocaba, y se equivoca la paloma de Zapatero. El nacionalismo va siempre vestido igual, y su falda y su blusa es siempre la misma En el corazón del nacionalismo Zapatero nunca podrá encontrar su casa; por español, están deseando echarle de ella.