El impuesto T3 como política estratégica sobre el calentamiento global
Resumen del propio Ross McKitrick:
En conjunto, soy muy escéptico con la idea de que el cambio climático es un concepto científico bien definido, que se sepa que está provocado por el hombre, y que va a provocar una crisis peligrosa en el mundo. Consiguientemente creo que las políticas para reducir las emisiones de CO2 van a ser una gasto inútil, incluso si estuvieran bien diseñadas, y mucho más si no lo están. Pero se que hay mucha gente preocupada con ello, y no puedo criticarles ya que el reciente tsunami mediático dificulta mucho el disentir, a no ser que tengas un montón de contra-información detallada, o un buen detector de trolas.
Recientemente he presentado una propuesta que reconcilia mi escepticismo con el activismo político de los alarmistas: calibrar un impuesto a las emisiones de carbono con la temperatura media de la región de la atmósfera que según los climatólogos es la más sensible al aumento del CO2. Le llamo el impuesto T3, y creo que debería hacer feliz a todo el mundo, excepto a los más extremados alarmistas, y a los del tipo caballo de Troya que ven en el calentamiento global un vehículo para imponer una serie de medidas anti crecimiento, que seguirían queriendo aunque el cambio climático hiciera “puf” como pretexto.
Traducido de http://ross.mckitrick.googlepages.com/
Y su artículo sobre el impuesto en el Financial Post, publicado: el June 12, 2007:
Después de mucho esfuerzo los líderes del G8 han acordado (Junio 2007) “estabilizar los gases invernadero a un nivel que prevenga una dañina interferencia antropogénica con el sistema climático”. Las mismas palabras que en el artículo 2 del “UN Framework Convention on Climate Change” firmado en 1992. En otras palabras, los líderes se han puesto de acuerdo en algo que ya habían firmado 15 años antes. Estamos estancados, y por razones muy básicas. Hay mucha división acerca de la influencia del hombre en el clima, sobre si la situación supone una crisis, sobre si las emisiones se deben cortar y en qué medida, y en su caso, sobre como hacerlo. Y sobre cuanto hemos de prepararnos para pagar.
La idea se basa en dos puntos sobre los que hay consenso entre los expertos. Primero, la mayoría de los economistas piensan que es mejor un sistema de impuestos que el de regulación y compra-venta. La razón es que mientras el coste de la reducción de las emisiones es muy variable, en función de los objetivos, el daño social de cada tonelada emitida sería aproximadamente constante.
En este caso, es mejor para los responsables políticos juzgar el precio de las emisiones, que la regulación. La mayor parte de los estudios que han investigado el coste global de cada tonelada de carbón han encontrado que es bastante bajo, menor de 10 US$ la por tonelada.
Segundo, los modelos climáticos predicen que si los gases invernadero son los causantes del calentamiento global, se producirá una firma distinguible, en forma de una fuerte tendencia al calentamiento de la troposfera tropical. La región de la atmósfera, hasta 15 km de altura, sobre los trópicos, de 20º norte a 20º sur de latitud. El IPCC establece que esta será una señal temprana y fuerte de calentamiento antropogénico. Los cambios climáticos debidos a variaciones en la actividad solar y otras causas naturales no presentarían esta característica: solo un calentamiento invernadero mantenido lo produciría.
Las temperaturas de la troposfera tropical se miden todos los días usando satélites. Los datos son analizados por varios equipos, incluyendo uno en la Unversidad de Alabama-Huntsville (UAH) y otro en el Remote Sensing Systems (RSS) en California. Según la UAH la anomalía media de temperatura de la troposfera tropical (su diferencia con la media de 1979-1999) ha sido de 0.18ºC durante los últimos tres años. Según el RSS, de 0.29ºC.
Pongamos ahora estas dos ideas juntas. Supongamos que cada país establece algo llamado el impuesto T3, cuyo equivalente en dólares se establece en 20 veces la media móvil de tres años de las estimaciones del RSS y la UAH de la temperatura de la troposfera tropical, por tonelada de carbono emitida, y actualizado cada año. (Nota: lo de la media móvil no es más que un truco estadístico para evitar las fluctuaciones, así que lo que está haciendo no es más que relacionar directamente la cuantía del impuesto con la tendencia de la temperatura, prescindiendo de las fluctuaciones. Para que se entienda mejor, el siguiente gráfico sobre esa media móvil, en el mismo caso del que habla McKitrick).
Basándose en los datos actuales, el impuesto sería de 4.70 US$ por tonelada, que es parecido a la cifra encontrada en un trabajo del economista Richard Toll, publicado en 2005, sobre la media entre las principales estimaciones publicadas respecto a los daños de las emisiones de dióxido de carbono. El impuesto se establecería sobre todas las emisiones de carbono de cada nación, los ingresos se reciclarían en una disminución del resto de los impuestos nacionales, para mantener una neutralidad fiscal, y no habría regulación sobre la cantidad de las emisiones.
El impuesto es bajo, y no conseguiría disminuir mucho las emisiones. Los escépticos del calentamiento global lo aprobarían. ¿Pero y los activistas del calentamiento global? Deberían aprobarlo también, porque según su teoría el impuesto crecería rápidamente en los próximos años.
El IPCC predice el doble de incremento de temperatura en la troposfera tropical que en la superficie, entre 0.2ºC y 1.2ºC por década, en el escenario de un calentamiento debido a los gases invernadero. Lo que implica que el impuesto subiría entre 4$ y 24$ por tonelada por década. Un plan mucho más agresivo de penalización a las emisiones que nada de lo que se está manejando. Según las previsiones más altas, el impuesto podría llegar a 200$ por tonelada de CO2 en 2100, forzando a grandes reducciones de las emisiones y cambio global hacia fuentes de energía que no emitan CO2.
A los activistas de la calentología les gustaría esto, pero también a los escépticos, porque creen que los modelos estan exagerando las previsiones. Después de todo, las series de temperatura de la troposfera tropical del RSS y la UAH solo han subido 0.08ºC en la última década, y están bajando desde 2002. Algunos científicos solares incluso esperan una bajada de temperaturas a partir de la próxima década. Si están en lo cierto, el impuesto T3 caería por debajo de cero, y se convertiría en un subsidio a las emisiones de carbono.
En este punto los alarmistas calentohólicos salarían para rechazar la propuesta. Pero, no tan rápido, Sr. Gore: el impuesto solo se convertiría en un subsidio si todos los modelos climáticos están equivocados, si los gases invernaderos no están aumentando la temperatura de la atmósfera, y si es el sol quien provoca los cambios en el clima. Los alarmistas desprecian tales posibilidades como “negacionismo”, así que difícilmente pueden rechazar un propuesta basándose en que los “negacionistas” pudieran tener la razón.
Con el impuesto T3 el regulador desmonta el bluf de cada cual, sin necesidad de apostar de antemano sobre quien tiene la razón. Si el impuesto sube, es porque hace falta que suba. Si no sube, es porque es innecesario. En cualquier caso, el resultado resulta adecuado.
Pero los beneficios no se quedan solo en eso. El impuesto T3 produciría una conducta previsora. Los alarmistas temen que las regulaciones operen con demasiado retraso para evitar los males. Con el impuesto T3 los inversores de grandes proyectos necesitarían predecir la cuantía del impuesto con años de antelación, y por lo tanto tener en cuenta el más probable estado del cambio climático con una década o más de adelanto.
Y lo mejor de todo, el impuesto T3 estimularía la predicción climática por parte del sector privado. Las empresas necesitarían buenas estimaciones sobre los impuestos futuros, forzándoles a examinar profunda y objetivamente la cuestión de si las previsiones climáticas existentes están sesgadas hacia el alarmismo. Los incentivos financieros conducirían a nuevas modelizaciones independientes, sin tener en cuenta lo que los políticos, o el IPCC quieren oir.
Las decisiones políticas en el mundo real son turbias. Ideas que suenan bien en teoría pueden acabar unidas a elementos ajenos que diluyen o contradicen el propósito original. Pero como un experimento mental, yo creo que el impuesto T3 clarifica muchas cosas.
En mi opinión, la mejor respuesta política al calentamiento global es un impuesto. Y su cuantía óptima, es cero. Me gusta el impuesto T3 porque creo que eso es lo que prodiciría con el tiempo. Y sin embargo a aquellos a los que el temor de un rápido calentamiento les lleva a pedir fuertes medidas, incluyendo la regulación, deberían, en principio, apoyar este mecanismo. Especialmente a la vista del estancamiento político en el que estamos.
Ross McKitrick, economista en la Universidad de Guelph, Ontario, Canadá.
Especialista en economía ambiental y análisis político, también ha publicado investiagaciones sobre reconstrucción paleoclimática en revistas científicas. Es coautor del libro “Taken by Storm: The Troubled Science, Policy and Politics of Global Warming”, así como del trabajo “Stationarity of Global Per Capita Carbon Dioxide Emissions:Implications for Global Warming Scenarios”, y de la famosa investigación “Corrections to the Mann et al. (1998) -Proxy Data Base and Northern Hemisphere Average Temperature Series-” junto a Mckintyre. Es asimismo autor del interesantísimo blog http://www.climateaudit.org/ donde se discute de verdad y sin cortapisas sobre las coñas estadísticas que usan los calentohólicos.
Traducido del artículo original, http://www.financialpost.com/story.html?id=d84e4100-44e4-4b96-940a-c7861a7e19ad&p=1, publicado en el National Post, junio de 2007.
La propuesta completa del impuesto T3, se puede encontrar en “The T3 Tax as a Policy Strategy for Global Warming”.