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Vasquilandia: el nombre de la cosa.

¿Habeis probado a pensar algo sin nombre?

-¿En que piensas?

-En un algo

-¿Un algo que?

-Un algo, algo.

¿Y como es?

-Como un algo

-¡Vale!

Pues así es nuestra legendaria y multimilenaria neonación. Un algo. Un algo que como carecía incluso de nombre, no podía ser pensado. Y sin pensarse, mucho menos podía ser sentida, anhelada, lo que fuere. Sencillamente, nos engañan.

Ahora el PNV ha tragado al parecer con el término etarra de Euskal Herría, para el partido de fútbo anual de exaltación independentista, identitaria y fetdiferencialista, entre Cataluña y (este año) Euskal Herría, Vasquilandia para los amigos. Y como siempre, los etarras se muestran más listos que los monaguillos. Eligen al menos un término que preexistía al nacionalismo, aunque significara algo bien distinto de lo que lo quieren hacer significar. Y con eso tratan, aunque en vano, de dificultar el que se les pueda acusar de inventarse una neonación. Los monaguillos, como no contemplan la posibilidad de discutir ni de pensar, ni siquiera amagan un intento de disimular.

Hagamos caso de los nacionalistas. La esencia de Vasquilandia, de “nuestra” identidad, nuestro fet diferencial, lo que somos, lo que nos hace, nuestra gloria bendita, es nuestra lengua. Que como cualquiera puede comprender es la lengua que no hablamos. Vasquilandia será Vascuencilandia, o no será.

Pues eso. Si pasamos del vascuence, les jodemos el maldito invento. Llevamos buen camino.