La limpieza lingüística.
La limpieza lingüística.
Los nacionalistas simpre están obsesionados con alguna limpieza. Hitler quería limpiar Alemania de judíos, Franco quería limpiar España de marxistas y masones, y en la ex Yugoslavia se le llamó “limpieza étnica” a la obsesión por acabar con el de diferente religión de origen, aunque fuera ateo.
Pues aquí, nuestros micronacionalistas de casa están por la limpieza lingüística. No tienen una etnia que limpiar, ni religiones que nos distingan, pero han descubierto el truco de las lenguas locales. Y en lo mismo están en Euscolandia que en Cataluña o Galicia.Parece que ahora el gobierno vasco ha comprobado, etupefacto, que a pesar del relativo éxito que han conseguido en la enseñanza del vascuence, sigue sin usarse más que muy minoritariamente. Un montón de dinero y esfuerzo tirado a la basura. Y están haciendo planes para evitarlo. Se les ha ocurrido añadir un poco de estrategia de poli bueno, o de zanahoria para el burro, al ver que con lo del poli malo exclusivamente no consiguen avanzar. Andan dándole vueltas a como “incentivar” el uso de la lengua marginal, y dicen que hay que conseguir que los chavales no lo vean como una obligación.
Muy del PNV. Imponer algo y tratar al mismo tiempo de convencer al personal de que lo hace voluntariamente, y con gran ilusión. Desde luego que lo han conseguido con las opiniones; la gente en general opina, o manifiesta, lo que el PNV quiere que opine. Pero opinar es gratis, aprender vascuence en la escuela no pasa de ser un coñazo más, y sin embargo ponerse a usarlo con naturalidad va contra la naturaleza humana. Eso de “normalizar” los hábitos lingüísticos, otro de los fantásticos eufemismos nacionalistas, no es otra cosa que obligar a que la gente haga lo que no le sale por natural.
Llevamos 30 años de forceps nacionalista para reeuskaldunizar lo que nunca ha estado euskalunizado. Cualquiera que de un paseo por Bilbao y adyacentes, con la oreja alerta, comprobará que es mucho más probable oir hablar una lengua extranjera que vascuence, salvo el ocasional “agur” o similar de quien quiere quedar bien en el paisaje. Exactamente igual que ha ocurrido durante los siglos de historia de la villa. Y eso representa algo así como el 85% de la población de Vizcaya.
Pero lo malo es que aceptamos la tesis micronacionalista de que es bueno que se hable vascuence. ¿Y eso por qué? Las lenguas nacen y mueren, es lo natural. Mucho mejor sería que se hablara latín, por ejemplo, un idioma en el que se ha escrito buena parte de nuestra cultura occidental. Y a nadie se le ocurre relatinizarnos.
Si se trata de preservar la cultura vasca, es absurdo, porque no hay cultura vasca escrita en vascuence. Los vascos que escribían decidieron escribir en castellano, creado en parte por ellos, cuando abandonaron el latín. Y para tocar el txistu no hace falta hablar ninguna lengua. ¿Que es lo que estaríamos preservando? El puro idioma. ¿Y para qué? ¿Para disfrute de algún lingüista del futuro? ¿Como los monos en el parque zoológico? El idioma ya está en los libros. Que se guarden los libros, y nos dejen a las personas dedicarnos a lo que nos parezca, en el idioma que nos parezca, vascuence incuído, cuando sea el caso. Una cosa es dar la oportunidad de aprender vascuence a quien lo quiera, o incluso el contradiós (*) de aprender en vascuence, y otra es forzarnos a hablar en lo que no nos sale.
Y si se trata de preservar nuetra identidad, en el caso de que la identidad la diera el dioma, la identidad de los bilbaínos es castellanoparlante desde la noche de los tiempos, así que lo que estarían proponiendo los micronacionalistas sería un suicidio identitario, un identicidio, como bien explica J. M. Ruiz Soroa en este artículo que hemos preservado aquí.
Pero nada, nosotros aceptando que “nuestra” lengua es el vascuence que no hablamos, y que el español que sí hablamos no es “nuestro” idioma, como si nuestros antepasados no hubieran tenido nada que ver en su creación y desarrollo, y como si no fuera lo que usaron naturalmente como lengua franca y de cultura desde hace unos diez siglos. Aunque sabemos de sobra que estamos hablando de lo que no es. Disimulamos, como si no supiéramos que no se trata de cultura ni de preservar una identidad, sino de construir ex novo una nacioncita con una nueva identidad, que a muchos nos parece una mierda, francamente.
No parece peregrino pensar que si los nacionalistas tienen que ocultar con tanto ahínco lo que persiguen, hablando de un absurdo e innecesario bilingüismo, cuando intentan conseguir el eusko-monolingüismo, en una euskolandia de tebeo, es porque saben que hablando claro no conseguirían sus objetivos.
(*) Contradiós, por aprender en una lengua marginal sin producción cultural ni base documental, pudiendo con el mismo esfuerzo hacerlo en una lengua transcontinental que casualmente es la segunda más extendida de nuestra cultura, la cultura occidental; un chollo.