Cuidado con las palabras: ¿Por qué le llaman federalismo cuando en realidad están hablando de confederación?
Artículo de Joseba Arregui en “El Correo” del 18-7-10. Reproducido en Correo-ciudadano.net
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.Con un breve comentario al final:
ETNONACIONALISMO Y PLURALIDAD SON INCOMPATIBLES
Luis Bouza-Brey
Cataluña y Euskadi son plurinacionales de forma estructural. Hasta ahora los nacionalistas huyen de asumir esa realidad plurinacional propia escudándose en afirmar la plurinacionalidad de España. Si algún día fueran independientes tendrían que abandonar esa comodidad y enfrentarse a su propia realidad plurinacional. Por eso no se puede utilizar la excusa de la falta de reconocimiento plurinacional en España para tratar de confundir federación, que significa reforzar los lazos de unión desde la diversidad, con confederación, que implica abrir las puertas a la disolución del Estado.Decía el maestro Mitxelena, con la pasión que le caracterizaba, que las cuestiones semánticas, tantas veces declaradas sin importancia, eran lo más importante para la lengua. En su naturaleza comunitaria radica que cada individuo no pueda disponer arbitrariamente de ellas.
En torno al nuevo Estatuto catalán, a la sentencia del Tribunal Constitucional y a la respuesta de la clase política y mediática catalana, ha aparecido la afirmación de que con esta sentencia se ha cerrado la puerta al desarrollo de la España constitucional en línea con el pensamiento y los planteamientos del federalismo. Nadie de los que lo afirman, sin embargo, se toma el trabajo de explicar qué entiende por federalismo. Porque este término es utilizado como argumento en contra de todo lo que suponga plantear dudas y críticas a los planteamientos en los que se sustenta el Estatuto catalán.
Suponen los que recurren al federalismo como argumento a favor del Estatuto, y en contra de las dudas críticas frente al mismo, que existe en Cataluña, y en el conjunto de España, un sector progresista a quien el término federal le sugiere posibilidades y potencialidades prometedoras para el desarrollo de la Constitución española.
Pero primero hay que decir lo que entiende cada uno, y lo que entiende tanto el derecho constitucional como la ciencia política en su gran mayoría, por federalismo, por federación, y lo que algunos desde Cataluña entienden cuando usan esos términos. Porque nos podríamos encontrar con que lo que quieren defender, y lo que en su núcleo pretende el Estatuto catalán no es la federalización de España, sino la confederalización del Estado. No defienden, pues, el federalismo y la federación, sino que plantean que España se transforme en una confederación, algo radicalmente distinto, y opuesto, a una federación.
Si seguimos, por ejemplo, a Daniel Elazar -uno de los académicos más citados en los estudios sobre el federalismo, si no el que más- veremos que afirma que España, bajo la Constitución del 78, es una federación ‘in all but in name’, en todo menos en el nombre. Si miramos a la historia de EE UU, veremos que la Guerra de Secesión fue una guerra en defensa de la Unión, llamada federación, en contra de la confederación, considerada secesionista. Si tomamos la Constitución de EE UU veremos que afirma que su propósito radica en formar una mejor unión a través de la federación.
Si nos acercamos a la Constitución de Suiza del año 1999, año de la última reforma si no me equivoco, leeremos que la federación suiza se constituye por los cantones individualmente nombrados y ‘por los ciudadanos suizos’. Desde una tradición de confederación en la que eran los cantones los constituyentes originales del Estado suizo, Suiza da el paso a proclamar el Estado suizo constituido por los cantones y por los ciudadanos suizos, reconociendo así la existencia de un pueblo suizo de ciudadanos, además de la existencia de los cantones.
Si nos acercamos al estatuto de autonomía de uno de los Estados alemanes, el Estado del Norte del Rhin y Westfalia -NRW-, el Estado más poblado de Alemania con más de 18 millones de habitantes, veremos que afirma que el Norte del Rhin y Westfalia se da ‘esta constitución’ -no tienen empacho en llamar constitución a su estatuto de autonomía- en unión con todos los alemanes, es decir no para separarse del resto de alemanes, sino en unión con todos ellos. Y al igual que en otros Estados federales, la federación alemana se rige por el principio de la lealtad federal: del todo con las partes, y de las partes con el todo. Además establece la supremacía de las leyes federales sobre las leyes de los Estados. Federación tiene que ver, por lo tanto, primordialmente con unión. Y según el citado Elazar, las confederaciones y otros tipos de pactos estatales no federativos, o se convierten en federaciones más bien antes que más tarde, u optan por la constitución de Estados nacionales separados.
Existe, desde luego, una razón por la que algunos desde Cataluña están interesados en confundir federación con confederación. Para ello usan el término del federalismo plurinacional, implicando que no existe democracia real si no existe en las federaciones un reconocimiento explícito de su plurinacionalidad constitutiva -Ferrán Requejo, Miquel Caminal-. Partiendo de esa premisa, afirman que España no será nunca un Estado federal si no llega al reconocimiento de las naciones que existen dentro de ella y que le son constitutivas.
Es cierto que el pluralismo, también en el sentimiento de pertenencia, es consustancial con la democracia. Otra cosa es que el pluralismo de pertenencia nacional sea fácilmente territorializable en condiciones de segunda modernidad, de complejización creciente de nuestras sociedades. Es evidente que en la medida en que existen individuos que se sienten pertenecientes a la nación catalana, o a la vasca, o a la española, esas naciones existen como algo de hecho, y a pesar de Pujol, quien llegó a afirmar que la nación española no existía. Es también evidente que en esa medida España como Estado, España como nación política, es plurinacional.
Pero también es evidente que en Cataluña, en Euskadi y en Galicia existen muchas personas que se sienten pertenecientes a la nación española, y que la mayoría de individuos en cualquiera de esas sociedades se sienten pertenecientes al mismo tiempo en distintos grados a varias naciones, a la catalana, a la vasca, a la gallega y también a la española.
Es cierto que España es plurinacional. Y tan cierto, o más, es que Cataluña y Euskadi son plurinacionales de forma estructural. Hasta ahora los nacionalistas huyen de asumir esa realidad plurinacional propia escudándose en afirmar la plurinacionalidad de España. Si algún día fueran independientes tendrían que abandonar esa comodidad y enfrentarse a su propia realidad plurinacional. Por eso no se puede utilizar la excusa de la falta de reconocimiento plurinacional en España para tratar de confundir federación, que significa reforzar los lazos de unión desde la diversidad, con confederación, que implica abrir las puertas a la disolución del Estado. Por algo los nacionalistas vascos y catalanes han estado siempre en contra de las soluciones federales.
Joseba Arregui, EL CORREO, 18/7/2010
Breve comentario final:
ETNONACIONALISMO Y PLURALIDAD SON INCOMPATIBLES
Luis Bouza-Brey (20-7-10, 23:00 hs.)
Es imposible cuadrar el círculo del ETNONACIONALISMO: no pueden reconocer que Cataluña, Euskadi o Galicia son plurinacionales porque para ellos la Nación es la institucionalización del dominio exclusivo de una etnia sobre un territorio. En este sentido, sus objetivos corresponden al siglo XIX, y no al XXI, en el que la única forma de construir una Nación democrática es mediante el pluralismo. Y ese es el proyecto del NACIONALISMO CÍVICO, en el que lo que cuenta son las personas y su integración en un país o un Estado para constituir una Nación plural, que sea capaz de representar mediante las instituciones democráticas los intereses generales, equivalentes a la síntesis de los intereses de todos.
Por el contrario, el ETNONACIONALISMO lo que pretende es destruir el nacionalismo cívico para imponer la hegemonía de una etnia al conjunto de la sociedad. Por eso, la democracia española, chantajeada por los etnonacionalismos, sucumbirá si no es capaz de imponer la ciudadanía como criterio político de pertenencia e identidad, pues es el único que por su apertura es congruente con el pluralismo.
Por eso el etnonacionalismo es plural sólo de puertas afuera, cuando se reclama la plurinacionalidad a un Estado que ya ha reconocido el pluralismo como su principio constitutivo. Pero como, de puertas adentro, lo que se proponen es imponer el monolitismo, la homogeneidad forzosa de una etnia y una lengua en un territorio, el pluralismo constitutivo del Estado democrático se transforma en un obstáculo para sus objetivos, y han de eliminarlo expulsando al Estado de su territorio mediante la articulación del soberanismo confederal y/o independentista y su concreción en una ideología caracterizada por la esquizofrenia paranoide, en la que se rechaza la percepción de la sociedad real y se persigue a los que se rebelan frente a esta imposición delirante como traidores al país, vendidos al enemigo exterior.
La resultante de todo ello es el ensalzamiento de la necedad como virtud, mediante la creación de una psicología modal caracterizada por la simpleza y la cerrazón mental, el rechazo a considerar como prioritarios los problemas reales de los ciudadanos, y la inmersión en la “construcción nacional” y el delirio colectivo, imponiendo la reacción como progreso, la opresión como liberación y la etnia como nación.