Al albañal le ha salido otro socio
UPyD.
Me permitiréis que le ponga mucha perspectiva -o zoom inverso, para alejar los detalles. Porque una cosa es saber, como sabíamos, que la divina es mortal; y otra es el espectáculo de tener que apreciarla sin máscara. Y al padre espiritual de todo el engaño -y no me refiero al mamporrero visible, también conviene ponerle unas cuantas leguas por medio. Proximidades con el albañal, las precisas.
Una vez conseguida la distancia solo puedo insistir en mi visión -tan poco popular, de la esencial antinaturalidad de la idea de la democracia, que no me la sopla ni me la suda. No nos damos cuenta de que aceptamos democracia como un "sí o sí", solo porque el ambiente cultural nos lo ha incrustado en una capa tan profunda que queda más allá de la observación. Y al no poder verla, no podemos juzgarla. Y así le llaman democracia en Venezuela a lo que hay en Venezuela, y en UPyD a lo que hay en UPyD; como si fuera algo tan simple como el embarazo: o sí, o no.
Aceptamos llamar democrático a cualquier sistema para el que haya la más remota e inverosímil disculpa de aplicarle la denominación. Por ejemplo si hay una votación, sin que nos importe nada las condiciones de tal votación. Y no lo hacemos porque seamos obtusos, ni incapaces de pillarlo, sino porque no nos sale, y con la disculpa inverosímil nos sobra.
Curioso fenómeno, porque sus circunstancias nos afectan muy directamente, y aun así utilizamos unos mecanismos pre racionales cuya consecuencia es actuar en contra de nuestros porpios intereses. La partitocracia va en contra de los intereses de todos aquellos que no se benefician directamente de ella, que son una minoría bastante pequeña. Y sin embargo la partitocracia no podría mantenerse sin la aquiescencia de una parte sustancial de la mayoría. Pero no podemos alegar ni falta de información, ni falta de preparación, ni falta de cerebro. Podemos verlo, y lo vemos. Sal a la calle, y pregunta. Y sin embargo no movemos un dedo para evitarlo. Yo creo que, sencillamente, nos parece lo natural.
No ocurre ni por los depredadores, ni de los aprovechateguis. No son un número suficiente. La teta no da para tantos. Pero depredadores y aprovechateguis conocen la naturaleza humana, aunque sea intuitivamente, y le sacan partido.
- ¿Y donde estamos?
Donde siempre. O pones las formas, el esquema, al principio de la revolución, y antes de que los depredadores salgan de la jaula, o es una oportunidad perdida para siempre. Con una desventaja añadida que es lo que hace de la democracia liberal -y en general de todo lo que de particular tiene la llamada "cultura occidental", algo tan delicado y tan improbable. Que no se aprende, que no se interioriza. Cada vez, cada generación, tiene que aprenderlo. Y partir casi de cero.
El peligro no viene de los abusones. El peligro viene de que les dejamos. Al parecer, nos mola. Pero debería haber una esperanza, y en la naturaleza misma. Si queremos saber como somos no tenemos más que mirar a los perros, o a los chimpancés. Somos bichos de grupo no familiar y jerárquico, pero de grupo relativamente pequeño. Hay gran proximidad entre abusón y abusado. Y eso pone un límite natural al abuso, porque en un grupo pequeño (no familiar) siempre existe la posibilidad de reunirse para matar al jefe. Y precisamente ahora existe la posibilidad de volver a crear grupos naturales: internet. Eso de lo que nacío UPyD, y que ahora tanto odia UPyD. Tanto como el resto del albañal.
Pondré un ejemplo. El cambio climático. La mayor arma de desinformación masiva creada jamás; tanto por recursos económicos, como políticos y mediáticos. Hagamos abstracción de quien tiene la razón. Hay lucha, contra toda posible esperanza de que hubiera lucha. Y hay lucha porque tenemos internet. Lindzen. Christy, Spencer, Pielke, Daly, Naviv, Miskolczi, Grey, Abudamasov, de Freitas, Loehle, Doglass, Singer, Klotzbach, Jaworowsky, Kininmoth, Ball, Archibald, Svensmark, Idso, Carter, Michaels, Soon, Baliunas, Green, Armstrong, Braswell, Koutsoyannis, y tantos otros no existirían ni tendrían relevancia alguna si no fuera por internet. Pero no por internet misma, sino por ciertos grupos creados alredededor de literalmente 4 sitios web. Los cuatro gatos lunáticos de Gorriarán, que han conseguido pararle los pies a una apisonadora global comandada por la ONU misma. Y han mantenido viva una discusión, contra toda probabilidad. Formando lo que digo: grupos humanos "naturales". Y no me importa ahora quien tenga la razón. Lo que me importa es que cuando se suprime la posibilidad de discusión, se acaba la ciencia. Pues con lo del albañal, lo mismo. ¿Valdría la misma solución?